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Coronavirus chino y neuritis cubana, la imposición del silencio comunista

El doctor chino Li Wenliang y el cubano Héctor Terry Molinet comparten la desdicha provocada por la imposición del silencio comunista.

Los doctores Li Wenliang y Héctor Terry Molinet © Twitter / Granma
Los doctores Li Wenliang y Héctor Terry Molinet Foto © Twitter / Granma

Este artículo es de hace 4 años

Li Wenliang y Héctor Terry Molinet nunca se conocieron. Chino el primero, cubano el segundo. Ambos médicos. Li murió este 7 de febrero a causa del coronavirus del que alertó dos semanas antes de la expansión del brote. Terry sobrevive en La Habana, desde abril de 1993, cuando Fidel Castro Ruz lo destituyó por decir que la Neuritis óptica obedecía a carencias alimentarias de la población.

Ambos médicos fueron víctimas del monólogo totalitario que, a la fuerza, imponen los partidos comunistas cuando gobiernan, escudándose en que informar sobre zonas dolorosas de sus países beneficia al enemigo.

El 3 de enero, Li Wenliang fue llevado a la comisaría de policía de Wuah, donde tras ser regañado por el comisario de turno, debió firmar una carta que es un trágico poema estalinista.

El médico chino tuvo el consuelo de que al menos el Tribunal Supremo de su país criticó la represión de la policía contra él y otros siete médicos que, alertados por Li, difundieron la alerta sanitaria entre colegas, vía móvil. El Diario del Pueblo informó el 1 de enero que ocho personas habían difundido rumores y advertían a la gente que podía estar tranquila porque China disponía de una infraestructura sanitaria adecuada.

El 3 de enero, Li Wenliang fue llevado a la comisaría de policía de Wuhan, epicentro del coronavirus, donde tras ser regañado por el comisario de turno, debió firmar una carta que es un trágico poema estalinista: “¡Si insiste en mantener sus propias opiniones, sin arrepentimiento, y continúa cometiendo actos ilegales, recaerá sobre usted el peso de la ley! ¿Lo ha entendido?”. “Respuesta: Entendido”, se añade, junto con la firma de Li.

Un día después de su fallecimiento, el coronavirus ha matado a más de 800 personas y contagiado a más de 37 000, en diferentes países del mundo, con especial intensidad en China, una dictadura comunista que algunos pretenden blanquear con su desigual desarrollo económico, como hace constantemente la casta verde oliva y la prensa anticubana a su servicio.

Héctor Terry Molinet ha tenido la desgracia de sobrevivir a su infierno personal provocado por el dictador Fidel Castro Ruz que, en un arranque de rabia, decidió borrarlo del mapa político y sanitario del país; pese a sus méritos históricos como luchador antibatistiano y epidemiólogo de reconocido prestigio, como demostró en su acertada estrategia contra la epidemia de dengue, en 1983.

La primavera de 1993 fue el fin de Terry Molinet tras afirmar delante del propio Castro, que la epidemia de Neuritis óptica obedecía a las carencias alimentarias de los cubanos.

La primavera de 1993 fue el fin de Terry Molinet como viceministro de Salud Pública a cargo de la Higiene y Epidemiología, tras afirmar delante del propio Castro, en una reunión de cuadros y funcionarios médicos, que la epidemia de Neuritis óptica obedecía a las carencias alimentarias de los cubanos y no a dos "agentes químicos de origen desconocido", como rezaba la propaganda oficial, jugando siempre con alusiones directas e indirectas a Estados Unidos para justificar su propia incompetencia.

Granma, ese inventario fantástico de logros alcanzados y dificultades que aún subsisten, agredió a sus lectores entonces con un haiku made in Departamento de Orientación Revolucionaria (DOR) del Comité Central del Partido Comunista de Cuba: "Aunque aún se presentan esporádicamente algunos casos, hoy se puede anunciar que la neuropatía epidémica ha sido controlada (...) La población puede sentirse completamente segura", y se continúa trabajando para "impedir que se convierta en un problema de salud".

A esas alturas del lirismo revolucionario, 50 000 cubanos padecían de Neuritis óptica y 400 de ellos con pronóstico "desfavorable". Ningún cubano falleció a causa de esta epidemia, pero mientras el doctor Terry Molinet rumiaba su dolor en casa a la espera de otras tareas revolucionarias, el gobierno distribuía gratuitamente vitaminas entre la población para combatir la enfermedad que habría causado un agente químico desconocido, siempre según la versión oficial.

El Tribunal Supremo ¿Popular? no dijo ni mu sobre el caso, los médicos y científicos cubanos callaron cobardemente ante el atropello de Castro.

El doctor Terry terminó sus días laborales entre la atención a los combatientes de la revolución en La Habana e ilusionado con conseguir financiación extranjera para lanzar un programa de balneoterapia, restaurando los balnearios que la gesta -por la que luchó y a la que sirvió con honradez y lealtad- había destruido previamente, en su ofensiva contra la mayoría de los cubanos.

Lamentablemente, la escaramuza en la que Héctor Terry Molinet murió política y administrativamente no fue excepción, ni rareza. El año pasado, el Ministerio de Salud Pública (MINSAP) prohibió a los médicos cubanos decir que estaban afrontando un brote de cólera, proveniente de Haití, e impusieron la nomenclatura EDA (Enfermedad Diarreica Aguda).

También en 2019, un médico cubano destinado en Venezuela denunció cómo eran presionados por los representantes del MINSAP para inflar las estadísticas de atención a pacientes venezolanos, en ese esquema batistiano de cambiar atención médica por votos a favor del chavismo.

Seguimos sin saber cuál es la epidemia más letal para Cuba, si la diarrea mental aguda del comunismo vitrina afincado en el capitalismo de estado o la cólera soterrada de un pueblo noble, generoso, empobrecido y machacado por unos verdugos que insisten en vivir soslayando la desventura que provocan con sus decisiones y estruendo mentirosos.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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