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¡Yankees sí, Cuba no!

En el salón de Google en Nueva York el grisáceo Díaz-Canel tuvo a la mesa toda la plata de la que el capitalismo es capaz. Montañas, galaxias de dinero. En Cuba, un cuentapropista se pregunta por qué no le dejan evolucionar su negocio en paz.

Miguel Díaz-Canel y Bruno Barreiro se reúnen con empresarios estadounidenses en la sede de Google © Cubadebate
Miguel Díaz-Canel y Bruno Barreiro se reúnen con empresarios estadounidenses en la sede de Google Foto © Cubadebate

Este artículo es de hace 5 años

Desde un desvencijado sillón en su sala calurosa y despintada, un cubano vio el Noticiero Nacional de Televisión este martes y supo, de pasada y sin detalles, que el presidente de su nación se sentó en otro sillón, este mucho más confortable y en un salón sin gota de calor, a conversar con ciertos empresarios en Nueva York.

Él lo supo y quizás no entendió la magnitud del encuentro: la prensa cubana sirve más para ocultar que para decir. Es marca de la casa.

Él, el emprendedor que ahora mismo y desde hace meses dibuja jeroglíficos en su mente para decidir con cuál de sus dos patentes se queda, cuál salva y cuál manda a la hoguera de la burocracia, no sabe que su presidente se ha reunido con algunos de los capitalistas más ferozmente ricos del planeta, que les ha sonreído, les ha abierto las puertas o las piernas de la isla, mientras que a él, bueno, a él le ha dicho que tiene que ganar menos dinero. Así sin más.

En el salón de Google en Nueva York el grisáceo Díaz-Canel tuvo a la mesa toda la plata de la que el capitalismo es capaz. Montañas, galaxias de dinero. Algunas de las compañías más exitosas del mundo se sentaron a dialogar con el representante de un gobierno que predica la pobreza para los suyos: Google, Microsoft, Twitter, AirBnb, Bloomberg.

A todos les dijo: “Cuba les abre sus puertas”. A todos les dijo: “La informatización de la isla es una de nuestras prioridades”. A todos les sonrió. Como les sonrió también a los senadores republicanos Jeff Flake y Bob Corker. Así aparece en las fotos de agencias: rutilante como un niño deslumbrado ante los beneficios del poder.

El problema es que de vuelta a casa, otro gallo más ronco canta el Himno Nacional. El gallo que augura represión empresarial, demonización del dinero. Restricciones, cierres, decomisos. Todo, bajo la égida del mismo hombre que abraza a millonarios yankees, los enemigos ¿verdad? Los capitalistas depredadores ¿cierto?

A esos, el poder cubano les mira bien. Sobre todo cuando están delante, con sus billones acechantes, listos para la inversión en un país donde faltan fósforos, envases, carne y esperanzas. Sobre todo esperanzas.

Díaz-Canel tiene algo de Iglesia Católica: el elogio de la pobreza es solo para aquellos, los pobres. El Señor predica la miseria desde un templo de oro y mármol. Díaz-Canel mantiene la prosperidad a raya, espantándola de los cuentapropistas, golpeándola inmisericordemente con su vara de plata regalo cortesía de Meliá o Iberostar, da igual.

El cubano mira el noticiero nacional mientras un desvencijado ventilador le lanza un aire hirviendo en el torso semidesnudo. Recuerda que antes de que acabe diciembre deberá decidir si cancela la patente de repasador de matemáticas o la de vendedor de comestibles en el portal de su casa.

Él no sabe con quiénes brindó su presidente en Nueva York. Pero algo le viene a la mente de golpe, como un rayo, y no puede evitar sonreír con amargura: “¡Cuba sí, Yankees no!”

La actualización del modelo cubano debería comenzar por actualizar sus consignas.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Ernesto Morales

Periodista de CiberCuba


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