Lo que ganó fue poco y lo que perdió mucho. Es la constante de la última década así que… ¿a quién toma por sorpresa? Emigración, derrotas, regresos, contrataciones (casi nulas) y muchos prospectos y consagrados triunfando en el béisbol profesional.
La Serie del Caribe marcó otra derrota, Cuba cayó en semifinales y de allí al IV Clásico Mundial donde existieron pinceladas de alegría, algunos batazos de esperanza como el triple de Gracial o el imparable de Alarcón, pero finalmente llegó la derrota. En el Panamericano Mundial sub-18, Cuba ancló en el 6to lugar.
Antes, el equipo Cuba dirigido por Roger Machado pasó un mes entero de pesadillas en el circuito de la Liga Canadiense de Béisbol (Can-Am) horripilante marca de 5 victorias y 16 derrotas, manchado por un altercado entre el mismo Machado, Víctor Mesa y los árbitros impresentables del torneo. Ese fue el resumen del año para Cuba: una bronca sin solución, una impotencia convaleciente en un grito sin eco.
Hubo deserciones, abandonos, traiciones, pasos adelantes, sediciones o como deseen llamarle dependiendo la perspectiva. Pablo González y Yorkislandy Álvarez no continuaron con el equipo Nacional juvenil en la Liga de élite junior de Quebec.
Luis Manuel Castro (23) lanzador derecho no continuó con la selección cubana en la Can-Am tampoco.
El punto climático llegó el 14 de agosto cuando uno de los mejores prospectos en los jardines, el guantanamero Julio Pablo Martínez se desligó de la legalidad que le ataba a las Águilas de Trois Riviers en Canadá, asintió un nuevo paso, escuchó las ofertas en la mesa y dejó en la misma mesa su contrato de Cuba Deportes en Canadá. Emprendió viaje y debe encontrarse ahora en Dominicana o Haití donde el proceso de convertirse en agente libre es acelerado por una red antológica-existente de un negocio a trasmanos que no le interesa controlar ni a la MLB ni a la policía de esos países.
Lo de Julio era cuestión de tiempo.
El béisbol cubano sigue perdiendo atletas, lo que no fuera un dolor de cabeza si ganaran con lo que tienen dentro del terreno, pero: siguen perdiendo también dentro del campo. El escenario de la derrota se consolidó en el punto de mira de los aficionados, desmitificándose todos los encantos.
El béisbol sigue viviendo de los triunfos individuales de cada atleta, de Despaigne y Moinelo ganando en Japón, de Gurriel y su anillo de Serie Mundial, de Puig y sus temperamentos, o de cada herramienta singular de cada jugador. Nos fuimos en lo individual y se venció lo colectivo.
El equipo unificado no se pudo consumar, es como Utopía de Tomás Moro o La Nueva Atlántida de Francis Bacon que todo el mundo sabe que nunca existirá, pero todos abren espacio a un agujero de esperanza.
Ni siquiera Cuba permitió la entrada en su equipo de beisbolistas que no pertenecieran a MLB como Raúl Valdés, Yoanner Negrín, Alex Guerrero, Dayan Viciedo, etc. Al final es la misma concepción de la deserción y el abandono, lo cual contradice cuando sale en el periódico Granma o en la TV Cubana un escrito o juego televisado entre Gurriel y Puig. ¿Acaso ellos también no abandonaron? ¿No llamas a tus filas un lanzador como Valdés o Negrín, pero sí difundes noticias sobre Gurriel y Puig? Eso es un abandono a sí mismo.
Por último, tenemos que, toda Cuba soñó con la transmisión de la Serie Mundial en vivo por la TV Cubana. Es curioso. Las personas fuera de Cuba soñaron más con esto que las de adentro. No obstante, por desgracia. Nada de esto ocurrió. Se trasmitieron los partidos, lo que en diferido y a medianoche, en lente de algún noctámbulo inspector.
Quizá todo esto fue sólo un sueño.
Imagen de Archivo de la Serie del Caribe 2015 / Cubadebate
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