Sitio fundacional y primer espacio público de la ciudad, la Plaza de Armas fue asiento de las primeras casas de la villa de San Cristóbal de La Habana, en su mayoría de madera y guano. Además, en esta zona se construyó el Castillo de la Real Fuerza.
Tras la demolición de las antiguas casas reales y viviendas a fines del siglo XVI, adquirió una nueva fisonomía, convirtiendo el primitivo espacio en lugar para ejercicios militares de la guarnición del Castillo de la Real Fuerza.
A diferencia de otras ciudades hispanoamericanas, aquí confluyeron por casi dos siglos el poder religioso, político y militar.
En la segunda mitad del siglo XVIII renació como centro cívico, gracias al proyecto del Marqués de la Torre que la rodeó con los imponentes palacios del Segundo Cabo y de los Capitanes Generales.
En 1828, se levantó en su lado este El Templete, primer edificio neoclásico de la ciudad.
Los gobernadores posteriores continuaron embelleciendo la plaza dotándola de fuentes, arbolados y canteros floridos. Sin embargo, poco a poco fue sufriendo el abandono oficial de las autoridades coloniales y de los primeros gobiernos republicanos.
En 1935 Evelio Govantes y Félix Cabarrocas, reconstruyen el Palacio de los Capitanes Generales y a través de grabados y descripciones del siglo anterior, reconstruyen la Plaza con un aspecto similar al de antaño.
El centro de la plaza estuvo presidido desde 1834 por la estatua del rey Fernando VII y el 27 de febrero de 1955, después de años reclamando la eliminación de dicha estatua, fue remplazada por otra del Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, obra del artista cubano Sergio López Mesa.
¿Qué opinas?
COMENTARArchivado en: