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Envían a la agricultura a trabajadores por parada del central Uruguay en Sancti Spíritus

Más de cien obreros azucareros destinados a trabajar en “fincas estatales de alimentos”, más de doscientos haciendo de “merolicos” para el Estado, y los cañaverales perdidos hasta nuevos “reordenamientos de la economía” es lo que la prensa oficialista y los gobernantes cubanos llaman el “despertar de la capacidad creativa” del sector.

El central Uruguay de Jatibonico © Escambray / José Luis Camellón
El central Uruguay de Jatibonico Foto © Escambray / José Luis Camellón

Este artículo es de hace 1 año

El 30 por ciento de los trabajadores del central Uruguay de Jatibonico, en Sancti Spíritus, fue destinado a labores agrícolas tras la decisión de parar la maquinaria por falta de caña de azúcar y la imposibilidad de moler en la zafra actual, que se prevé establezca nuevo récord como la peor en la historia de Cuba.

Unos 141 trabajadores del central espirituano han sido destinados a la producción agropecuaria, en una decisión que deja en evidencia las improvisaciones de la planificación socialista de la economía y la nula capacidad de las empresas estatales para hacer frente a la crisis de una industria que fuera el principal motor de la economía cubana.

“Hoy tenemos 284 trabajadores en la fábrica, el 70 por ciento de los 425 que teníamos una vez que terminó la última zafra”, indicó a Escambray Eddy Gil Pérez, director de la Empresa Agroindustrial Azucarera Uruguay.

En un artículo inspirado en el dogma revolucionario de “convertir el revés en victoria”, el medio oficialista glosó las iniciativas de la dirección del coloso de Jatibonico para la reconversión de una industria que se encuentra en ruina total gracias a las políticas económicas del régimen comunista cubano.

Según Gil Pérez, “el resto de los obreros está vinculado a fincas estatales de alimentos, a unidades productoras cercanas a su zona de residencia”. Y allí permanecerán trabajando para cobrar sus salarios hasta que haya “materia prima” que les devuelva a sus funciones en el central azucarero.

“A raíz de declararse la fábrica paralizada hemos creado 20 colectivos laborales estatales en la empresa que nos han dado resultados, con un sistema de pago de ingresos menos gastos y que casi siempre, después de la utilidad, se reparte en un 80 por ciento para el trabajador y un 20 por ciento para la entidad. Así hemos mantenido las finanzas y a la mayor parte de los compañeros dentro del sector”, explicó el directivo.

El inédito parón en la actividad del Uruguay, algo que ha venido sucediendo con otros centrales cubanos a lo largo de dos décadas, fue el “momento más traumático que se recuerde en el coloso” y “sacó lágrimas a hombres curtidos”. Para todos los trabajadores, cuenta Escambray, “fue casi como vivir el fin del mundo”.

Sin embargo, la plantilla del Uruguay no tuvo más opción que “reinventarse la sostenibilidad financiera con otras producciones y servicios para darle empleo a la mayor parte de la fuerza laboral, emprender las reparaciones, conservar el ingenio y, sin depender de su producto líder, lograr que el Uruguay sobreviva a la parálisis azucarera”.

Gracias a esa momentánea reconversión, los dirigentes de la empresa estatal tienen a 180 operarios y especialistas trabajando directamente en el central, lo cual, según afirman, les ha permitido adelantar las reparaciones por encima del 70 por ciento. Un poco más de 100 obreros han sido “ubicados en colectivos laborales que se buscan sus ingresos”.

De esta forma, en Jatibonico está empleado “el grueso de la masa laboral” que ya no produce azúcar, sino ruedas de ferrocarriles y piezas para turbogeneradores inactivos. Los trabajadores del taller de maquinado reparan bombas de agua y otros artefactos, además de fabricar guaraperas, unos artilugios que exprimirán el zumo de esos cañaverales que florecen en la imaginación de la “continuidad”.

Más de cien obreros azucareros destinados a trabajar en “fincas estatales de alimentos”, más de doscientos haciendo de “merolicos” para el Estado y los cañaverales perdidos hasta nuevos “reordenamientos de la economía” es lo que la prensa oficialista y los gobernantes cubanos llaman “despertar la capacidad creativa” en un sector que no ha vuelto a levantar cabeza desde que el dictador Fidel Castro ordenó en 2002 desmantelar 120 centrales, de los 165 que estaban en funcionamiento por entonces.

A mediados de octubre pasado, varios pobladores de Jatibonico lamentaron, "como si se les hubiera muerto un familiar", la parada de uno de los mayores centrales de Cuba. Pueblo que nació como batey en 1904, el central ha estado siempre en el centro de la vida de miles de familias que dependen económicamente del trabajo vinculado a la industria azucarera y sus periodos de zafra.

Meses antes, en junio, se conocía que solo 26 centrales azucareros podrían moler en la zafra 2022-2023. Acorde al Grupo Empresarial Azucarero (Azcuba), estos centrales deberán paliar el suministro de azúcar de la canasta básica de los cubanos y otros usos industriales.

De ser el mayor productor de azúcar de caña a nivel mundial, Cuba ha llegado al punto de apenas tener cañaverales y una infraestructura industrial destruida. Con solo el 52% de cumplimiento del plan de producción previsto, la anterior zafra clasificó como la peor en toda su historia, con aproximadamente 474,000 toneladas del azúcar.

La cifra representó casi la mitad de la conseguida en la anterior campaña, que también había marcado récord histórico. Aunque Azcuba consiguió cumplir con la cuota de azúcar crudo correspondiente a la canasta familiar normada del año, el régimen cubano no pudo cumplir el año pasado sus compromisos de exportación de azúcar, sobre todo los contraídos con China, país con el que tiene comprometidas unas 400,000 toneladas de azúcar en un acuerdo comercial.

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