Cuando Aroldis Chapman dejó los Yanquis luego de una campaña mediocre, muchos se aventuraron a pronosticar que había entrado en la recta final de su carrera. Sin embargo, el holguinero está empeñado en hacer que se retracten de tal afirmación. Anoche, con un escón de ponches, lo dijo alto y claro.
Fue en el Oracle Park de San Francisco. Texas le pidió al zurdo -ahora cumpliendo el rol de acomodador- que aguantara en el octavo episodio la escasa ventaja de 2x0 contra los Gigantes, que por miedo a enfrentar zurdo contra zurdo enviaron a Austin Slater como emergente por Michael Conforto.
Pero en vano. Una slider, una recta de cuatro costuras y una sinker (esta a 99.8 mph) bastaron para mandar a Slater de regreso a la cueva. Entonces apareció la nube negra de los pitchers, que es el descontrol, y el cubano le dio cuatro malas a Patrick Bailey, que enseguida llegó a la antesala por dos lanzamientos salvajes sucesivos.
Hombre en tercera, un solo out, y Chapman estaba en apuros. O al menos eso parecía. Mas el hombre echó mano del extintor de incendios y primero sometió a otro bateador sustituto, Mark Mathias, con un par de rompientes que jamás encontró, y después apeló a la velocidad para aniquilar con tres envíos a Luis Matos, el último con el sello de la casa (101 mph). Misión cumplida.
Así, el mejor relevista de la historia de Cuba llegó a 13 puntos por concepto de 'hold' en la campaña, rebajó su promedio del curso a 2.34 y llegó a 79 ponches en 42.1 episodios de trabajo, casi a razón de 17 por partido completo.
O sea, que a los 35 está como en sus 15.
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