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La peligrosa lógica de los cubanos buenos y malos

El Gobierno cubano tiene que abandonar la lógica de buenos y malos. Tiene en sus manos la responsabilidad de comenzar la transición hacia la democracia que el país necesita.

Cartel en un a fachada de La Habana (Imagen de archivo) © CiberCuba
Cartel en un a fachada de La Habana (Imagen de archivo) Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 3 años

Por más de seis décadas, el Partido Comunista (PCC), valiéndose de sus medios de comunicación y de su entramado de organizaciones de control social, todo pagado con el dinero de los cubanos, ha dividido la sociedad entre buenos y malos, con la obviedad reiterada de que los buenos han sido y son ellos: los revolucionarios, el Gobierno, los que aplauden y finalmente los oportunistas que prueban las mieles del poder pero sin salirse del guión político.

Pero si nos dejamos guiar por esa narrativa del Partido Comunista de Cuba (PCC), es lógico que nos preguntemos en algún momento qué debería pasar en Cuba si los malos fuéramos más.

Revisando los resultados de varias encuestas realizadas por el Observatorio Cubano de Derechos Humanos, en 2019, es decir, antes de que se explicitara todavía más el agotamiento del sistema socioeconómico vigente, encontramos algunos datos interesantes: Solamente el 17% de la población pensaba que la solución para los problemas de Cuba estaba en “construir una sociedad verdaderamente revolucionaria y comunista” y el 16% pensaba que había que “mantener intacto el ejemplo e influencia de Fidel Castro en nuestros líderes”.

Una cifra similar, el 16,3%, se mostró en contra de que Cuba transitara a un sistema democrático y de libre mercado, el 13,5% no considera necesario un cambio en el país y un 5,8% pedía que las medidas del Gobierno, ya se por sí escasas e ineficaces, fueran “más lentas”.

La otra cara es que la mayoría de los cubanos encuestados cree que el país necesita cambios y que estos deben ser hacia una economía con libre iniciativa y propiedad privada y hacia una sociedad donde se respeten los derechos humanos. Los jóvenes quieren los cambios más radicales, “que lo cambien todo”. La mayoría de los cubanos también quieren que los cambios sean rápidos.

Aunque entre las posiciones pueden existir importantes matices, es evidente que aquellos cubanos que hacemos un diagnóstico de la realidad y pensamos distinto al discurso oficial somos mayoría.

El agotamiento del modelo y la necesidad de un cambio urgente se reflejan en el aumento de las protestas sociales, a pesar de la cantidad de controles que el Gobierno está implementando con el pretexto del COVID-19.

Aquellos que se suman a las campañas de desprestigio y participan en los denigrantes actos de repudio solamente representan a una minoría de fanáticos (o de simuladores) sobre la cual a su vez se mantiene el poder de unos cuantos. Incluso dentro de las estructuras estatales hay funcionarios que creen que urge un cambio en el país.

Pero que los aparentemente malos, gusanos, malnacidos, jineteros o simplemente los que queremos el bien para nuestro país seamos mayoría, es precisamente un signo de esperanza.

El problema que debería preocuparnos como sociedad es si dentro de los supuestamente malos y los supuestamente buenos de hoy, toman fuerza los malos de verdad, aquellos, en su mayoría adscritos al Partido Comunista de Cuba, llenos de odio e intolerancia, que no conocen reglas, que son oportunistas, que son la encarnación del hombre nuevo, pero encantados de conocerse tal cual son.

Esos cubanos no son mayoría, pero pueden hacer mucho daño: son quienes dentro del régimen no quieren el cambio y que no creen en la justicia social y aquellos que afuera representan el extremo, aquello que probablemente no defendían en Cuba, encarnando no solamente el extremismo, sino la mala conciencia. Son los que promueven o defienden soluciones violentas para el cambio en el país o quienes defienden agravar el hambre y la falta de medicamentos en las familias para que se tiren a la calle.

El gobierno cubano tiene que abandonar la lógica de buenos y malos. Tiene en sus manos la responsabilidad de comenzar la transición hacia la democracia que el país necesita. El sistema cubano ha fallado a los ciudadanos, pero el Gobierno controla los resortes del poder, por tanto, es quien puede -en primera instancia- abrir las puertas al cambio de manera estable. Mientas más indolencia demuestren y más se aferren al inmovilismo, más espacio darán al odio que ellos mismos han sembrado. Cuba ni los cubanos merecemos lo que está pasando.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Yaxys Cires Dib

Yaxys Cires Dib, Pinar del Río, 1979. Abogado. Director de Estrategia del Observatorio Cubano de Derechos Humanos y Coordinador de Cuba Humanista.


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