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Rendición de Díaz-Canel ante militares desequilibra poder en Cuba

La rendición incondicional del presidente abre un escenario complicado en Cuba porque convierte en zombie al sector civil, especialmente a quienes defendieron una salida negociada a la crisis del 11J.


Este artículo es de hace 1 año

Miguel Díaz-Canel Bermúdez, blandiendo un discurso incoherente y cobarde ante la Asamblea de balance del partido comunista en La Habana, acaba de minar el precario equilibrio de poder en Cuba, rindiéndose ante la casta verde oliva, empeñada en su enriquecimiento y una anhelada negociación con Estados Unidos para comprar impunidad a cambio de garantizar estabilidad en el flanco sureste.

Díaz-Canel mintió asegurando que los rostros del bloqueo en Cuba son las familias que, han tenido que padecer el fallecimiento de una persona porque no llegó, un medicamento negado por el gobierno de Estados Unidos; eludiendo que -mientras morían miles de cubanos por falta de medicinas y oxigeno medicinal, incluidos científicos y médicos de brillantes trayectorias- el complejo militar-empresarial Gaesa siguió construyendo hoteles de lujo e importando vehículos para carros policías y alquiler turístico.

A Díaz-Canel le temblaron las patas para denunciar tamaño egoísmo anticubano y se ganó el apelativo popular de "singao", cuando llamó a la guerra civil; desaprovechando la oportunidad que la revolución popular pacífica del 11J puso en sus manos para destituir a los ministros de las FAR e Interior y sus cadenas de mando por traicionar al noble pueblo cubano.

El presidente, primer secretario del partido comunista y comandante en jefe no pudo con el miedo y desató un carnaval, cual Paquita la del barrio, autoengañándose con simulacros de papier maché en repartos empobrecidos y reprimidos; cualitativamente desiguales a los que habita la casta verde oliva y enguayaberada.

La rendición incondicional de Díaz-Canel ante los guardias abre un escenario complicado en Cuba porque convierte en zombie al sector civil, especialmente a quienes defendieron una salida negociada a la crisis del 11J, incluso soportando ataques despiadados de jefes militares, que tratan de callarlos y someterlos con la persecución combinada de la Contrainteligencia y la Controlaría General de la República; confiados en que la descapitalización humana de la nación les permitirá conservar todo el poder, todo el tiempo y desconociendo que la represión solo generará mayor rebeldía y que la economía está en bancarrota por sus malas prácticas.

La casta militar tenía dos prioridades: Ser millonaria, como Vladimir Putin y su corte de cosacos zaristas y capitalizar una negociación con Estados Unidos para comprar impunidad, a cambio de garantizar estabilidad a 180 kilómetros de Florida; la primera sigue vigente, de ahí el denodado empeño de Gaesa en no ceder un átomo del sector exterior de la economía; la segunda ya no será posible porque la actual estampida migratoria, instigada desde La Habana, es un acto de guerra contra Estados Unidos y el cruel aplastamiento del 11J encabronó hasta los más voluntariosos partidarios de otro deshielo Obama.

La Casa Blanca, ha avisado que, antes de un diálogo bilateral, la dictadura debe primero negociar con los cubanos y ahí se encasquilla el fusil porque toda negociación implica reconocimiento y concesiones mutuas y -aun cuando la oposición siga instalada en el diagnóstico y la denuncia, sin ofrecer una alternativa de gobierno- abriría un escenario de alto riesgo para la cúpula.

Las dictaduras militares son antiguallas repudiadas en todo el mundo y, cuando Díaz-Canel, el primer ministro Manuel Marrero Cruz y el canciller Bruno Rodríguez conversan con dignatarios extranjeros, sus interlocutores saben que charlan con meros títeres, sin autoridad real para nada, salvo repetir mentiras y consignas gastadas; a cambio de vivir mucho mejor que la mayoría de los cubanos.

La geopolítica mundial y regional postbélicas consolidarán una mayor insignificancia de Cuba en el tablero internacional, tras su erróneo alineamiento con el Kremlin frente a Ucrania, la prudente distancia que tomarán, incluso presidentes de izquierda, elegidos democráticamente con el vetusto Palacio de la Revolución, que tampoco podrá contar con medidos guiños de Moscú y Pekín porque Putin justifica la guerra con su necesidad de asegurar la seguridad en su zona de influencia y a Xi Jinping no le interesa cuquear a Estados Unidos.

La actitud que asuman el comandante Ramiro Valdés Menéndez, viejo adversario de Raúl Castro, y el pragmático viceprimer ministro Ricardo Cabrisas Ruiz será decisiva para amortiguar la ofensiva militarista en Cuba, aunque la vejez de ambos y su frustración con Díaz-Canel condicionarán sus acciones; incluso aunque tengan identificados a uno o más jóvenes capaces de desteñir -paulatinamente- de verde oliva y sectarismo suicida al tardocastrismo.

Díaz-Canel ya había avisado de su cobardía política, en noviembre, cuando no se atrevió a ponerse los grados de comandante en jefe en las charreteras de un ajado uniforme verde oliva y solo apareció como presidente del Consejo de Defensa Nacional; gesto que recordó a los adultos la vez aquella en que Raúl Castro, aprovechando la sovietización, pretendió aparecer con grados de Mariscal, encargando uniforme y atributos a Moscú, y su hermano Fidel lo paró en seco y lo humilló durante meses, reduciéndolo a general de división.

General de división Raúl Castro con Fidel y Brezhnev, en La Habana / Foto: Radio Martí Noticias

En el orden histórico, la rendición de Díaz-Canel ante los viejos guardias y jóvenes jefes militares prosirios refuerza el desequilibrio interno provocado por Raúl Castro Ruz, vigente desde el golpe de estado saturniano del verano de 1989, que destruyó al entonces poderoso Ministerio del Interior y la posterior ofensiva gradual y creciente contra los fidelistas, en su postergada y deseada venganza de patico feo contra el hermano atractivo y carismático.

Manuel Barbarroja Piñeiro Losada, entonces jefe del Departamento América del Comité Central del partido comunista y cercano a Fidel Castro, leyendo la primera nota de Granma sobre la detención del general Arnaldo Ochoa Sánchez y el coronel Antonio de la Guardia Font, comentó a un subordinado: "Se jodió el equilibrio"; como acaba de repetirse en La Habana, aunque esta vez con una sola alternativa: Morir matando o democratizar.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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