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Díaz-Canel quiere ser Chaflán

El carisma no se puede comprar ni impostar; cuando un presidente regala lo que no es suyo, demuestra su necesidad de ser aceptado por los ciudadanos.

Presidente Díaz-Canel vestido como comandante en jefe © Estudios Revolución
Presidente Díaz-Canel vestido como comandante en jefe Foto © Estudios Revolución

Este artículo es de hace 2 años

El gobierno de Díaz-Canel cree que ganó con el destierro de Yunior García y frustrando a la fuerza la marcha del 15N, pero ni siquiera ha conseguido empatar con la sacudida del 11J, cuando muchos cubanos -sin líderes, espontáneamente- dijeron hasta aquí hemos llegado y pusieron a correr y a temblar a toda la casta verde oliva y enguayaberada.

La respuesta oficial no ha podido ser más errónea, negando la evidencia de pluralidad, ansias de libertad y prosperidad que anida en la nación cubana; silenciando toda crítica interna, como hizo el presidente con los periodistas en palacio, donde admitió que en aquellos días hablaba con "muchos compañeros y creen que nada se ha hecho bien".

El gobierno sigue sin leer adecuadamente el mapa político, alimentado por el desconcierto temporal de una parte de la oposición y la emergente sociedad civil cubanas; cree que ha conseguido aliviar su crisis, cuando solo la está alimentando.

El presidente Díaz-Canel parece poseído por el espíritu de legendario humorista espirituano Argelio García Rodríguez, Chaflán, que hablaba en serio o en broma, con solo quitarse o ponerse el sombrero; y ha debido partirse en dos y entre semana anda regalando muebles, títulos de propiedad de bajareques e inscripciones en la OFICODA y evocando a la desparecida Pastorita Núñez, pero los fines de semana se disfraza de Mambrú, finge que dirige maniobras militares y visita la tumba de Fidel Castro, hace de Peter Pan y regala selfies.

El carisma no se puede comprar ni impostar; cuando un presidente regala lo que no es suyo, demuestra su necesidad de ser aceptado por los ciudadanos; pero pretendiendo ser simpático, Díaz-Canel es solo un esperpento sin plan de gobierno y sin soluciones para Cuba, con un gobierno que juega a matar el inning desde el otoño de 2019 y que carece de respuesta adecuada a la crisis política que lo estrangula, salvo guapería, juicios sumarios y largas condenas de cárcel.

Chaflán era un genio; Díaz-Canel sigue siendo mediocre, como muestran sus desacertadas respuestas a los movimientos San Isidro, 27N, Archipiélago y las evidentes señales de deterioro de su gobierno en tiempo récord, incluida su resistencia absurda a desprenderse de ministros quemados políticamente, como los de Cultura, FAR y del Interior.

La imagen de Díaz-Canel, disfrazado de comandante en jefe en maniobras militares, y felicitando a los sátrapas Ortega y Maduro, lo retratan como un hombre del siglo XX, un político anciano y divorciado de la realidad; hasta el punto de admitir pasivamente que el Kremlin ordenara a su embajador en La Habana advertir que el aceite comestible donado por Rusia es para repartir gratuitamente entre cubanos necesitados; menuda sumisión y dependencia del gallo de Placetas.

El mayor problema de Díaz-Canel es que el castrismo es irreproducible -el sistema ya no nos funciona ni a nosotros- avisó Fidel Castro- pero ese día el actual presidente debió estar en alguna tarea priorizada sin tiempo para escuchar; impedir la libertad, democratización, enriquecimiento y justicia social en Cuba, solo conducirá a una explosión mayor que el contundente aviso del 11J.

La pasión fúnebre del presidente retrata su incapacidad para vivir en el siglo XXI, raro hombre nuevo que habita en la ignorancia, el despotismo y el relativismo moral; plagas muy extendidas entre cubanos de toda militancia política- pero graves en quien tiene la responsabilidad de gobernar y apuesta por ejercicios maniqueos y costosos hasta el día siguiente, cuando deberá lanzar nuevas ocurrencias.

En un mismo día, Díaz-Canel es capaz de recitar un texto de Fidel o Raúl Castro y rescatar a Pastorita Núñez, como la arquitecta de los pobres; capaz de concebir edificios que resisten mejor el general deterioro y la falta de mantenimiento, según dijo el presidente a a televisión estatal.

¿Si tan capaz y sensible era, quiénes y porqué la apartaron y sepultaron en vida para importar el feo y fracasado modelo yugoslavo que atormenta a vecinos y autoridades de Alamar y otros barrios de destrucción masiva?

Sería saludable que el presidente cubano -autoproclamado joven de espíritu- consiguiera librarse de su síndrome de Peter Pan, que lo ha llevado a descubrir la inclemente pobreza comunista, tras el aldabonazo del 11J y, al mismo tiempo, de esa pasión necrológica de andar rondando tumbas, en ejercicio de arqueología política oportunista, como acaba de hacer con Pastorita Núñez y su verdugo, Fidel Castro.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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