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Leonardo Pérez: “Jugar contra el Dream Team fue una pesadilla”

El inolvidable Leonardo Pérez rememora el enfrentamiento del baloncesto cubano contra el Dream Team en 1992.

Le decían Maravilla... y no era por gusto. © Michel Contreras.
Le decían Maravilla... y no era por gusto. Foto © Michel Contreras.

Este artículo es de hace 5 años

SANTA CLARA.- A veces las derrotas, inclusive las más humillantes, pueden ser un motivo de orgullo. Tal es el caso de la que sufrió el equipo Cuba de baloncesto ante Estados Unidos el 28 de junio de 1992 en el Preolímpico de Portland.

Fue un verdadero soliloquio. Goliat, armado hasta los dientes; David, despojado de la honda. 79 puntos de diferencia representan una posibilidad en un millón cuando se trata de selecciones nacionales, aunque no –ciertamente no- si una de ellas es el mejor equipo de la historia.

Leonardo Pérez, para muchos el punto más alto del básquet cubano, tuvo el privilegio de enfrentarse a aquel conjunto que después estremecería al mundo durante los Olímpicos de Barcelona. Tan espléndido era el villaclareño en una duela, que llegó a merecer comparaciones con el inmortal Drazen Petrovic. Y tan honesto es, que no tiene reparos para admitir el pánico experimentado al verse frente a frente con los irrepetibles jugadores del Dream Team de Michael Jordan.

Cuando montaron el avión rumbo a Estados Unidos, ¿tenían conciencia de la misión que les esperaba?

-Cuando fuimos para Estados Unidos ya sabíamos que íbamos a jugar el primer día contra el Dream Team, pero estábamos tranquilos. Nos hospedaron en buenos hoteles, en cada piso había monitores con las fotos de los jugadores y cuando apretabas aparecían las mejores jugadas de que cada uno de ellos. Nos pasábamos todo el día viendo esas jugadas, que de todas maneras ya conocíamos en videocaseteras. Pero en persona era otra cosa. Habíamos visto a Jordan en 1984, cuando era universitario; a Charles Barkley una vez en Kansas City, en sus tiempos de estudiante; a Karl Malone también... Pero desde que se habían convertido en estrellas de la NBA solo los habíamos visto a través de un televisor. Así que una vez que estuvimos en el tabloncillo para empezar el calentamiento fue que empezamos a concientizar a quiénes nos estábamos enfrentando.

¿Qué tan fuerte fue el impacto al sentir la proximidad de aquellos jugadores?

-Lo primero que vimos fue a Larry Bird tirando al aro; metió siete de siete desde la línea de tres puntos. Nosotros ni habíamos salido del túnel y lo estábamos mirando por una ventanilla. No hizo nada más, tiró y se fue. No parecía el mismo que veíamos en los videos; allí se veía mucho más alto. Estábamos nerviosos. No podíamos hacer más que mirarlos mientras calentaban. Nos mirábamos entre nosotros y nos preguntábamos qué era aquello. El entrenador del equipo, Miguelito Calderón, nos decía: “Oigan, atiendan para acá”, pero era verdaderamente imposible. Los veíamos como seres sobrenaturales: muy grandes, muy fuertes, todos mascando chicle, con miradas intimidantes como la de Charles Barkley... Fue impactante: no es lo mismo ver a Michael Jordan ‘donqueando’ en un video que tenerlo frente a ti, defendiéndote de él y jugando contra él. Nosotros sabíamos driblear y tirar, claro, pero no con aquella calidad. La desesperación derivada de eso nos hizo mucho daño y por eso tirábamos a la carrera, empezando por mí. Al final yo les hice 13 puntos porque poco a poco fui entrando en juego, pero al principio tuve hasta temblores.

¿Te había pasado eso antes?

-Cuando uno va a un partido importante en un torneo fuerte es normal tener un prearranque, pero eso se va yendo en el calentamiento o en el comienzo mismo del juego. En cambio, aquel día se demoró mucho más. A mí no se me olvida que yo tuve un prearranque grande en los Juegos Centroamericanos de Santiago de Los Caballeros, cuando fuimos contra los dominicanos del ‘Grillo’ Vargas y otros buenos jugadores. Pero jamás como el de Portland.

¿Y cómo lo superaste?

-Yo estaba muy bien en aquel momento, me había preparado a fondo y me sobraba confianza en mí. Esas cosas hacen que la presión se te vaya yendo. Por ejemplo, recuerdo que al principio del partido que te mencioné contra los dominicanos, yo venía ‘bajando’ por la derecha y el balón se me fue solo, sin que nadie me estuviera defendiendo. Entonces me empecé a preguntar cosas y animarme, y al terminar el juego les había hecho 27 puntos y ganamos.

¿Crees que los norteamericanos tenían algún conocimiento previo del juego de ustedes?

-Era su primer partido y querían lucir en el estreno. Se notaba que habían visto el partido de nosotros del día anterior contra Canadá. Incluso había una jugadita que nunca nos fallaba, muy difícil de defender, en la que yo hacía un corte y regresaba de pronto con ayuda de una doble pantalla que me dejaba irme solo contra el aro. Sin embargo, ese día me di cuenta de que Jordan había visto la jugada porque no ‘mordió’ con la finta y nunca perdió la marca.

¿Cómo te fue en el marcaje de Jordan?

-Él no se esforzó mucho en el partido pero así y todo me hizo fallar a mí con una muy buena jugada. Se mantuvo conmigo todo el tiempo, yo venía de hacerle más de veinte puntos a Canadá y era su objetivo en la defensa. Pero al ataque estuvo discreto porque no le puso el mismo corazón que Clyde Drexler o Barkley, que siempre salía a darlo todo en cada juego.

¿Te parece que ellos le pusieron interés a la defensa?

-Sí. Me acuerdo que Eliecer Rojas era de los que más saltaba de nosotros y en el calentamiento yo le dije que hiciera sus cosas para que lo vieran. En una de esas él atacó, Robinson le taponeó el balón y le dije: ‘Mira, no ataques más’. En mi caso personal, me dediqué a tirar de atrás pero no intentaba penetrar porque si te daban te sacaban de la cancha. Tú veías el pasillo despejado, pero si dabas un paso para atacar enseguida los tenías arriba porque se desplazaban con pasos muy largos.

¿Qué tan agresivos se mostraron los estadounidenses en ese encuentro?

-Solo Barkley nos jugó agresivo; iba por la cancha detrás de Judith Abreu, que también era muy fresco, diciéndole horrores. Pero mira si fueron amistosos que al final hasta nos tiramos una foto. Esa yo la tengo en un cuadro grande allá en la casa.

¿Qué impresionaba más, su calidad individual o el sistema de juego que empleaban?

-Todo. Pero a mí lo que más me impresionó fue la altura de los pases. Hubo un momento en que veíamos los balones pasar por encima de nosotros como si fueran jonrones. Sabíamos que no podíamos atraparlos ni saltando. Ellos nos jugaron aéreo; la diferencia de estatura era notable, así como la saltabilidad. Cuando iban para arriba uno tenía que quitarse porque te hacían polvo. Fíjate que Drexler por poco mata a Alberto Maturell, y Pippen a Juan Carlos Caballero.

¿Qué pasó por la mente de ustedes cuando la pizarra empezó a desbalancearse a un nivel tan escandaloso?

-Imagínate, estábamos locos por que aquello se acabara, pero había que jugar hasta el final.

¿Se sentían avergonzados?

-Realmente no. No lo vimos así porque estábamos seguros de que podían habérselo hecho a cualquiera, solo que a nosotros nos tocó la mala suerte de ser los primeros. Lo que sí analizamos después es que podíamos haber reducido la desventaja si hubiéramos hecho lo que los demás equipos: es decir, demorar el balón para consumir tiempo.

Supongo que al terminar el juego sintieron un alivio inmenso...

-Para que tengas una idea de la dimensión de aquello, cuando salimos de la cancha, entripados en sudor y nerviosos todavía, los panameños y argentinos nos decían: ‘Ya ustedes salieron de eso’. Fue una pesadilla y te lo repito: no supimos la real calidad de esa gente hasta que estuvimos allí.

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Michel Contreras

Periodista de CiberCuba especializado en béisbol, fútbol y ajedrez.


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