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Cuba angustiada por el atroz dilema de decencia o sobrevivir

La enésima ofensiva represora del castrismo carece de legitimidad y apoyo popular.


Este artículo es de hace 3 años

A falta de pan; circo, ha decidido la casta verde oliva en una repetición mimética de aquellos saltos emocionales y colectivos al vacío de Fidel sacude la mata y la Rectificación de errores y tendencias negativas, cuando la masa empobrecida por el Partido Comunista de Cuba aplaudía la guillotina revolucionaria contra corruptos y merolicos.

La novedad de la enésima ofensiva represora es que carece de legitimidad porque quien reprime es el principal responsable de la pobreza de Cuba y porque la mayoría de los cubanos desconfía del poder y sufre viendo a sus aliviadores de miserias quemados en la pira de la televisión anticubana, donde Torquemadas halalevas se muestran implacables, fingiendo simbolizar la ira popular.

¿Cómo es posible que los intrépidos inquisidores de la prensa anticubana solo descubran a Giordano Bruno y Galileo Galilei en la subguara de la economía informal y no llamen a la puerta de GAESA, CIMEX, TRD, etcétera para contar cómo se construyen los precios y cuál es el margen de beneficio aplicado en toda esa pacotilla Made in China que el estado vende a precios de boutiques de París o Nueva York?

Los operativos escenográficos contra macetas son baba sin quimbombó para un ratico y hambre para después que acaban el NTV, Hacemos Cuba y Tras la huella, que siguen esquivando abordar la responsabilidad de los miembros del Buró Político y del general Luis Alberto Rodríguez López-Calleja en el delito de lesa humanidad que consiste en vender alimentos y artículos de primera necesidad en una moneda artificial (CUC) valuada 25 veces más que el peso cubano, con que pagan salarios y pensiones a los pobres del Cundeamor y ETECSA.

Reportaje televisivo sobre la represión contra especuladores y revendedores / Foto: Captura vídeo TVC

La represión podrá destituir y encarcelar a corruptos y macetas, pero no podrá con la pobreza que genera delitos varios y pone en un dilema ético a muchos cubanos que deben elegir entre cumplir la ley o dar de comer a sus hijos y nietos; como ya sufrieron con la explosión del jineterismo de hombres y mujeres, que eran cultos y sanos, según el comandante en jefe.

El escarnio televisivo de un acaparador de perros calientes contentará temporalmente a un pequeño grupo de veteranos revolucionarios y a los burócratas fingidores que desempeñan carguitos en la estructura del tardocastrismo, pero no erradicará la escasez de alimentos.

La Mesa Redonda, representativa vidriera de la casta anticubana, ha tenido la indecencia de amplificar la queja de ministros, burócratas y alabarderos fingiendo indignación con la indisciplina social en tiempos de coronavirus; en ese cinismo permanente de culpabilizar a la víctima de su escarnio.

Los Patricios romanos, los bushidos, y hasta los mafiosos tienen reglas éticas que no violan, pero algunos relativistas morales que desempeñan cargos en Cuba y sus guatacas parecen desprovistos de cualquier escrúpulo moral y lo peor no es que anden escasos de decencia, sino que lo demuestren en espacio estelar sin recato alguno.

El reparto de megas gratis que hace ETECSA entre combatientes del ciberespacio podrá generar efímeros espacios del cuento de la Buena pipa, pero no llevará el agua potable a los sedientos cubanos ni acabará con el coronavirus, Influenza A, dengue, zika, el chinkunguya, cólera, el VIH y la venta de medicamentos robados en almacenes, farmacias y hospitales.

Cuba, además de nación fallida, es un país de disyuntivas atroces como el desusado Patria o Muerte y el vigente Dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada; pero -sobre todo- está harta de tener que vivir por la izquierda, y con el sobresalto de hacer colas aún sin saber que podrá comprar, cuándo se irá la luz y cuándo pondrán el agua.

Terrible dilema de cubanos: elegir entre vivir con decencia y respeto a la ley o su propia supervivencia, en medio de una crisis estructural de la economía que ha obligado al gobierno a solicitar al Club de París el aplazamiento del pago de 80 millones de dólares anuales, hasta 2023.

La permanente Bolsa negra ha sido una válvula de escape alentada por el castrismo para aliviar tensiones y -de paso- enjuiciar a sus opositores políticos por delitos comunes, cuando no consiguen demostrar la licitud del recurso hallado en su vivienda.

Cuba es una nación fallida porque su gobierno obliga a la mayoría de sus ciudadanos a vivir al margen de la ley, arriesgándose a caer en alguna de las cíclicas campañas represivas gubernamentales cuyo verdadero objetivo no es castigar al infractor, sino intentar manipular a la masa adolorida para que culpen a Donald Trump y a los especuladores de cadenas de oro y Audis de su pobreza y agonía.

Cuba es una nación fallida porque la hostilizada oposición carece de mirada estratégica para salvar a su país y ahora mismo, los hombres nuevos del anticastrismo andan enfrascados en su penúltima escaramuza de autoexterminio por el uso del dinero que reciben de instituciones norteamericanas e internacionales.

Aquellos bobos solemnes que habitan en la maltratada oposición cubana alegan que pretenden dar ejemplo de transparencia, algo que viene establecido en la propia reglamentación de sus financiadores, que son públicos y transparentes porque están sujetos al imperativo legal que establece la democracia. Raro suicidio frente a los continuadores de los reyes del tumbe.

Cuba es una nación fallida porque a la indecencia de su gobierno corresponde la indecencia de oportunistas como Alex Otaola, que en enero se erigió en paladín de Cero Viajes, Cero Remesas y Cero Recargas para intentar rendir por hambre a sus paisanos y ahora se apunta al carro de donación people to people que -inteligentemente- diseñó Rosa María Payá de Cuba Decide, poniendo en un brete a la dictadura.

Cuba es una nación fallida porque la mayoría apoyó a Fulgencio Batista y sus crímenes, a Fidel Castro y sus fusilamientos, incluidos el ametrallamiento del barco XX Aniversario en el matancero río Canímar, el hundimiento del remolcador 13 de marzo en aguas de La Habana y las porras maoístas de repudio contra cubanos que huían del paraíso por Mariel.

Cuba es una nación fallida porque teniendo uno de los mejores capitales humanos de la región tiene que vivir mendigando a China, Viet Nam, Rusia y Venezuela lo que sus hijos podrían producir con talento, honradez y esfuerzo, como hace constantemente la vilipendiada y solidaria diáspora cubana en playas de extravío sentimental y bienestar material.

Cuba es una nación fallida porque finge no enterarse dónde y con quiénes aprendieron todos esos cuadros -desde Luis Orlando Domínguez hasta el que truenen pasado mañana- las técnicas de apropiación indebida, vacilones a costa del erario público y otras mieles del poder, que son base material de estudio de Villa Marista.

Cuba es una nación fallida porque el castrismo ha producido a todos esos delincuentes que ahora horrorizan a la televisión, y que son expertos en robo de recursos estatales, generación de riqueza y expatriación de capitales a bancos norteamericanos y europeos, que son base material de estudio de 100 y Aldabó.

Cuba es una nación fallida porque padece a los verdugos de su tragedia y los desprecia, pero calla porque está huérfana de un liderazgo sensato, generoso y con luz larga que ponga en valor la decencia frente al totalitarismo y movilice democráticamente al exilio y el inxilio frente a la cultura de la pobreza y la indefensión aprendida y aprehendida del No es fácil.

¡Pobre Cuba!, que triste sobremorir así. De tanto prostituir el delirio colectivo, parece condenada a la afrenta permanente de robar callando, fingiendo regocijo ante toda ocurrencia gubernamental y soportar la cruel disyuntiva de Mariela Castro o Alex Otaola, como si los cubanos tuvieran que andar siempre en dos bandos y tapar las miserias de los suyos en aras de la derrota final.

Nunca es más cerrada la noche, que justo antes del alba y el tardocastrismo es ya espejismo que recurre a jugueteos cóncavos para esconder el miedo que se ha apoderado del Palacio de la Revolución y que provoca en Granma espasmos como la conversión de Fidel Castro Ruz en el Cid Campeador, aquel guerrero que después de muerto, fue amarrado por sus hombres al lomo de su caballo Babieca para que siguiera amedrentando al enemigo.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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