A las redes sociales subió un nueva imagen de las particularidades del transporte público en Cuba, específicamente desde La Habana, donde un hombre no se lo piensa dos veces para abordar la ruta del P-12 junto a su moto, como si fuera su inseparable córcel.
Esta modalidad de transporte en el transporte, valga recordarlo, no es del todo inusual.
Desde crisis anteriores, los funcionarios habían puesto a rodar por La Habana un ómnibus que solo se dedicaba a cruzar ciclos y motocicletas a través del Túnel de la Bahía, ya que tales medios no pueden circular dentro de esa obra emblemática que conecta en cuestión de minutos el centro de la ciudad con la zona Este.
Al vehículo que prestaba esos servicios se le conoce por el nombre de Ciclobús. Pero, yendo al grano, lo que llama la atención de la imagen compartida este lunes es que alguien, en pleno uso de sus facultades, suba con una moto a un ómnibus regular de pasajeros. Aunque tratándose de Cuba, en honor a la verdad, casi nada debería ya asombrarnos.
Pese a las expresiones de asombro en Facebook, tampoco podemos asegurar que es el primer caso de su tipo: Uno de los comentaristas, de hecho, comparte la imagen de una “iniciativa” similar ejecutada en un P-2, en julio de 2019, y véase la "naturalidad" de los viajantes y del propio motociclista, reflejadas en sus rostros.
En fechas más recientes, las redes sociales también hicieron de vitrina para colgar imágenes de un refrigerador que era transportado en una guagua llena de personas, igualmente en La Habana, considerada hace unos años Ciudad Maravilla por la organización New7Wonders.
El refrigerador viajó entonces, como un pasajero más, en la ruta del P-11, que enlaza el reparto del Vedado con el de Alamar en un periplo, por momentos, bastante tortuoso.
También se han cargado a las célebres guaguas otros artículos de grandes dimensiones, como muebles o puertas.
Lo cierto es que el país vive actualmente una crisis de combustible que afecta tanto al transporte estatal como el privado, una situación “coyuntural” que obliga a los cubanos a abordar desesperadamente lo primero que se les plante enfrente, con tal de resolver sus problemas lo más pronto posible.
Así la Isla seguirá aportando estos cuadros surrealistas al mundo, ante los cuales algunos abren los ojos como platos, mientras otros bien pudieran adaptar al contexto las palabras del bereber Publio Terencio y decirse a sí mismos: “Soy cubano, nada cubano me es ajeno”.
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