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Lo que Parkland nos ha enseñado esta vez

Parkland sí ha dejado al menos cinco rostros que han decidido ganarle la pelea a Nikolas Cruz. Han dicho: “Nuestro empeño por borrar tu legado de sangre será mejor recompensado que tu obsesión por resaltar golpeando, robando, matando”. Y lo han logrado

Emma González junto a otros estudiantes © Twitter/ Emma4Change
Emma González junto a otros estudiantes Foto © Twitter/ Emma4Change

Este artículo es de hace 6 años

No es una brecha ideológica esta vez. Es una brecha de condiciones humanas. Lo que la masacre de Parkland ha depurado no es a bandos de demócratas y republicanos, o reguladores de armas y adoradores de Segunda Enmienda. Pareciera que sí, pero no.

Esta vez, todo va de naturaleza humana. Parkland ha sido un plebiscito a la decencia.

En un bando se han ubicado los horrorizados con la tragedia. Entre esos, se cuentan demócratas y republicanos por igual que comparten un rasgo común: el respeto por la vida, el respeto por la libertad de expresión, y el dolor por los adolescentes muertos.

Pueden polemizar por el peliagudo tema de las armas, pueden proponer soluciones encontradas, pueden tener visiones ferozmente opuestas del conflicto. Pero ambos sufren lo ocurrido y en consecuencia respetan el liderazgo de los jovencitos que hoy se han convertido en las caras más visibles del grito por el control de armas. El republicano Marco Rubio, el sheriff de Broward Scott Israel, la representante Ileana Ros Lehtinen, el senador demócrata Bill Nelson, todos conforman algunas de las caras conocidas de ese grupo heterogéneo en política pero homogéneo en el respeto a las víctimas, al dolor. El honor y la bendición a los sobrevivientes.

De otro lado -y en esto no hay puntos medios: es un hecho- están los que han abandonado hace demasiado tiempo el odio contra el masacrador y están odiando a los masacrados. Steve King no tiene discusión en el liderazgo: ha terminado siendo el rostro más visible de la abominación.

Los de ese segundo grupo no hablan de Nikolas Cruz. Hablan de Emma González. No hacen memes del asesino, hacen memes de los chicos que alzan la voz para no temer a más asesinos. No cuestionan el vandalismo probado y la sed de sangre injustificada de Nikolas Cruz, cuestionan lo que debieron haber hecho o no los chicos que le rodeaban.

El enfoque es evidente: es una película donde han terminado invirtiendo los roles del malo y el bueno.

¿Qué ha pasado con Parkland que no ocurrió con ninguna masacre anterior? Que un puñado de sobrevivientes ha terminado por ser más famoso que el asesino. Qué bueno, por una puñetera vez.

Nadie sabe el nombre de las víctimas o sobrevivientes de James Holmes en aquel cine de Aurora. Nadie sabe los nombres de los bebitos que sobrevivieron a Sandy Hook. Ningún nombre público surgió de Las Vegas, o Texas, o el Pulse.

Pero Parkland sí ha dejado al menos cinco rostros que han decidido ganarle la pelea a Nikolas Cruz. Han dicho: “Nuestro empeño por borrar tu legado de sangre será mejor recompensado que tu obsesión por resaltar golpeando, robando, matando”. Y lo han logrado.

Y como son los primeros, se están llevando todo el odio, la desidia de esa mitad que en el plebiscito por la decencia ha terminado por dar vergüenza ajena.

Lamentar que Emma González no haya sido baleada aquel fatídico 14 de febrero es el súmmum, el punto culminante de la barbarie. Pero antes de llegar ahí la escarpada tiene de todo, una amalgama de infamias.

Ayer, una conocida opositora cubana -que comparte apellido con Emma- publicaba en su muro de Facebook, con total impudicia, una noticia falsa que acusaba a la chica de hacerle bullying al asesino Nikolas Cruz. También ayer el bombardeo de Fox News contra los chicos de Parkland llegó a tal grado de inmundicia que Laura Ingraham ha terminado pidiendo perdón al jovencito David Hogg por utilizar algunos de sus resultados académicos como lanza política en su contra. Qué casualidad: la disculpa llega luego del boycott de muchos de sus anunciantes contra su programa televisivo.

No pasa un día sin que los dos bandos, las dos orillas del plebiscito de la decencia se desmarquen más unos de otros: los que, siendo conservadores o liberales, respetan el esfuerzo de niños para que alguien los escuche y no sigan muriendo escolares en todo el país; y los que tienen más ganas de vomitarles encima, desacreditarlos, presentarlos como actores, usar fotos y videos trabajados por Photoshop, que ganas de recordar quién fue el asesino y quiénes los asesinados o casi asesinados.

Es una dicotomía inverosímil por grotesca, pero muy a tono con los nuevos y perversos tiempos: una época convulsa en Estados Unidos donde una tarde un candidato presidencial dijo que él podría disparar a alguien en la 5ta avenida sin perder el respaldo de sus votantes, y ha terminado por tener razón.

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Ernesto Morales

Periodista de CiberCuba


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