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Cuba: el peligro de nombrar mal las cosas

En ese período que Díaz-Canel llama de creación colectiva, Cuba perdió a 660 mil ciudadanos que emigraron por diferentes vías, en su mayoría formados por la política educativa de la revolución, y que hoy trabajan con acierto, honradez y buenos dividendos económicos en la plural geografía cubana que originó la estampida colectiva.

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Propaganda en el Torreón de Cojímar Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 4 años

Los sistemas y civilizaciones confirman que están en crisis, cuando sus portavoces comienzan a nombrar mal las cosas; como le ha ocurrido al presidente cubano, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en su reciente y fallida remembranza de la crisis de los años 90 del siglo pasado.

El mandatario ni siquiera consigue ser original, pues esa tendencia a nombrar mal las cosas es una viejo hábito del castrismo y valgan para ello tres ejemplos: Libreta de Abastecimiento; en vez de Racionamiento. Trabajo Voluntario, al que muchos acudían obligados por un esquema represivo basado en méritos y deméritos. Período Especial en Tiempo de Paz. Seis palabras para no decir crisis económica.

Y ahora aparece Díaz-Canel con el hallazgo de que la crisis económica cubana de los años 90 del siglo pasado fue “un acto de creación colectiva”, disparate que adorna con la letanía de que Fidel y Raúl buceaban en el pueblo en busca de respuestas y que los cubanos castristas estarán acompañados siempre por los dos hermanos Castro Ruz más famosos.

La crisis económica de aquellos años ha sido el período más oscuro y difícil del castrismo, la revolución fue extinguida entre 1968 y 1975, y obedeció al esquema de dependencia económica que la URSS impuso a Cuba en su condición de portaviones geopolítico frente a Estados Unidos y porque la implantación del comunismo garantizaba a Fidel Castro el poder absoluto y prolongado, en detrimento de los cubanos.

La revolución fue un acto de creación colectiva porque surgió del consenso mayoritario de la pluralidad política de la República, que fue –mayoritariamente- nacionalista, anticomunista y cristiana. Aquella pluralidad, que cristalizó en sus sentimientos antibatistiano y antiimperialista, fue suplantada gradualmente por el monólogo verde oliva que aún agrede a Cuba.

Pero el “período especial” fue la consecuencia lógica de la desastrosa política económica de Fidel Castro, voluntarista y cegato ante la realidad que su hermano Raúl, que aún vive, y otros intentaron hacerle ver sin conseguirlo. El Primer Secretario del PCC no va a salir ahora a criticar a su hermano fallecido; pero Díaz-Canel puede preguntarle directamente por qué se refugió en sus cuarteles y ordenó a la tropa que los frijoles eran más importantes que los cañones.

Una vez superada la terrible coyuntura de la Crisis de Octubre (1962), el castrismo podría haber marcado equilibrios con el Kremlin a partir de una política económica racional; pero en 1968 no tuvo otra alternativa que apoyar la invasión del Pacto de Varsovia a la entonces Checoslovaquia, silenciar la matanza de Tlatelolco (México) y lanzar la Ofensiva Revolucionaria, que fue una imposición de Fidel Castro, que había perdido la votación en el Comité Central del PCC.

En ese período que Díaz-Canel llama de creación colectiva, Cuba perdió a 660 mil ciudadanos que emigraron por diferentes vías, en su mayoría formados por la política educativa de la revolución, y que hoy trabajan con acierto, honradez y buenos dividendos económicos en la plural geografía cubana que originó la estampida colectiva.

Lejos de andar trastabilleando con la “continuidad” y otras frases erróneas, lo que deben cuestionarse una y otra vez Díaz-Canel y los cincuentones es cómo es posible que se viva tan mal en el país de la región que mayores recursos dedicó a la creación de capital humano.

¿De qué sirve haber creado una vacuna contra el cáncer de pulmón, si el pueblo –ese buceador perenne y forzoso- tiene que tocar con CUC o el equivalente en pesos o mercancías, incluido alimentos, a médicos y enfermeras de la red sanitaria de atención primaria y especializada?

El éxito político de Díaz-Canel pasa por evitar en todo lo posible el pasado reciente y centrarse en el futuro, donde ya la valiente, aislada y golpeada oposición cubana tiene asegurado un sitio; pero eso de andar trasteando con el período especial equivale a mentar la soga en casa del ahorcado y si tanta creación colectiva produjo el hambre de los 90, ¿cómo es posible que ahora mismo Cuba se encuentre en encrucijada parecida por el colapso de Venezuela y la asfixia Trump?

Nadie escuchaba, nadie previó; y Díaz-Canel sabe perfectamente que Fidel Castro hablaba sin parar al pueblo, pero casi nunca escuchaba; sobre todo a aquellas voces del pueblo que pedían no abolir el Mercado Libre Campesino, que pedían no seguir empantanados en Angola, que pedían no fusilar a Arnaldo Ochoa, Antonio de la Guardia, Amado Padrón y Jorge Martínez.

La revolución tuvo mucho de creación colectiva, el castrismo casi nada.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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