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En las últimas 48 horas, Bayamo, la capital de la provincia Granma, ha sido testigo de una de las expresiones más visibles del creciente descontento popular en Cuba: protestas espontáneas motivadas por los prolongados apagones, la escasez de alimentos y la falta de agua.
Decenas de personas salieron a las calles en varios barrios, reclamando soluciones inmediatas y gritando “¡No queremos más muela!”, en abierta referencia a las promesas vacías de las autoridades.
Ante la presión popular, la respuesta del régimen no solo se hizo sentir en el terreno con el despliegue de tropas especiales y funcionarios del Partido Comunista, sino también en el terreno digital.
Además los habituales cortes de internet y problemas de conexión en los terminales móviles, una intensa campaña de propaganda en redes sociales oficialistas buscó proyectar una imagen de tranquilidad, diálogo y control absoluto de la situación.
Mientras videos difundidos en Facebook y X (antes Twitter) mostraban a bayameses increpando a dirigentes rodeados de oficiales del ministerio del Interior y el ejército, varios perfiles vinculados al oficialismo comenzaron a publicar imágenes de calles vacías, faroles encendidos y frases como “todo está en calma” o “en paz dialogando con el pueblo”.
En X, la usuaria Tania María Heredia difundió imágenes de un supuesto intercambio entre dirigentes y pobladores en la rotonda de Bayamo, mientras destacaba etiquetas como #UnidosPorCuba y mencionaba a figuras del poder como @DiazCanelB y @PartidoPCC.
Mensajes similares fueron compartidos por Carlos Borges Oliveros, responsable de comunicación del Partido Comunista de Cuba (PCC), y Eduardo López Leyva, un vocero del régimen con residencia en México, quienes insistieron en que la situación era “compleja, pero en calma”.
“Siempre la calma en esta noche calurosa”, escribió Borges, en abierta contradicción con los testimonios y videos virales donde se observan gritos de “¡libertad!” y presencia militar.
Un post del “cibercombatiente” Frank Enrique generó críticas al mostrar una calle desierta con la frase “Bayamo ahora mismo. Todo en calma”, una imagen que recuerda a campañas anteriores en las que el régimen intentó silenciar la protesta a través de la narrativa de la normalidad.
No es la primera vez que el gobierno cubano recurre a este tipo de estrategias de contención narrativa.
Durante las protestas de 11J en 2021, las manifestaciones en Nuevitas en 2022, y los estallidos puntuales en Santiago o Guantánamo en meses recientes, se ha podido comprobar el patrón: negación inicial, criminalización de los manifestantes, despliegue represivo y posterior difusión de imágenes que buscan transmitir calma y cohesión institucional.
A la par de estas publicaciones, el gobernante Miguel Díaz-Canel volvió a recurrir al discurso de “estrategias enemigas” para deslegitimar las movilizaciones, y advirtió que “no se permitirán desórdenes”, minimizando así las causas reales del estallido social: hambre, apagones, desabastecimiento, inflación y pérdida de confianza en el poder político.
Mientras tanto, figuras del oficialismo como Gerardo Hernández Nordelo, coordinador de los CDR, intentaron conectar con la población desde la narrativa de la solidaridad. En redes, publicó una imagen junto a vecinos a oscuras como gesto de empatía, pero que fue percibido por muchos usuarios como un intento de propaganda vacía.
En contraste, las imágenes compartidas por ciudadanos muestran un pueblo que ha perdido el miedo, mujeres que enfrentan con palabras firmes a los funcionarios y jóvenes que graban cada segundo con sus celulares.
En este escenario de crisis generalizada, las redes sociales se han convertido en un campo de batalla entre una ciudadanía que exige y documenta, y un régimen que se esfuerza por aparentar normalidad a toda costa.
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