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Rosita de Cuba

Nacida en Estados Unidos, hija de españoles y gloria de Cuba.

Rosita Fornés en el homenaje que por los 80 años de vida artística © Julita Osendi
Rosita Fornés en el homenaje que por los 80 años de vida artística Foto © Julita Osendi

Este artículo es de hace 3 años

Dijo no a Cantinflas; aceptó un juego de Esmeraldas carísimo que le regaló Fulgencio Batista, una casa en bajos, cercana a la de Alicia Alonso, en Siboney, que gestionó Armando Hart y su muerte llenará de tristeza a los viejos y tembas de Cuba a los que hizo felices y erotizó desde los escenarios y a su claque de pájaros que la han cuidado y admirado hasta el final.

Rosita tuvo que vencer la resistencia familiar a ser artista y triunfó en la época de oro de la farándula cubana, elevándose desde la Corte Suprema del Arte hasta la máxima popularidad y tocando todos los palos, desde la zarzuela hasta la rumba, pasando por el cine, donde su papel en "Se pemuta" se comió a Mario Balmaseda, Ramoncito Veloz e Isabel Santos.

El actor-empresario mexicano Manuel Medel la llevó al altar y tuvieron una hija que hoy andará rota de dolor porque tras la muerte de Armando Bianchi, el segundo marido de Rosita, se hicieron inseparables; Rosa María hizo además de puente con toda la familia, incluido su hermano Leopoldo Fornés Bonavía residente en España desde 1968.

Cuando Leo Fornés visitó Cuba se sorprendió porque la joven Oficial de Inmigración le dijo: "Su apellido aquí es muy famoso porque tenemos una artista... y él respondió es mi hermana, y está afuera esperándome" y la oficial agilizó el trámite de entrada para que Leo y Rosita se pudieran abrazar lo antes posible.

Rosita nunca fue diva fuera del escenario, se manejó siempre con la sencillez que aprendió en casa y, cuando dejaba de actuar, atendía a las personas que se acercaban con afecto y naturalidad. Amanda Paret González lo vivió en primera persona en el cabaret de Remedios, cuando estando ella en sexto grado de Primaria acudió a ver a la Fornés.

"Rosita actuaba sentada en una mesa y tomando un vaso de vino y con un ademán de su mano tiró el vaso, pero se recompuso y siguió cantando y actuando como si el accidente formara parte del libreto"; al final, aquella niña, hoy con 24 años, saludó a la estrella, que la besó y deseó lo mejor en su vida y en los estudios.

Cuando Juan Pablo II visitó Cuba, celebró un acto con intelectuales y artistas en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, adonde llegó Fidel Castro Ruz minutos después que el Santo Padre y tuvo que detener su caminar porque Rosita Fornés estaba arrodillada frente al Papa, en el pasillo de acceso a la mesa presidencial

Todos contemplaban la escena con curiosidad y algo de inquietud, pero Castro Ruz resolvió el tema como el gran actor que era cuando valía la pena. El Papa avanzó y Fidel exclamó: "¡Rosita!", la ayudó a levantarse y se saludaron con afecto.

El azar vital ha querido que muera en el mismo país donde nació: Estados Unidos de América. Nueva York vio nacer a aquella niña rubita de ojos insoslayables y Miami ha visto morir a una de las cubanas más queridas de todos los tiempos por tres razones: Versatilidad artística, cubanía y bondad.

Rosita Fornés jamás firmó una carta de apoyo a fusilamientos ni agredió a cubano alguno porque pensara de manera diferente a la suya o a la dictadura verde oliva y hegemónica que cerró cabarets y dejó destruir dos veces el Teatro Musical de La Habana; tampoco criticó las injusticias del castrismo, instalándose en una zona de incómodo confort.

Solo fue rebelde en casa, cuando un día de truenos y relámpagos, ordenó tapar todos los espejos porque se sentía "harta de realismo socialista"; el resto del tiempo vivió soportando el precio de la fama, como contó Luis Carbonell -uno de sus grandes amigos- en un homenaje que abarrotó el teatro.

Rosita Fornés fue carne de espectáculo, de rumba, de sueños eróticos y altar de pájaros, a los que amadrinó y quiso como familiares cercanos y la han cuidado hasta su muerte esta madrugada en Miami; evocando al maestro Meme Solís, cuando escribió esa página suya, que ella cantó como nadie: Tendré una vida nuevamente para darla, sin un reproche...

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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