El ritmo pegajoso de la canción, aunada al colorido y luminosidad de Te pongo a bailar, deben ser las claves para la creciente popularidad de un video musical que recurre, con elegancia y comedimiento, a los lugares comunes esperables en estos casos: invitación a la danza, coristas de ambos sexos ligeros de ropa, insinuaciones de sensualidad y erotismo.
Si bien Yeandro Tamayo ha trabajado últimamente, junto a Leoni Torres, un tipo de video más cinematográfico y narrativo, de atmósferas oscuras y hasta nostálgicas, Te pongo a bailar es pura efervescencia y gozadera, en sintonía con exitazos como Súbeme la radio, Felices los cuatro o Vente pa’ca.
Pero la mayor sensación del video ha sido el regreso de Leoni a su etapa de bailador, que desgraciadamente había quedado en el pasado, con la Charanga Habanera, porque como solista cultivó una línea más bien romántica que apenas propiciaba el bailoteo.
Leoni baila como nunca antes en este típico video de corte coreográfico, donde la edición y la escala y duración de los planos están condicionados por el desempeño del cantante-bailarín.
El tema musical fue interpretado por Leoni en diversos conciertos, pero solo ahora llega al video, con notable fotografía de Alexander González, y coreografía del joven y talentoso Henry Gual, que alegoriza el musical norteamericano traído al contexto cubano.
En el making of de Te pongo a bailar, se nota que Leoni está absolutamente satisfecho del cambio de tono y de ritmo, además de celebrar la calidad de los bailarines y del equipo técnico implicado.
Da gusto ver las ejecuciones del versátil artista, siempre respetuoso de su público, porque una cosa es seducción, erotismo, atmósfera urbana y gracia tropical (que el video derrocha) y otras cosas muy diferentes, y por supuesto distanciadas de este video, son la obscenidad, la grosería, la decadencia ética y marginal o el machismo rampante y ofensivo, presentes en el video musical cubano con más frecuencia de la deseable.
Te pongo a bailar representa otro tanto a favor de Leoni y Yeandro, que se han divertido a mares, como le toca a quienes disfrutan trabajando, y el resultado ha sido un producto correcto, donairoso y pegadizo.
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