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Los cubanos no tienen vacuna contra la indefensión

Familiares como los de Paloma, como los de las 112 almas que murieron en un avión de Global Air hace más de un año, como los del Remolcador 13 de Marzo, han comprobado de manera terrible qué significa vivir en un país que ni es Estado ni entiende de derechos.

Miguel Díaz-Canel tuiteó hoy sobre la muerte de la niña Paloma © CiberCuba
Miguel Díaz-Canel tuiteó hoy sobre la muerte de la niña Paloma Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 4 años

El tweet de condolencias del (en teoría) presidente cubano, por la muerte de una bebita a manos del sistema de salud nacional, llegó esta mañana escoltado por otro dedicado a Fidel Castro, y un tercero aplaudiendo un premio honorífico otorgado en Estados Unidos a Eusebio Leal.

Fue una ráfaga de tres, casi al unísono. Primero Fidel, segunda Paloma, tercero Eusebio.

En el tweet sobre la muerte de la bebita, hay nueve vocablos dedicados a la niña y sus padres. El resto -veintiséis palabras- está dedicado a exaltar la labor del MINSAP, recordar que nada importa más a la Revolución Cubana que los niños, y victimizarse por la “manipulación política de adversarios”.

La matemática no solo es una ciencia exacta, es también simbólicamente hermosa. O dolorosa.

Le tomó 5 días después de cremado el cuerpecito de Paloma a Miguel Díaz-Canel reconocer una aberración como la perpetrada contra esta angelita. Una semana exacta después de que le colocaran aquella vacuna venenosa en el bracito, es que el Jefe de Estado da cuenta pública del incidente que, además de convertir en cenizas a una niña hermosa y saludable, envió a cuidados intensivos a otros cuatro más de los que se sabe poco o nada.

Durante toda la semana que los padres de Paloma agonizaron del dolor más infernal que pueda sentir un ser humano, Miguel Díaz-Canel tuiteó cinco veces fragmentos de discursos de Fidel Castro, y tres del Ché Guevara. Ambos, en inglés y en español. Para exhibir un mínimo de decencia, o compasión, o humanismo, no le alcanzaban los caracteres al gobernante.

El caso de esta niña y el silencio oprobioso de los medios cubanos, los dirigentes cubanos y el Ministerio de Salud Pública cubano, todos juntos en un mutismo nauseabundo hasta hace un puñado de horas, me trajo inevitablemente a la memoria la muerte de Orlando Zapata Tamayo en 2010.

Una semana después de convertido en cadáver, y porque la prensa extranjera ya había dado la voz de alarma, fue que los cubanos de dentro de la isla supieron que algo había pasado con un prisionero de conciencia. Solo entonces el noticiero nacional decidió que había que matar a Zapata un poco más con descréditos, falsedades y grabaciones espías a su martirizada madre.

Si algo ha traído a colación una vez más esta aberración acontecida en el policlínico Betancourt Neninger es la desprotección legal que padecen los cubanos a estas alturas, nueve meses después de aprobar y estrenar Constitución. La falta de derechos es absoluta: no solo no pueden asociarse como deseen, o elegir a quien deseen, o expresarse como deseen; tampoco pueden hacer pagar a nadie que decida privarlos de la vida o el bienestar.

Menos aún: no tienen siquiera el recurso de que los medios de comunicación nacionales van a hacer el trabajo por el que, en teoría, cobran un salario. Este es, dar voz a los de abajo, presionar a los de arriba.

“He recibido miles de mensajes, cientos de llamadas de todas las partes del mundo. Menos de mi país. Fuera de mi familia o mis amigos, ninguna autoridad, ni periodista, ni dirigente de salud pública, nadie me ha llamado a explicarme nada o responderme por haberme matado a mi hija”. Las palabras de Yaíma Caballero Peralta son atronadoras.

Como ella, los familiares de las 112 almas que despegaron en el Boeing 737 de Global Air hace más de un año y no volvieron a aterrizar con vida. Esos familiares, como los de Paloma, como los del Remolcador 13 de Marzo, como los de los niños a quienes un pedazo de alero les partió las cabezas en la escuela José Martí, han comprobado de manera terrible qué significa vivir en un país que ni es Estado ni entiende de derechos. Qué implica vivir en dictadura.

En las democracias desde luego existen las malas prácticas médicas. Y los aviones que se caen. Y los puentes que colapsan. Pero existen otras cosas también. Se llaman derechos.

Y son esos derechos los que permiten que los culpables de esas barbaridades den con sus huesos en la cárcel, y que los afectados no vuelvan a tener que preocuparse, al menos, por precariedades económicas.

Esos derechos garantizan de manera indirecta que la prensa local o nacional, si el caso trasciende, le caerá como pirañas a los cuerpos de los políticos, funcionarios, empresarios, quien sea responsable porque otro ser humano haya perdido la vida bajo sus competencias. La prensa es el cuarto poder, y no es por gusto, que nadie lo olvide.

¿Qué tienen los cubanos? Un mamarracho que tuitea frases de Fidel Castro, un sistema que no pide disculpas, y una web Cubadebate que acaba de publicar la bazofia nacida de las manos de Abel Prieto, ese canalla de crin hirsuta que no pudo envejecer peor, blandiendo lanzas por el sistema de salud cubano y de espaldas a la única realidad que ahora mismo importa: que dos padres se quedaron sin su bebita, y que la Cuba de palacios, consignas y reuniones, le importa un carajo.

De Palomas está sembrada esta terrible historia cubana del último medio siglo. Los cubanos no tienen una sola vacuna que les proteja de la indefensión crónica.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Ernesto Morales

Periodista de CiberCuba


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