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Paciel González: "Cuba fue el crisol, pero en España me encontré a Monet en un campo de amapolas"

Entrevista al pintor cubano Paciel González, radicado desde 1991 en Bilbao, España.

Paciel González © Cortesía del entrevistado
Paciel González Foto © Cortesía del entrevistado

Este artículo es de hace 4 años

Paciel González es un pintor, arquitecto, escritor y habanero que ha encontrado en Bilbao (norte de España) su casa desde 1991; cuando dejó atrás la isla física para hacerla flotar entre pinceles y trazos.

Si en su libro “Esquilo en La Habana”, un hombre aturdido por una jicotea que le cae en la cabeza funda una escuela de democracia, en Euskadi ha aprendido a desentrañar los grises del cielo que casi siempre barrunta agua sobre el golfo de Vizcaya, coloreándolos a su manera.

Cortesía del entrevistado

¿Qué pinta un pintor y arquitecto cubano en Bilbao?

La memoria, siempre pinto la memoria. Creo que se lleva en la mente la vida toda, no sé si llamarla patria, hasta lo olvidado está en ti. Olores de la infancia, música, el humor, maneras de hablar.

En mi caso las referencias artísticas, por darle un nombre, provienen de la plástica. La naturaleza me llega a través de la historia del arte. Por eso sigo siendo cubano, y también de Bilbao, pero en otras esferas de mi trabajo, no en la pintura. Técnica utilizada aparte, me parece que si viviera en La Habana pintaría lo mismo.

Cortesía del entrevistado

Viendo tus cuadros, uno aprecia la exuberancia Caribe en ellos, como ocurre en la literatura de Guillermo Cabrera Infante; ¿cómo consigues mantener ese pulso en ese norte lluvioso de España?

Es involuntario, llevo en mí todo lo visto en mi juventud, Portocarrero, Amelia, Carlos Enrique… esos colores, texturas, transparencias, me han acompañado siempre. Tuve la inmensa suerte de trabajar en el Museo de Bellas Artes, ellos eran mi día a día.

Desde niño mi pasión fue la pintura, más que los árboles reales me interesaban los arboles pintados. Cuando llegué a España y vi por primera vez un campo de amapolas vi a Monet y cuando veo una inundación en TV veo a Tomás Sánchez. Sabrás que me gusta la niebla, me recuerda la pintura romántica y los paisajes brumosos de Esteban Chartrand.

Cortesía del entrevistado

Suelo llevar siempre en paralelo varias líneas de trabajo, cuando veo que un camino se estrecha cojo otro. Esto suele pasar en un mismo día.

Una parte de mi se nutre de la vanguardia cubana, esa es una línea de trabajo. Me hace ilusión imaginar, solo imaginar, que soy la continuidad.

Otra línea de trabajo son imágenes fotográficas de monotipias que imprimo. ¡Caramba! sí que suena raro dicho así. Mejor ver el resultado. En estos trabajos me doy por satisfecho si me recuerdan a la naturaleza.

Y desde hace menos un mes, a propósito de la exposición La Utopía Paralela en Barcelona por la que me vi obligado a dibujar como lo hacía hace treinta, sí treinta años, me cuesta asimilarlo. Y ahora estoy enloquecido pintado al pastel. He vuelto a mis raíces expresionistas alemanas.

Todo es cubano porque lo aprehendí en Cuba, no importaba si el punto de partida es en Cuba, Alemania, o Estados Unidos. La Habana fue el crisol donde se fundieron esas vetas que excavo en Bilbao.

¿Cómo te sientes más cómodo, cómo arquitecto o como pintor, la arquitectura es un trabajo y la pintura una pasión, o son complementarias?

Cómodo, cómodo, cuando logro conjuntar ambas cosas en un mural, una instalación o un stand. Mi ideal es poder concebir desde el principio la unidad de la escultura y la pintura en un espacio. Con y en la arquitectura. Organizar la percepción de un espacio mediante la plástica es, creo, el arte supremo.

Trabajé mucho tiempo en esa línea haciendo arquitectura e interiorismo efímero. Fue una etapa muy fructífera que me mantuvo lejos de las galerías. Desde hace un tiempo me he propuesto volver a exponer y estoy haciendo obras que puedan colgarse de las paredes.

¿Cuál es tu opinión de la arquitectura cubana en el siglo XX?

Creo que hay que hacer un corte. La Habana es todavía una gran ciudad, en la primera mitad se construyeron obras exquisitas, grandiosas algunas. Pero lo importante es La Habana, nuestra ciudad ahora llena de muletas, ¿nos encomendamos a San Lázaro?

Después la arquitectura se vio secuestrada. Por un régimen y los “adheridos” al régimen. Se pudo hacer poco. Ahora mismo tenemos una exposición en el Museo La Virreina, Centre de la Imatge, Barcelona donde se exponen trabajos que nunca se realizaron y que los autores sabíamos que aunque muy modestos en cuanto inversión, eran imposibles de realizar.

Cortesía del entrevistado

Desde los años 80, pintores cubanos se han plantado frente al castrismo; ¿es tu caso y qué opinas de este fenómeno?

En Cuba participé en lo que pude, y dije con mi obra lo que pude. El Taller de Malecón en la Bienal de La Habana, la Arquitectura Joven Cubana y El Objeto Esculturado me sirvieron para cuestionar el sistema con mi obra. Debo aclarar que todo esto refugiándome en la ironía y con mucho miedo, pertenezco a una generación muy machacada. Otros artistas fueron más valientes y terminaron presos.

Ahora me solidarizo con todo el que denuncie la violación de los derechos humanos, hay gente muy valiente.

Durante 10 años, te desempeñaste como especialista en conservación del patrimonio cubano. Como fue esa experiencia; que valoración haces de la conservación de esa riqueza?

En lo personal y profesional fue una etapa maravillosa, trabajar –vivir- en el Museo Nacional de Bellas Artes era un sueño. Lo visto en aquella etapa todavía me acompaña, dicen que al morir te pasa por la mente toda la vida, si es así, estoy seguro que llegado el momento me daré unas carreras por sus salas y hasta tendré tiempo de recrearme una vez más ante algunas obras.

Diseñar museos y exposiciones era para mí el mejor de los trabajos, la arquitectura efímera permite muchas licencias. Se aprende mucho en un ambiente tan rico. De esta etapa tengo especial recuerdo del museo Panorámica de la Cerámica Artística Cubana en El Castillo de La Real Fuerza y la restauración del Museo Hemingway con la construcción del Pabellón del Yate Pilar.

En cuanto a la conservación del patrimonio cultural creo que debemos dividirlo a groso modo en dos grupos, por un lado la pintura, escultura, artes decorativas y por otro el patrimonio inmueble.

La pintura por ejemplo tenía una conservación exquisita, existía un equipo de restauradores muy capaz. Y también un equipo de investigadores que junto con los restauradores amaba su trabajo.

Cortesía del entrevistado

La otra parte de nuestro legado es muy distinta. La conservación del patrimonio inmueble es desastrosa, La Habana es una ruina, lo restaurado es insignificante en relación con lo restaurado. Siempre pienso en ciudad como un todo ¿qué fue de la Ciudad de las Columnas?

¿Cómo concibes el futuro de Cuba?

Dura pregunta y peor respuesta, no veo la luz.

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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