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EDITORIAL: La única prensa cubana que merece aplauso no sale por televisión

El periodismo independiente cubano es el único que bien puede mirarse al espejo y aceptar la felicitación sin rubor. Sin sentir vergüenza de sí mismo.

El activista y periodista independiente Yuri Valle es detenido violentamente © CiberCuba
El activista y periodista independiente Yuri Valle es detenido violentamente Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 5 años

Pocos absurdos de factura cubana compiten en magnitud y degradación con el espectáculo al que asistimos este jueves 14 de marzo: la prensa cubana celebra públicamente su día, y lo hace con una desfachatez que provoca incredulidad e indignación a partes iguales.

Cualquier medio de prensa del mundo libre puede entender sin demasiada explicación por qué resulta aberrante que una prensa como la cubana se de palmaditas en los hombros en este día. Pero es más grave aún: cualquier medio del mundo se extrañaría de que la prensa cubana tuviera de entrada el descaro de llamarse como tal.

De entrada vale la pena definir el concepto: la prensa cubana, que integra los medios de difusión masiva en manos, todos ellos, del estado castrista, no admite análisis cualitativos. No es una prensa mala, o mediocre, o servil. No es una prensa oficialista. Sencillamente no es prensa.

En Cuba no existe el periodismo oficialista. Directamente eso que se publica cada mañana, lo que sale fresco de las imprentas, lo que se emite en noticieros cuidadosa y milimétricamente idénticos entre ellos, lo que emana de las ondas radiales de todo el país, no puede ser considerado periodismo de ninguna clase. Darle calificativo de malo, o superficial, o viciado, implicaría reconocer que cumple con las funciones básicas del periodismo, aunque lo haga de manera defectuosa. Y no es ni remotamente el caso.

Si usted le sustrae al béisbol, pongamos por caso, las reglas del juego, los bates y guantes y pelotas, y le cambia el stadium por una pista de carreras, ¿puede seguir llamando béisbol a ese engendro resultante? La respuesta no admite matices. Así sucede con el periodismo.

Si pervertimos la función esencial de la prensa a tal extremo que no solo no se cuestionan las decisiones y las competencias del poder, sino que esa misma prensa es el vehículo que usa el poder para extender sus posturas, sus intereses, y para manipular al mismo pueblo que la prensa debería proteger, de ninguna manera puede llamársele a eso periodismo.

Si antes que investigar a los dirigentes, el periodismo cubano investiga a los que cuestionan a esos dirigentes, y ejerce de plaza pública para asesinar la reputación de disidentes, activistas, manifestantes pacíficos, sin ofrecer jamás el sacro derecho a la réplica que se estudia en cualquier academia de periodismo responsable del mundo, ese adefesio no puede llamarse periodismo.

En consecuencia, cualquier adjetivo calificativo le queda impropio. Es impostado. Equivale a llamar mal matemático a un individuo que practica la natación o siembra verduras.

Una de las frases más famosas y recurridas de George Orwell recuerda que “Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás es relaciones públicas”. El compendio de medios de comunicación masiva que bajo otras circunstancias podrían conformar una prensa cubana, tiene por misión precisamente no publicar jamás algo que el poder no desee que salga publicado. Es una antítesis en sí misma.

Cuando en décadas futuras los historiadores quieran conocer en profundidad cómo vivían y pensaban los cubanos de segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI, cuáles eran sus necesidades y aspiraciones, sus carencias, deberán husmear en el arte y el humorismo como recursos desesperados.

La no existencia de una prensa verdadera en la nación llevó a una deformación de roles: los cubanos comenzaron a encontrar en ciertas canciones, en ciertas películas, en ciertas obras de teatro o programas humorísticos, la crítica que angustiosamente les negaba quien debía tenerla por función elemental: la prensa.

Mientras los cubanos han perdido la visión por falta de alimentos y vitaminas, los periódicos cubanos han publicado sobrecumplimientos y bulos insultantes para la inteligencia media. Mientras los cubanos se han muerto ahogados en el mar escapando del país, o han sido secuestrados por pandillas centroamericanas, los noticieros nacionales han apuntado a estadísticas de pobreza en Estados Unidos y han amplificado los donativos del gobierno castrista a Haití, Surinam, Ecuador. Nunca una “aspirante a prensa” incumplió más insistentemente con esa obligación de reflejar el sentir y las realidades del pueblo al que dice representar.

El agujero inmenso que ha dejado esa prensa inexistente ha intentado llenarlo a pulmón, a sangre y penurias, el periodismo independiente que se hace en distintos puntos del país. Un enjambre de activistas que ha encontrado en la palabra escrita, o videograbada, la manera de luchar por sus credos y extender sus voces más allá de los barrotes de la censura socialista.

El periodismo independiente cubano ha intentado resguardar la esencia cuestionadora, frontal, esquiva ante presiones y amenazas, que es un rasgo indudable del verdadero periodismo. Sin embargo, muy a su pesar, tampoco ha conseguido en estos años erigirse como sustituto de facto del periodismo nacional, y ello se debe a un factor que le infringe la dictadura cubana: su escaso alcance.

Todavía los cubanos no se informan de manera masiva a través de los boletines impresos o digitales que nacen de la prensa independiente nacional. Todavía la competencia en alcance y poder entre el aparato propagandístico del Partido Comunista y los valerosos pero limitados esfuerzos de la prensa libre, es vergonzosamente desigual.

Además, como una deformación lógica de la falta de un escenario normal, la prensa independiente cubana ha debido priorizar la denuncia directa como ejercicio diario, sin que ello permita el florecimiento de un periodismo de rigor, pulcro, inteligente, como el que sobradamente existiría si los cubanos no debieran estar dispuestos a ser mártires antes de decidir ser periodistas libres. El precio a pagar es vulgarmente alto. Que les pregunten a los 75 de la Primavera Negra si no.

Por si faltaran más motivos para no celebrar este Día de la Prensa Cubana, la flamante Constitución que impulsó el gobierno (y que la “no prensa” cubana se encargó de inyectar en los cerebros de su pueblo con campañas exhaustivas) ilegaliza cualquier forma de medio de comunicación que no sea propiedad del estado y que no responda a los principios del Socialismo. Hasta ahora, la Constitución vigente no se adentraba en esas especificidades aunque en la práctica la policía política persiguiera al periodismo independiente con tanta o más saña que al ejercicio político en sí.

Ahora, constitucionalmente ningún cubano tiene derecho a fundar un periódico o tan siquiera abrirse un blog contestatario. La Constitución aprobada el pasado 24 de febrero se encarga de impedírselo.

Por eso la labor esforzada, por momentos kamikaze, de los periodistas independientes cubanos es de lejos la única que merecería aplauso en este día que el oficialismo elige para palmearse a sí mismo los hombros. Porque esa pequeña prensa libre no responde a dictámenes ni directrices, sino a algo tan primario como dar voz a los necesitados, los desposeídos, los maltratados.

Con sus falencias y su largo trecho por andar en el empeño de superarse, de dar cuerpo a un ejercicio profesional investigativo, de rigor y de conciencia, el periodismo independiente cubano es el único que bien puede mirarse al espejo y aceptar la felicitación sin rubor. Sin sentir vergüenza de sí mismo. Porque es el último reducto de decencia en la comunicación cubana, aunque no salga por televisión.

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