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Paladares cubanas entre el bloqueo Trump y la parálisis Díaz-Canel

Frente a la brutalidad Trump, jaleado por algunos políticos cubanos-americanos, el presidente Díaz-Canel padece de una parálisis económica que impide cualquier gesto hacia los pequeños propietarios privados

Factoría Plaza Vieja en La Habana © CiberCuba
Factoría Plaza Vieja en La Habana Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 4 años

Las paladares cubanas viven atrapadas entre el bloqueo de Donald Trump, que ha vaciado sus cajas, y la inercia continuista de Díaz-Canel, incapaz de mover ficha para aliviar a un sector de vanguardia empresarial y dinamismo económico que coloreó la grisura castrista en el ámbito de los servicios.

Tras el fin de la llegada de Cruceros cargados de turistas y el miedo que atenaza a muchos cubanos-americanos de perder sus beneficios en Estados Unidos, las principales paladares cubanas han visto reducida su recaudación en un 60%, dijo a CiberCuba una fuente próxima a los dueños de las principales paladares habaneras.

“Ellos hacían caja de cinco mil CUC al día y daban empleo a entre 15 y 20 personas, que a su vez, redistribuían parte de ese dinero comprando bienes y servicios en sus entornos más cercanos, pero todo eso se ha acabado”, advierte la fuente que pide anonimato.

Frente a la brutalidad Trump, jaleado por algunos políticos cubanos-americanos, el presidente Díaz-Canel padece de una parálisis económica que impide cualquier gesto hacia los pequeños propietarios privados, como sería una congelación de impuestos, la autorización a la libre importación de insumos y una rebaja en las cotizaciones temporales a la Seguridad Social de sus trabajadores, mientras amaina el temporal que sopla desde la Casa Blanca.

El tardocastrismo sigue instalado en el lema de la no acumulación de riqueza, debido al miedo que lo corroe y su parálisis es el complemento ideal a la asfixia de Trump; cuando podría aprovechar la coyuntura y hacer real la consigna lanzada por el canciller Rodríguez en Washington: Estados Unidos cierra y Cuba abre.

Pero no, el mambo de moda es Trump aprieta y Cuba no cede en el ámbito interno con mayores facilidades a los empresarios privados, que ya han empezado a recortar empleos y gastos ante la notable disminuciones de su recaudaciones diarias.

Pareciera que el pensamiento político cubano está lastrado en los últimos años por el conservadurismo, el miedo y la sinrazón. Algunos senadores y representantes cubanos-americanos apuestan a que el hambre de la gente haga saltar el tardocastrismo por los aires y apuestan por medidas que afectan a los cubanos pobres y no a la cúpula, jaleados por esa porción del exilio ignorante y vengativo que prefiere sacarse un ojo para ver a sus hermanos tuertos.

Y esta fosilización no alcanza a los sectores más dinámicos de la rara economía cubana, un híbrido entre lo peor del comunismo y lo peor del capitalismo, pues ya hay paladares que han abierto un nuevo nicho de mercado con la oferta de arroz blanco con huevos fritos por diez pesos en moneda nacional. Y la ración de frijoles negros a 5 pesos.

Los empresarios cubanos, pese a lo reducido de sus estructuras y el cerco que padecen de las autoridades y corruptos a la sombra del Palacio de la Revolución, son ágiles reinventándose y buscando nuevas opciones para mantener abierto sus negocios, que iluminaron esa Habana gris, maloliente y llena de basura en que el castrismo convirtió a la capital cubana con años de desidia y abandono.

El tardocastrismo se debate entre dos grandes sectores, con matices, dinosaurios y cincuentones. Los primeros son, a priori, contrarios a cualquier reforma que ponga en peligro su poder absoluto, pues Raúl Castro y el resto no tienen donde esconderse en este mundo, por mucho dinero que hayan ahorrado en estos años. Los segundos saben que las reformas graduales y continuas son su salvación porque contribuyen a diseñar un escenario pretransición a la democracia.

Y el gobierno de Cuba ya no debe caer en la tentación de culpar a USA de todos sus males porque Obama tendió su mano y se la mordieron por el pánico que desató en Raúl Castro los gestos del entonces presidente norteamericano, acompañados por apuestas empresariales que implicaban transformaciones estructurales.

Si el Buró Político y la casta militar hubieran aprovechado la combinación del dueto Obama-Venezuela, Cuba estaría hoy mejor preparada para enfrentar los retos de Trump y su política cortoplacista de reelegirse y desalojar a Maduro de Miraflores; pero, como es habitual en el castrismo, apostaron todo a depender de un suministrador externo y Hillary Clinton, contribuyendo a generar ese mantra que repiten muchos desconocedores de la política norteamericana de que los demócratas son casi comunistas y apoyan a los Castros y que los republicanos son todo lo contrario.

Las reformas económicas cubanas están semicongeladas desde 1988-1989, cuando Felipe González mandó a Carlos Solchaga a La Habana para asesorar y el economista navarro constató que Cuba tenía capital humano bien preparado y conocedor de las recetas adecuadas para sacar a su país de la pobreza, pero el único freno era la mentalidad caciquil de Fidel Castro, que sacrificó cualquier atisbo de bienestar general al mantenimiento del poder.

La Cuba de ahora mismo no es la de 1989, ni siquiera la de 2016 y el Buró Político del Partido Comunista sigue sin reconocer la pluralidad enriquecedora de la mayoría de los cubanos y posponiendo la solución de muchos problemas estructurales que joden la vida cotidiana del pueblo cubano.

Recientemente, en un encuentro con economistas, el presidente Díaz-Canel criticó el “bloqueo interno”, al que identificó como complemento perfecto de la persecución financiera y el bloqueo norteamericano, en un claro guiño a los dinosaurios para que sigan tranquilos en sus mansiones de Kholy y Siboney.

Los cubanos empobrecidos, pero que no son tontos y están formados, no necesitan de tanto artificio verbal para retratar la escena nacional porque tiene las cuentas claras: “quien consigue entre 20 y 50 CUC mensuales reza todos los días porque la cosa no vaya a peor; quien recibe entre 100 y 200 CUC mensuales solo sueña con que bajen los precios y quienes reciben o ganan 1.000 o más CUC mensuales quieren que el gobierno los deje reinvertir y no siga atosigándolos con inspectores y policías que, por hambreados, también son corruptos”, concluyó la fuente, una economista cubana que se reinventó como repasadora de estudiantes y ahora ayuda en la contabilidad a pequeños empresarios privados.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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