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Hasta 25 mil CUC por una bóveda en el cementerio Santa Ifigenia de Santiago de Cuba

El precio de un «lugar de descanso eterno» depende de factores como el patio donde se ubique la bóveda, el tamaño, los materiales con que esté fabricada, si tiene o no piezas de arte, y si está o no vacía.

Cementerio de Santa Ifigenia (Imagen de referencia) © CiberCuba / José Roberto Loo Vázquez
Cementerio de Santa Ifigenia (Imagen de referencia) Foto © CiberCuba / José Roberto Loo Vázquez

Este artículo es de hace 3 años

Hasta en 25 mil CUC se ha llegado a vender una bóveda en el Cementerio Patrimonial Santa Ifigenia, en la ciudad de Santiago de Cuba, un negocio que si bien no llega a ser ilegal se mueve de forma «undergroud» pues involucra a corredores, propietarios, tasadores de arte, restauradores, entre otros personajes de la sociedad contemporánea.

“Sé de una bóveda de mármol de carrara y decorada con finas piezas de arte que llegó a venderse en 25 mil CUC”, comenta una profesional que prefiere mantener el anonimato y añade que “pero también se han vendido en 15 o 10 mil CUC, precios que hoy tienen apartamentos o casas en la ciudad”.

Acota que el precio de un «lugar de descanso eterno» depende de factores como el patio donde se ubique la bóveda, preferentemente en aquellos terrenos que no se inunden, también del tamaño, de los materiales con que esté fabricada, si tiene o no piezas de arte, y hasta de si la venden o no con «inquilinos»…

“¿Te asombras? Es cosa de película pero hay quien vende la bóveda hasta con los huesos de sus familiares, amigos, conocidos y hasta desconocidos, es cosa de un guión de película cubana, pero es así. Hay personas que heredan la bóveda, o simplemente no quieren ocuparse de los restos y te la venden así mismo”, refiere.

El Cementerio Patrimonial Santa Ifigenia posee unas 10 mil bóvedas, de ellas se dice que unas siete mil son privadas, de ahí que sea un negocio lucrativo y bastante invisibilizado en la sociedad.

“¿Razones para vender una bóveda? Pues hay muchas, desde que necesitan el dinero, familias que poseen más de una, hasta personas que se van del país y como mismo hacen con sus bienes, casa, televisor, refrigerador, etc., que se venden, lo mismo con la bóveda personal o familiar, que esté a su nombre. Otros simplemente prefieren cremar sus muertos y vender este bien del patrimonio familiar y hacer algo de efectivo de paso. Sé de alguien que, incluso, la razón fue para irse ilegal del país, y de otro que fue por una deuda…”, añade.

No sólo se venden las bóvedas en el Cementerio Patrimonial Santa Ifigenia, de Santiago de Cuba, también se han comercializado terrenos donde luego se construye el lugar osario.

“El negocio de la venta de bóvedas incluye personas que arreglan, restauran estos lugares de descanso eterno, si es de mármol, por ejemplo, hay personas especializadas en repararlas y hacer cosas como esos libritos donde se colocan frases, etc. Es un negocio lucrativo, pero sin mucha publicidad. Y aunque sé de una que se vendió por 25 mil CUC, no es el precio más usual, pero sí te cuestan tres mil CUC, más menos, muerto de risa”, sentencia.

El Cementerio Patrimonial Santa Ifigenia es hoy uno de los lugares más visitados en la ciudad de Santiago de Cuba, luego de que fueran depositados en él los restos mortales de Fidel castro Ruz.

La necrópolis santiaguera se inauguró en 1868, es Monumento Nacional desde 1937 condición ratificada en el año 1979, también alberga personalidades de la ciencia, el arte, la medicina y otros sectores, y se considerada el mayor museo a cielo abierto de Santiago de Cuba al agrupar piezas importantes del arte funerario en el país.

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José Roberto Loo Vázquez

Periodista de graduación, y fotógrafo de pasión, dos historias que se entremezclan y atrevidamente me hacen llamarme fotoreportero. Si sumamos mi amor, por la ciudad de Santiago de Cuba, no es difícil entender mi preferencia: fotoreportero que gusta resaltar su urbe natal, la “tierra caliente”.


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José Roberto Loo Vázquez

Periodista de graduación, y fotógrafo de pasión, dos historias que se entremezclan y atrevidamente me hacen llamarme fotoreportero. Si sumamos mi amor, por la ciudad de Santiago de Cuba, no es difícil entender mi preferencia: fotoreportero que gusta resaltar su urbe natal, la “tierra caliente”.

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