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“Villa Paula”: así es por dentro la mansión embrujada de Miami que antes fuera consulado cubano

El primer consulado que tuvo Cuba en Miami es hoy un sitio tan atractivo como aterrador: es la casa con más historia de fantasmagorías y espisodios paranormales de todo el sur de la Florida.

Patio donde se encuentra enterrada Paula Milord © CiberCuba
Patio donde se encuentra enterrada Paula Milord Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 5 años

La casa huele a café. Pero no café recién hecho. Huele al rastro que deja el humo del café en la madera vieja.

Cuando entras desde la aburrida North Miami Avenue sabes que algo ha cambiado en ese interior, que no te enfrentarás a los grafitis omnipresentes en el Pequeño Haití donde la casona está inclavada, ni tampoco a la visualidad facilista y ligeramente kitsch de cualquier hogar promedio en esta ciudad.

Villa Paula, el primer consulado que tuvo Cuba en Miami en la década de los '20, tiene magia, aunque sea una magia sucia, añeja, indisimuladamente escabrosa.

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Azulejos de fachada con arabescos blanquiazules, baldosas disparejas y empolvadas pero originalmente pintadas a mano, ventanales de madera histórica, cedro importado desde Cuba en tiempos de Gerardo Machado y mano de obra también criolla: un festín de memorabilia cubana a la que, por si faltara algún condimento, le han añadido la mística de lo fantasmal.

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La mansión embrujada es patrimonio arquitectónico de Miami desde 1983. Es quizás el único inmueble neoclásico conservado en la ciudad. Y también es el único inmueble local con verdadero pedigrí en el mundo paranormal: “Villa Paula” está incluida “oficialmente” en todos los registros que documentan sitios donde se ha detectado actividad fantasmagórica o espectral.

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Según las leyendas repetidas hasta hacerlas tan patrimoniales como el inmueble mismo, el espíritu de Paula Milord, esposa del cónsul cubano que construyó la mansión para ella, vaga errante por la propiedad con la única pierna que le quedó luego de una operación fallida. Los gritos de Paula, muerta en la primera mitad del siglo pasado, siguen escuchándose en su casa según los testimonios de vecinos y ex habitantes del lugar. Junto a ella, aseguran que habita el espectro de Reardon Muriel, segundo propietario, cuya tétrica afición, se cuenta, es aplastar con portazos inesperados a los gatos que han vivido en la mansión. Nunca le gustaron, y hoy se lo recuerda por las malas a cuanto dueño de mascota felina ha habitado el lugar.

En el patio trasero un árbol con raíces visiblemente siniestras alberga el secreto más oscuro de la mansión: la tumba de Paula. En ese sitio, las flores que se depositan no suelen durar muchas horas a pesar de que sean regadas con frecuencia.

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Hay una humedad densa en el patio de Villa Paula. Ni el calor asfixiante de Miami ni la sombra ocasional de los árboles hacen de la explanada un sitio normal, intrascendente. Se respira un ambiente inquietante. De ello dan testimonio todos los que han -hemos pasado- por aquí alguna vez.

El actual propietario, Martin Siskind, no se esfuerza por exhibir sonrisas ni por disimular amor hacia la propiedad que ha mantenido como galería de arte en los últimos años y que ahora vende por la friolera de 4.5 millones de dólares.

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“Le incluyo en ese precio un lote aledaño y otro terreno al cruzar la avenida”, dice a sabiendas de que el precio puede parecer excesivo para un inmueble con altos niveles de deterioro.

“Aunque el precio sí parece alarmante estoy seguro de que todo esto terminará vendiéndose” afirma Jorge Rey-Fajardo, CEO de Compass Realty Group. “Esta área de Little Haiti está considerada como de alto interés inmobiliario para un futuro cercano. Está a una cuadra del distrito Magic City, un proyecto innovador, y hasta el Cirque du Soleil ha hecho inversiones billonarias en esta área que dentro de pocos años no será lo que vemos hoy”.

Preguntado por si cree que, contra toda lógica, la historia paranormal que alberga este sitio pueda generarle algún valor a la propiedad, el experto de real estate no lo duda: “Absolutamente sí”.

Por lo pronto Villa Paula dormita, enorme, en un área haitiana con la que no tiene un gramo que ver. El cónsul cubano Domingo Milord logró su empeño: replicar en Miami un pedacito de aquella Habana ostentosa y señorial, con techos de 18 metros de altura y azoteas con balaustradas.

Con tanta magia tropical quiso rellenar su vivienda diplomática que casi cien años después nos ha dejado una mansión anacrónica en medio del creole caribeño circundante, y donde los muertos imponen normas a las mascotas y dictan precios de venta a los vivos.

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Ernesto Morales

Periodista de CiberCuba


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