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Actriz cubana Karla Domínguez: “De Sheila me ha quedado todo”

Su primer desempeño a lo grande le tocó en la pequeña pantalla cuando interpretó a Sheila en la novela El rostro de los días.

Karla Domínguez y su familia en la novela El rostro de los días © Cortesía de la entrevistada
Karla Domínguez y su familia en la novela El rostro de los días Foto © Cortesía de la entrevistada

Este artículo es de hace 3 años

Dejar la Isla de la Juventud por venir a La Habana persiguiendo un sueño no fue fácil. Con apenas 16 años, sin familia, sin amigos, sin casa, pero con el pasaporte para ingresar a la Escuela Nacional de Arte (ENA), Karla Domínguez tenía una meta clarísima: ser actriz. No faltaron los que dudaron de su “locura”. Los que le dieron la espalda por pensar que estaba arriesgando demasiado. Todos se equivocaron.

Su primer desempeño a lo grande le tocó en la pequeña pantalla cuando interpretó a Sheila en la novela El rostro de los días, y ello fue suficiente para que en un abrir y cerrar de ojos se metiera en un bolsillo al público.

Junto a Liliana Sosa y Rodrigo Gil en El rostro de los días. Foto: Cortesía de la entrevistada

Pocos saben que hasta el último día en que vivió en la Isla, para todo el que la conocía ella era “la cantante”: la de los shows nocturnos, la de cuanto escenario se perdiera. A pesar de que le encantaría llevar a la par el canto y la actuación, espera ir “paso a paso, poco a poco. No se puede abarcar todo, aunque uno quiera. Ahora estoy comenzando en la actuación y eso requiere tiempo”.

Se supone -según le confiesa a CiberCuba esta joven de 23 años que ha incursionado en la radio y el teatro y añora hacer cine-, que los actores no deben tener tatuajes, pero no se avergüenza de tener uno en la mano izquierda, con el contorno de su tierra natal. “Es muy pequeño y se puede maquillar”, explica orgullosa.

El tatuaje que lleva en la mano izquierda: la Isla de la Juventud. Foto: Cortesía de la entrevistada

De acuerdo con esta adicta confesa al café, padece problemas en la vista que si bien no le impiden desarrollarse profesionalmente, es algo que pretende solucionar con una operación. Lo peor de ser miope, dice, es que a veces pasa de largo porque no ve bien a la gente en la calle.

De su madre no puede evitar expresar, porque quiere que lo sepa el mundo, que es el gran motor impulsor para todo lo que hace. “Sin ella nada hubiera logrado. Me ha seguido en todo este loco viaje sin saber en qué pararía. Apuesta siempre todo por mí”.

Con su madre. Foto: Cortesía de la entrevistada

De cuantos buenos maestros ha tenido, Karla guarda con especial cariño a Corina Mestre, quien fue también su madre y abuela y le enseñó que “cuando actúas, se te tiene que ir la vida y ese es un lema que llevo conmigo”. También en su memoria viven los que le mostraron la humildad y la importancia de sacar lo mejor de sí, le ayudaron a vencer el miedo a las alturas y le desarrollaron su expresión corporal.

¿Cómo te definirías a ti misma?

-Todo lo que he logrado en mi vida ha sido con perseverancia. Trato de sacarle provecho a lo bueno y lo malo que me toca. Tengo mucha fe en el mejoramiento humano y ayudo a los demás cada vez que puedo, pero me cuesta depositar demasiada confianza en los demás. En lo profesional he tenido éxito porque soy muy enfocada. Esa fue la clave de cómo llegué a El rostro de los días, con un trabajo que les gustó a muchos. Soy muy exigente conmigo misma cuando se trata de mi carrera, pertenezco a esas personas que tienen que hacer las cosas bien o no las hacen. Me preocupa mucho que vean en mí solo a la actriz. Soy muy alegre, aunque a veces tengo ‘prontos’ que he aprendido a controlar muchísimo. Dejo que esa furia que llevamos a veces dentro se pase para poder aclarar cualquier situación o enfrentarme a cualquier problema. Soy tan sincera que me he buscado problemas por serlo, pero me siento feliz.

El rostro de los días ha sido tu gran debut en la actuación. ¿Qué esperas ahora que te has estrenado en televisión por la puerta ancha?

-El rostro de los días será importante hasta que terminen los días de mi vida. He hecho otras cositas en televisión, pero han sido personajes pequeños, que no han tenido mucho texto o tanta importancia como tuvo Sheila. Fue una gran oportunidad y me ha cambiado mi existencia por completo; por eso lo agradezco mucho. Me ha subido la autoestima como ser humano porque la acogida que le ha dado el público a Sheila ha sido increíble. Superó mis expectativas. Espero poder seguir haciendo trabajos televisivos, que sean personajes que hablen, que lleguen a las vidas de los demás como llegó Sheila, que sean historias que verdaderamente sabemos que están ahí, pero que nadie es capaz de escribir o exponer en el medio. Estoy muy ansiosa por lo que vendrá, hacer personajes lindos, sean pequeños o grandes. No importa si hago más televisión o cine, sino trabajar con personas que sean buenas en lo que hacen.

Supongo que no te arrepientes entonces de no haber sido ingeniera química… ¿Qué es lo mejor que te ha enseñado la actuación en tan corto espacio?

-Lo mejor que me ha dado es saber entender o descifrar a las personas. Ser capaz de hablar dos líneas con alguien y ya saber por dónde viene. Aprendes mucho a escuchar, a ver a cada cuál cómo es sin juzgar porque es así como uno desarrolla los personajes. Para nosotros los actores, los personajes no son positivos o negativos, sino personas que hay que comprender, de las que hay que conocer las razones de por qué son así. Creo que en ese punto me ayudó mucho la novela. No me arrepiento para nada de no haber sido ingeniera porque esa era una opción, pero no lo que verdaderamente quería, no la gran razón de mi vida.

¿Hasta qué punto es más difícil convertirse en actor siendo de fuera de La Habana?

-No creo que sea difícil eso de no poder ser actor porque no seas de La Habana. Esa condición la crea la propia persona. Todo lo que uno quiere, lo logra. No creo que sea difícil, ni siquiera por la cuestión geográfica. La persona que esté interesada realmente en una profesión tan bella, tan llena de un mundo mágico, que sepa lo que quiere en realidad, tiene que arriesgarlo todo. Difícil es dar el primer paso y decir: voy a hacer esto. Ya cuando uno tiene eso bien planteado, todo fluye.

¿Cómo fue hacer un personaje de 14 años teniendo 21? ¿Qué cambios tuvo que hacer Karla para convertirse en Sheila?

-Fue complicado este personaje, sobre todo en el sentido físico. Tuve que mantenerme la patilla, como la niña que se transforma al cumplir 15. Traté de no afeitarme las piernas, de no dejarme crecer las uñas para sentirme esa niña que realmente conserva la pureza que sus padres le han inculcado desde pequeña. Tuve que relacionarme con adolescentes porque, de 13 o 14 años que tenían Sheila y sus amigos, a 21 que tenía yo, a uno le pasan muchas cosas, buenas y malas, y el nivel de madurez es diferente.

Junto a Roberto Salomón en El rostro de los días. Foto: Cortesía de la entrevistada

¿Cuánto de Sheila se ha quedado en ti?

-Todo. Sheila me ha dejado más pendiente de los demás, más consciente de lo leal que debo ser con los míos, más involucrada con los deberes del hogar. Desde jovencita fui muy independiente en todos los planos y creo que Sheila me hizo recuperar ese abrazo que tienes que darle a tu madre cuando te sientes mal, no cargar sola con el peso de las preocupaciones, no ser tan arisca. Me hizo aprender cómo sacar a alguien de un problema. Ahora las personas me prestan más atención cuando doy un consejo y yo misma me asombro de eso. Sheila escucha y hace que la escuchen. Y yo también.

Has dicho que cuando te dieron el papel no parabas de decir “no los defraudaré, gracias por confiar en mí”. ¿Sientes que cumpliste esa promesa?

-Creo que lo hice porque en mi tiempo de rodaje fui muy responsable con mi trabajo. Aunque había personas encargadas de eso, me preocupaba todo: el vestuario, el maquillaje, etc. Estaba siempre dispuesta a oír con atención los criterios de los directores y de actores como Daysi Granados, Tamara Castellanos y Roberto Salomón (mis padres), Fernando Hechavarría, Anita Rojas, Lezvy Samper, Roque Moreno, Denys Ramos, Roxana Broche, etc., con los que tuve contacto y con los que no. Sin importar la edad, todos se me acercaron para aconsejarme, decirme por dónde podía trabajar tal o más cual texto. Fuimos una gran familia. Con la ayuda de todos y mi empeño por hacer un personaje tan rico y delicioso como lo fue Sheila, pude cumplir la promesa.

¿Imaginaste que Sheila calaría tan hondo en el público?

-Nunca imaginé que Sheila llegara a ser lo que fue. Sabía que iba a gustar el personaje, pero no que las personas lo agradecieran tanto, y que fuera tan importante para la vida de un personaje como Lía, para el que Sheila fue tan necesaria.

¿Por qué consideras que la Isla de la Juventud es “otra isla”? ¿Crees que se ha quedado atrás en algún sentido, si se compara con el resto del país?

-No. Considero que es otra isla geográficamente hablando, no porque se haya quedado atrás. Lo que siento es que debiera tenérsele más consideración, para que más jóvenes y actividades se puedan desarrollar en ese municipio.

¿Qué harías tú por esa, que es tu isla?

-Lo que estoy haciendo hoy. Defendiéndola donde quiera que voy. Me siento muy orgullosa de ser de allí. Me encantaría dar talleres de preparación de actuación para los niños, charlas para quienes no tienen idea real de lo que es mi profesión. Hay muchos niños que creen que la actuación es solo el resultado, lo que ven, y no es así. Me gustaría compartir con ellos el proceso que nos lleva allí, que es lo más importante. También voy con mi grupo de teatro El Arca a dar funciones. Cada vez que terminamos una temporada aquí, vamos allá y ponemos la obra.

¿A dónde se puede llegar con responsabilidad, optimismo y talento?

-Con responsabilidad, optimismo y talento se puede llegar hasta donde no da el sol. Con esas tres posibilidades que son tan difíciles de combinar, puedes llegar a donde quieras. Creo que a veces tienen que ser más incluso la responsabilidad y el talento, para ir a donde no te imaginas.

unto a Víctor Cruz en El rostro de los días. Foto: Cortesía de la entrevistada

En la ENA te aceptaron la tercera vez que te presentaste, ¿crees que con el Instituto Superior de Arte (ISA) podría pasar lo mismo?

-Ya te decía que soy muy perseverante. En la ENA me aprobaron a la tercera oportunidad, no sé qué pasará con el ISA, pero sí que no abandonaré mi idea de ser universitaria y culminar mis estudios de Actuación. Voy a intentarlo de nuevo. No pierdo nada. Me presento a las pruebas porque la universidad es lo que quiero realmente. Soy de las personas que piensa que la vida te da y te quita cosas por alguna razón. Nunca me pongo triste cuando se me cae un plan, sino que digo: “Bueno, esto no estaba para mí y por eso no funcionó”. Este año voy a entrarle con muchísimas ganas al ISA y puede que apruebe, ¿por qué no?

Has sacrificado mucho por lograr lo que quieres. ¿Qué les dirías a aquellos que viven postergando sus sueños y no se lanzan a luchar “contra viento y marea”?

-¿De qué sirve tener un sueño y no intentar cumplirlo? ¿De qué te sirve plantearte ideas y tenerlas guardadas en una gaveta o en un celular en un bloc de notas? Eso no sirve de nada. Uno tiene que proponérselo en serio; cuando lo tenga, enfocarse, y después tener el resultado. Para mí, si uno está vivo, tiene que luchar por lo que uno quiere. La vida se trata de eso, lo mismo si quieres tener un hijo que a la persona que quieres a tu lado. Cuando yo decidí ser actriz muchos me dijeron que era una locura, que yo no podía llegar hasta donde he llegado. Incluso muchos me dejaron de hablar y han vuelto hoy a pedirme disculpas y decir: “No podíamos creer que esto podía pasarte”. Desgraciadamente a veces las personas pensamos más en lo que piensan los demás y obviamos lo que nos importa a nosotros. Uno tiene que levantarse y decir: “Este es mi objetivo y no voy a descansar hasta lograrlo”. Que miren mi historia. Yo me presenté a las pruebas de la ENA tres veces, alejada de la capital. Lo hice en noveno, décimo y onceno grados. Y ya cuando me habían otorgado la carrera de ingeniería química, logré entrar a la ENA. Finalizando onceno mi familia convulsionó porque yo ni terminé el curso, sino que pedí la baja y regalé el uniforme al otro día. Uno tiene que hacer lo que realmente lo hará sentir bien el resto de la vida. Cuando tengo cualquier problema, cada vez que actúo, cada vez que canto, cada vez que me paro en un escenario o impulso a otros a seguir sus sueños, tengo la satisfacción más grande.

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Katheryn Felipe

(La Habana, 1991) Licenciada en Periodismo por la Universidad de La Habana en 2014. Ha trabajado en diversos medios impresos, digitales y televisivos.


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