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¿Sabías que Bruno Rodríguez nació en México?

Dio el salto a la diplomacia de la mano del ex canciller Roberto Robaina, que luego fue expulsado del Partido Comunista de Cuba en agosto de 2002.

Bruno-Rodríguez-Parrilla © CubaMINREX/ Twitter
Bruno-Rodríguez-Parrilla Foto © CubaMINREX/ Twitter

Este artículo es de hace 6 años

Bruno Rodríguez Parrilla, el canciller cubano, nació en México. No es un dato oculto. Lo dice Wikipedia, y también Ecured.

En los años setenta vivía en Miramar, y desde muy joven era un misterio para sus vecinos. “… Bruno casi siempre estaba en el balcón de su casa. A veces miraba de soslayo y otras con curiosidad. Pocas veces se unió al grupo de la muchachada rebelde de La Puntilla. Algunos vecinos habaneros que hoy viven en Estados Unidos recuerdan que ‘era el hijo de un alto cargo del Gobierno, pero no lo parecía’", según recoge la plataforma de networking online Xing.

Tenía fama de estudioso. Llevaba grandes gafas, era de modales finos y poca conversación. Siempre con un libro en sus manos. “Pocos sabían que nació en México, el 22 de enero de 1958, y que le interesaban el Periodismo y el Derecho”.

Después llegaron años de dirigente estudiantil, de profesor en la facultad de Derecho de la Universidad de La Habana y más tarde al frente del departamento de Relaciones Internacionales de la Unión de Jóvenes Comunistas, en la era de Roberto Robaina. Éste, al ser nombrado más tarde ministro de Relaciones Exteriores, lo colocó como embajador en Naciones Unidas. En 2002, Robaina fue expulsado del Partido Comunista de Cuba.

Bruno Rodríguez fue quien sustituyó al canciller Felipe Pérez Roque, destituido por el gobernante Raúl Castro y acusado por Fidel Castro de haber jugado un “papel indigno”.

En su nueva función, estuvo a cargo de las negociaciones previas al restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos. Fue, de hecho, quien recibió al presidente Obama y a su familia al arribar a la Isla en 2015. En abril del año pasado, el ministro cubano se refirió a la visita del ex mandatario norteamericano, como “un ataque a fondo a nuestra concepción, a nuestra historia, a nuestra cultura y a nuestros símbolos”.

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