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Gobierno cubano confunde propaganda y necesidad con riesgo

Espasmos del tardocastrismo.

Control sanitario en la Terminal 3 del aeropuerto José Martí © Juventud Rebelde
Control sanitario en la Terminal 3 del aeropuerto José Martí Foto © Juventud Rebelde

Este artículo es de hace 4 años

En un arranque cheguevariano, el tardocastrismo ha lanzado una campaña para atraer turistas en medio de la pandemia de coronavirus made in China, confirmando la gravedad de su crisis económica, pero sin dejar de alardear con propaganda sanitaria para incautos, gusañeros y portavoces.

Preguntado por Camilo Cienfuegos Gorriarán y Ernesto Guevara de la Serna, Fidel Castro Ruz dijo que Camilo era un hombre valiente y el Che un temerario con especial predestinación hacia la muerte. Y esta última parece la conducta del gobierno cubano cuando revolotea con el manejo de una apariencia de excepcionalidad privilegiada, que es un cambio de estrategia notable en su política de comunicación.

Hasta la crisis mundial del coronavirus, La Habana mantuvo un discurso orientado a intentar dibujar a Cuba como el menos malo de los países pobres posibles, con las habituales letanías sobre salud y educación, que encontraron perfecto complemento en sus campañas batistianas de cambiar asistencia médica por votos para sus aliados en Venezuela, Brasil, Ecuador y Bolivia.

Pero los malos datos de llegadas de turistas en 2019 y enero pasado deben haber hecho saltar las alarmas en el Palacio de la Revolución y, la histeria mundial por el coronavirus, ha sido el pretexto ideal para lanzar una inexplicable y riesgosa campaña de invitar a extranjeros a visitar Cuba, cuando la mayoría de los países sensatos han limitado severamente los movimientos de sus ciudadanos.

La estrategia ha ido escalando, pues cuando el foco principal de atención y tensión por el Covid-19 estuvo en China, uno de los pocos aliados del tardocastrismo, el gobierno se limitó a dar noticias sin mayores detalles y a alegrarse con la elección de uno de los Interferones made in Cuba para fortalecer el sistema inmunológico de los enfermos.

Las autoridades cubanas no han dicho que el Interferón alfa 2B recombinante (IFNrec) cure el coronavirus, pero el compañero Nicolás Maduro y otros entusiastas del disparate echaron a rodar la supuesta buena nueva como si se tratara del medicamento del siglo. Vano empeño, porque los interferones se producen en Cuba desde 1982 y -hasta ahora- no habían sido usados para combatir neumonías graves.

Dentro del cambio de estrategia, se inserta la decisión riesgosa, aunque rentable -a priori- en propaganda y recaudación, de permitir el atraque del crucero MS Braemar, con infectado a bordo, y evacuación del pasaje y la tripulación no esencial para la navegación, al Reino Unido por vía aérea.

La decisión, que el gobierno cubano intenta justificar en solidaridad, sorprendió a propios y extraños porque miembros de la Commonwealth, como Barbados y Bahamas, se negaron a acoger el barco en sus puertos.

La solidaridad es una seña de identidad de Cuba, no de ningún credo político; con ejemplos varios de altruismo como las donaciones de sangre y de órganos, algunas misiones civiles en el Tercer Mundo, y las remesas monetarias y recargas telefónicas, con que la demonizada emigración cubana ayuda a sostener a sus familiares y amigos en la isla.

Pero el tardocastrismo sigue siendo insolidario con el noble y empobrecido pueblo cubano, al que paga en pesos cubanos y cobra alimentos, medicamentos y artículos de primera necesidad, incluidos los de aseo, en dólares y otras 12 divisas extranjeras.

La generosidad debe ser un rasgo permanente de la cubanidad, pero empezando por casa para limpiarla de Dengue, Sika, Chinkungunya, Leptospirosis, Cólera y otros males que enferman y duelen a los cubanos; y ya no vale la excusa politiquera de que con los ingresos por turismo se pueden pagar determinados suministros y servicios a la población porque cada vez los cubanos se sienten más desamparados.

De hecho, durante el embullo Obama, cuando La Habana se llenó de turistas americanos en busca del dinosaurio de la Guerra Fría y la fotogenia de la pobreza estructural, los hospitales cubanos siguieron siendo deficitarios y malolientes; y la división de la sociedad en pobres y ricos se hizo más evidente.

Suplantar la realidad con entusiasmo es un viejo vicio castrista, que ha vivido convirtiendo reveses en victorias hasta la derrota final; pero esta vez se trata de la salud humana, de la vida de los pobres, con los que Martí, el que dicen fue autor intelectual del Moncada, quiso su suerte echar.

Cada gobierno es responsable de sus actos, incluidas las irresponsabilidades, solo que jugar a la ruleta rusa implica un pequeño inconveniente: Siempre hay una bala en la masa del revólver o recámara de la pistola.

Suerte para la mayoría de los cubanos, que los posibles turistas están aterrados y cualquiera que haya tenido la tentación de volar a La Habana en busca de la salvación, habrá visto y leído el desespero y desencanto de unas viajeras italianas atrapadas en el IPK habanero y espantadas de lo que vieron y escucharon.

Lástima para el tardocastrismo que Antonio Núñez Jiménez y Manuel Octavio Gómez hayan fallecido porque ahora serían los mejores guías posibles para esa procesión de turistas armados con dólares y euros marchando hacia el río próximo a la finca "Las Ayudas", donde el espíritu de Antoñica Izquierdo los libraría del coronavirus.

Sería un negocio redondo, aún corriendo el riesgo de que se colapsen las líneas de Cubacel, desvelando al ministro Di Lella, con tanto yuma salvado llamando a todo el mundo para comunicar el hallazgo del cuarto misterio de la Virgen de Fátima.

Por el tumulto no hay que preocuparse porque Isabel María, el valle pinareño donde vivió y curó Antoñica, es tierra de Malagones, esos doce apóstoles de la milicia que -junto a Carlos Puebla- formarían el cuadro bucólico de una revolución empeñada en acabar la diversión y no mentir jamás.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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