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¿Un ataque con microondas? El "síndrome de La Habana" apunta a Moscú (I)

Dos reportajes publicado en la prensa norteamericana refuerzan la tesis de un ataque de los servicios secretos rusos.

Embajada de EE.UU. en La Habana © CiberCuba
Embajada de EE.UU. en La Habana Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 3 años

Dos extensos reportajes publicados este martes apuntan a que el llamado "Síndrome de la Habana", las raras afectaciones de salud que sufrieron diplomáticos de la Embajada de EE.UU. en Cuba, no son casos aislados y serían parte de un ataque de los servicios secretos rusos contra funcionarios y agentes de inteligencia, algunos incluso en suelo norteamericano.

La periodista Iulia Ioffe, una de las mejores conocedoras del tema ruso en la prensa norteamericana, publicó en la revista GQ su investigación sobre los presuntos ataques, centrada en el caso de Marc Polymeropoulos, un oficial de la CIA que llevó a cabo operaciones clandestinas en Rusia y Europa, y que experimentó lo que él cree que fue un ataque con un arma no identificada en diciembre de 2017.

Otro reportaje, publicado también este martes en el diario The New York Times, menciona el caso de Polymeropoulos, pero se centra en otro de los diplomáticos, asignado en Guangzhou, China, y su lucha contra la actual administración por obtener una explicación de lo sucedido

Polymeropoulos, que tenía 48 años en ese momento, fue advertido por los servicios secretos rusos de que no debía viajar a Moscú. Tras hacerlo, sufrió un vértigo severo en su habitación de hotel en la capital rusa y luego desarrolló severas migrañas que lo han obligado a retirarse.

Polymeropoulos es un agente encubierto que ha pasado la mayor parte de su carrera en el Medio Oriente, como parte de la guerra de Estados Unidos contra el terrorismo. Ha estado en Pakistán, Yemen, Irak y Afganistán, bajo condiciones de guerra. Pero tras sufrir un ataque en la capital rusa, su vida ya nunca volvió a ser la misma.

El reportaje de GQ detalla muchos de sus síntomas, revisa las hipótesis existentes sobre los ataques y desgrana nuevas hipótesis, entre las cuales destaca la posibilidad de que los servicios secretos rusos estén empleando un nuevo tipo arma de microondas cuyos efectos son más fuertes en personas con lesiones previas, historial de guerra y ciertas configuraciones cerebrales, lo cual explicaría la diferencia de síntomas entre los afectados.

Lo que en principio se consideró un ataque sónico, podría ser un nuevo tipo de arma que usa energía focalizada para alterar el funcionamiento neuronal y provocar una multitud de efectos secundarios y trastornos de salud que van desde la falta de equilibrio hasta el cansancio crónico, la neuralgia o la imposibilidad de concentrarse.

Tras regresar de Rusia, Polymeropoulos se dio cuenta de que varios de sus síntomas coincidían con los afectados en La Habana, algunos de los cuales eran funcionarios de la CIA bajo cobertura diplomática.

"Aunque estos aparentes ataques desconcertaron a los funcionarios de la Agencia", escribe Ioffe, "había una creciente sospecha dentro de la sede de la CIA, según dos fuentes familiarizadas con las discusiones, de que estos ataques habían sido obra de los servicios de seguridad rusos".

Tras retirarse en abril del 2019, Polymeropoulos siguió en contacto con amigos y colegas de Langley, que le confirmaron que los aparentes ataques como los que él había sufrido seguían teniendo lugar en todo el mundo.

En el otoño de 2019, cuenta Ioffe, dos altos funcionarios de la CIA, ambos en el servicio clandestino, viajaron a Australia para reunirse con funcionarios de la agencia de espionaje de ese país. (Australia es parte de la alianza de intercambio de inteligencia Five Eyes con EE. UU., Reino Unido, Canadá y Nueva Zelanda).

Mientras estaban en sus habitaciones de hotel en Australia, ambos estadounidenses sintieron un extraño sonido acompañado de presión en sus cabezas y un zumbido en sus oídos. También sintieron náuseas y mareos. Luego viajaron a Taiwán para reunirse con funcionarios de inteligencia allí. y volvieron a sentir los mismo síntomas mientras estaban en sus habitaciones de hotel en la isla.

A estas alturas, la CIA ya había bautizado este tipo de ataques como "ser golpeado". Un oficial de inteligencia de alto nivel con el que Polymeropoulos solía correr había recibido dos "impactos" mientras viajaba encubierto, primero en Polonia durante la primavera de 2019, luego nuevamente en Tbilisi, Georgia, ese otoño. Como Polymeropoulos, fue diagnosticado con neuralgia occipital.

Los ataques se estaban volviendo cada vez más atrevidos: uno de los funcionarios de la CIA atacado en Australia y Taiwán está entre los cinco funcionarios de más alto rango de la agencia de inteligencia.

Algunos de los casos más preocupantes detallados por Ioffe en su reportaje tuvieron lugar en suelo norteamericano.

Un diplomático estadounidense y su esposa, que habían sido atacados mientras estaban destinados en China, viajaron a Filadelfia para recibir tratamiento especializado en la Universidad de Pensilvania. Una noche de junio de 2018, según tres fuentes gubernamentales, la pareja se despertó sobresaltada por un sonido y una presión en la cabeza similar a la que habían sentido en China. Siguiendo el consejo de los agentes del FBI, la familia se mudó a un hotel, pero en su segunda noche allí, se despertaron nuevamente en las primeras horas de la mañana para ver cómo sus hijos se movían en sueños, extrañamente y al unísono. En las semanas siguientes, los niños desarrollaron dificultades de visión y equilibrio. Los miembros de la familia, cuyas identidades GQ no revela por razones de privacidad, se negaron a ser entrevistados para esta historia. "No puedo decir nada sobre eso", dijo la abogada Janine Brookner, que representa a la familia.

Luego, poco después del Día de Acción de Gracias de 2019, una miembro del personal de la Casa Blanca fue atacada mientras paseaba a su perro en Arlington, Virginia, un suburbio de Washington, DC

Según una fuente del gobierno familiarizada con el incidente, la empleada rebasó una camioneta estacionada, alguien salió de la camioneta y la adelantó, y enseguida su perro comenzó a agarrotarse. Entonces ella también lo sintió: un zumbido agudo en los oídos, un intenso dolor de cabeza y un cosquilleo en un lado de la cara.

Según Ioffe, no es la primera vez que personal de alto nivel del gobierno de EE.UU. son atacados. En agosto de 2019, alguien que acompañaba a John Bolton, entonces asesor de seguridad nacional, en un viaje a Londres, estaba en su habitación de hotel cuando de repente sintió un cosquilleo en el lado de su cabeza que estaba frente a la ventana. La intensa presión en el cráneo fue acompañada por un estallido en sus oídos. Cuando salió de la habitación, los síntomas cesaron. La empleada informó del incidente al Servicio Secreto porque era sorprendentemente similar a los síntomas descritos por los diplomáticos estadounidenses que habían servido en Cuba y China.

Aunque no suele involucrarse en investigaciones dentro de EE.UU., la Agencia comenzó a investigar el asunto y, en diciembre pasado, informó a la unidad de biodefensa del Consejo de Seguridad Nacional. La información está clasificada como Confidencial.

Un equipo en Langley también se reunió para investigar los incidentes en el extranjero. Los investigadores se convencieron de que las lesiones en los cerebros de las víctimas habían sido causadas por un arma de microondas, que podía dirigirse a su objetivo a través de paredes y ventanas, e incluso podría ser efectiva desde un par de millas de distancia.

Dado el trabajo que Polymeropoulos y su equipo habían estado haciendo para frustrar a los rusos desde 2017, y el hecho de que gran parte de la literatura científica sobre los efectos biológicos de las microondas se había publicado en la Unión Soviética y Rusia, a varios investigadores les parece plausible que los rusos puedan estar detrás de todos los casos, asegura Ioffe.

Sin embargo, la evidencia inculpatoria más convincente hasta el momento proviene de datos disponibles públicamente. Como los teléfonos móviles rastrean los movimientos de las personas y las empresas de datos de ubicación acumulan esta información y la venden, los investigadores de la CIA pudieron deducir el paradero de los agentes rusos y colocarlos en estrecha proximidad física con los oficiales de la CIA en el momento en que fueron atacados cuando se encontraban en Polonia, Georgia, Australia y Taiwán.

En cada caso, individuos que se creía que eran agentes del FSB estaban dentro del alcance de los oficiales de la CIA que habían sido atacados en 2019. En dos de los incidentes, los datos de ubicación mostraban que los agentes del FSB estaban en el mismo hotel al mismo tiempo que sus objetivos experimentaron el inicio de síntomas.

Todos estos casos aumentan las sospechas de que es Rusia quien ha llevado a cabo los ataques en todo el mundo. Algunos analistas rusos de alto nivel en la CIA, funcionarios del Departamento de Estado y científicos externos, así como varias de las víctimas, ven a ese país como el culpable más probable dada su historial con armas que causan lesiones cerebrales.

Ya en el 2018, medios norteamericanos consideraron a Rusia como el principal sospechoso de los ataques sónicos a diplomáticos estadounidense que trabajaban en la embajada de Estados Unidos en La Habana, basándose en investigaciones realizadas por agencias estadounidenses como el FBI o la CIA para hacer tal afirmación.

"Evidencias de comunicaciones interceptadas apuntan a la participación de Moscú", dijo por ejemplo NBC, citando a tres funcionarios estadounidenses no identificados y a otras personas informadas sobre el caso

Tanto La Habana como Washington desmintieron que Rusia estuviera detrás de esos ataques.

El gobierno cubano fue incluso más allá y aseguró, tras una "investigación oficial" que se trataba de un caso de histeria colectiva.

(Continuará....)

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Ernesto Hernández Busto

Periodista y ensayista cubano. Fundador del sitio Penúltimos Días.


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