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Torquemadas del tardocastrismo

Los Torquemadas verde oliva y sus homólogos emigrados comparten radicalidad, emoción y pasión gedosiana, de signo político contrario, pero igual de empequeñecedoras porque no persiguen el bien de Cuba, sino la persecución del diferente, al que consideran descarriado, débil y nunca suficientemente patriota y vertical frente al enemigo.

Doctrina, de Erik Ravelo © Diseñadores cubanos por el mundo
Doctrina, de Erik Ravelo Foto © Diseñadores cubanos por el mundo

Este artículo es de hace 2 años

El tardocastrismo -como todo sistema en fase terminal- conserva la capacidad de producir Torquemadas en ambas orillas; prestos a expedir Hago constar de buen comportamiento al resto de los cubanos, según su totalitario afán de ver y entender la vida y la crisis política de Cuba.

No hay peor Torquemada que un recién converso y la culpa que anida en muchos por su participación y/o silencio en las tareas de la revolución castrista, los lleva a posiciones maximalistas que pretenden descalificar al resto de cubanos con ideas diferentes sobre el pasado, el presente angustioso y el futuro de la nación.

Los Torquemadas verde oliva y sus homólogos emigrados comparten radicalidad, emoción y pasión gedosiana, de signo político contrario, pero igual de empequeñecedoras porque no persiguen el bien de Cuba, sino la persecución del diferente, al que consideran descarriado, débil y nunca suficientemente patriota y vertical frente al enemigo.

Vivir como un fanático es cómodo porque en esas vidas no cabe la duda, la generosidad; ni siquiera la comprensión de que respetar una opinión o postura ajenas no implica compartirlas, corriendo el riesgo de morir sin probar el goce de la diferencia, la sanidad de la discrepancia y el resto de aprender a pensar a Cuba más allá de sus narices.

Afortunadamente son minorías frente a la generosidad de la mayoría de cubanos de ambas orillas, pero son tan ruidosos y con poses tan exageradas que semejan olas, cuando solo son sendos grupitos persuadidos de la infalibilidad de sus consignas y condenas; ajenos al sentido de fraternidad que se impone entre la mayoría, salvando las diferencias políticas que tanto agradan al poder cobarde y mentiroso.

Cuando un compatriota agrede a otro por causas políticas, hay fiesta en el Palacio de la Revolución, el más común y reiterado divisor de cubanos, sus víctimas de una manera u otra, pues aún lejos de La Habana y con buen nivel de vida, la mayoría de los emigrados tiene uno o más rehenes que quedaron atrapados en la maldición del agua por todas partes.

Cada cubano es libre de manifestarse sobre la tragedia patria de la manera que mejor estime, pero sin machacar al otro, sin agredir al que piensa diferente y sin insultar al oponente; como viene ocurriendo desde hace casi 63 años, cuando el monólogo totalitario dividió a los seres humanos entre bitonguitos y combatientes, gusanos y compañeros y escoria y patriotas.

La decencia es eficaz adversaria del tardocastrismo decadente y flaco favor hacen a Cuba quienes, erigiéndose como guardianes de las esencias, pretenden prolongar la agonía, por un lado; y establecer su dominio dictatorial por otro, como errónea premisa de la nación que proclaman anhelar.

Desgraciada nación, cuyo gobierno y oponentes pretenden sustentar sus acciones en la lapidación del adversario, en la aniquilación del diferente y en la certeza totalitaria de dividir a los cubanos entre buenos y malos, en función de vehemencia a favor o en contra de si mismos.

La intransigencia y el estruendo son atributos de la dictadura, pero que aspirantes a demócratas afloren su inconsciente comunista en sus pronunciamientos anticomunistas, revela su incultura política y su escasa generosidad, pretendiendo la uniformidad de pensamiento y acción que tantas desgracias provoca en Cuba.

Un cubano no es mejor que otro por su grado de fervor político e incondicionalidad a la causa que defiende; sino por su capacidad de apostar por una nación que anteponga el pluralismo al maniqueo discurso de buenos y malos con que el castrismo secuestró a Cuba.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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