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Primer caso probado de transmisión de coronavirus de una embarazada a su hijo en el útero

El pequeño se infectó a través de la placenta y a los tres días de nacido mostró problemas neurológicos.

Embarazada (Imagen referencial) © Pikist
Embarazada (Imagen referencial) Foto © Pikist

Este artículo es de hace 3 años

El primer reporte de transmisión de coronavirus de una embarazada a su hijo en el vientre materno ocurrió en un hospital de Francia en marzo pasado, aunque ha sido ahora cuando el caso salió a la luz.

El suceso fue revelado en el Nature Communications por obstetras del hospital Antoine Béclère de Clamart de París. La madre, de 23 años, ingresó enferma en su semana 35 de gestación y tras practicarle una cesárea, tanto ella como su hijo dieron positivo al virus en los test de diagnóstico.

Los análisis detectaron la presencia del patógeno en la placenta, así que los especialistas subrayan que esta fue el vehículo por el que el virus llegó hasta el niño.

“Hemos demostrado que la transmisión de la madre al feto es posible a través de la placenta en las últimas semanas de embarazo”, dijo el doctor Daniele De Luca, del citado centro, a la agencia AFP.

“Había que analizar la sangre materna, el líquido amniótico, la sangre del recién nacido, la placenta, etcétera. Reunir todas estas muestras durante una epidemia con emergencias en todas las direcciones no fue fácil. Por eso se sospechaba, pero faltaba demostrarlo”, añadió el galeno, autor principal del estudio.

Según describe el artículo, la joven gestante presentaba al ingresar síntomas típicos de la enfermedad como fiebre alta y mucha tos y expectoración. A los tres días se le practicó una cesárea para reducir el riesgo de contagio durante el parto.

Al analizar la sangre del recién nacido se observó la presencia del virus pero donde la carga viral era más alta, más que en el líquido amniótico e incluso que en la sangre de la madre y del niño, fue en la placenta.

A los tres días de nacer el bebé comenzó a mostrar manifestaciones que indicaban daños neurológicos: perdió el apetito, empezó a mostrarse irritado, con rigidez en la postura corporal y una alta hipertonía axial (aumento del tono muscular en las extremidades).

Una resonancia magnética detectó inflamación en algunas áreas del cerebro, algo que solo se había comprobado en pacientes de coronavirus adultos. A los tres días la inflamación disminuyó y también los demás síntomas.

“El recién nacido no recibió antivirales ni ningún otro tratamiento específico, se recuperó gradualmente y finalmente fue dado de alta del hospital después de 18 días”, subraya el estudio.

No obstante, continuó siendo evaluado por los médicos hasta que a los dos meses tanto su crecimiento como el resto del examen clínico fueron normales. Sin embargo, aún falta por determinar si el contagio del virus no traerá consecuencias neurológicas negativas a largo plazo en el niño.

“Este caso ilustra el impacto potencial en el cerebro, lo que es preocupante para los neonatólogos”, dice Ela Chakkarapani, investigador en neurociencia neonatal de la Universidad de Bristol.

“Los cambios de neuroimagen observados en este caso no son nada devastadores, pero podrían conducir a déficits intelectuales a largo plazo. A menudo es difícil detectar signos neurológicos clínicos anormales sutiles en los recién nacidos. Dado este estudio, necesitamos determinar si los bebés que han estado expuestos al SARS-coV-2 tienen problemas de desarrollo neurológico a largo plazo. Evaluar el desarrollo de estos bebés a los 18-24 meses en primera instancia nos ayudará a comprender si existe un impacto de la exposición temprana al SARS-CoV-2 en el desarrollo neurológico”, detalló.

A finales de junio un estudio realizado por el centro Northwestern Medicine, en Estados Unidos, reveló que el coronavirus causaba lesiones en la placenta de las embarazadas, aunque no demostró qué efectos podría causar ese daño en los recién nacidos.

Tras analizar las placentas de 16 mujeres en estado de gestación que dieron positivo al virus durante el embarazo, los científicos descubrieron una lesión que indica un flujo sanguíneo anormal entre las madres y sus bebés en el útero.

Según explicó Emily Miller, profesora de Obstetricia y Ginecología en la referida universidad, las placentas de esas pacientes tenían dos anormalidades comunes: un flujo sanguíneo insuficiente de la madre al feto con vasos sanguíneos anormales, así como presencia de coágulos sanguíneos denominados trombos intervellosos.

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