Damián Meriño es un exgimnasta cubano que podía haber llegado a podios mundiales y hasta olímpicos, si no le hubiese tocado el tiempo que le tocó, cuando la política fue determinante, pues el deporte cubano, por un capricho, se ausentó de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 84 y de Seúl 88.
También pudo haber influenciado algún mal manejo del colectivo de entrenadores de entonces. Para disipar nuestras dudas, tengo delante de mí al mismo muchacho lindo, de sonrisa franca... ¡con un poquito más de años!, que entrena en Miami a un grupo de aventajados alumnos.
En Florida, muchos padres utilizan la gimnasia como recreación para sus hijos, para que se ejerciten en un deporte, por lo que no es extraño ver en muchos sitios instalaciones que acogen niños desde las más tiernas edades, tanto así como seis meses, algo que yo desconocía.
¿Qué hace en la actualidad Damián Meriño?
En la actualidad soy entrenador de gimnasia, soy coach, en el gym Tag Usa Gymnastics, radicado en Weston, Miami. Tengo 52 años y vivo en Hialeah. Trabajo en la gimnasia desde 1999, año en que me fui para Brasil por un contrato laboral, pero no a través del INDER.
En Brasil ejercí como atleta y entrenador hasta 2014, cuando decidí venir para Estados Unidos porque toda mi familia vivía aquí. Solo faltaba yo. Hablé con mi esposa y tomamos la decisión de hacer los documentos para venir para acá.
¿Te has arrepentido alguna vez de venir? ¿Cómo fueron tus primeros pasos?
¿Arrepentirme? Muchacha, para nada. Jajajajaja. Aquí en Estados Unidos les agradezco mucho a mi mamá, mi hermana Jackelin, mi cuñado Andrés, que me tendieron la mano cuando llegamos. Me ayudaron muchísimo y nos recibieron a mí, a mi esposa y a mis hijos, y nos encaminaron muy bien.
En estos momentos, excepto mi papá y un hermano, todos viven aquí. El viejo quiso quedarse en Cuba. Antes viajaba con una visa de cinco años que ya se venció, pero él ya está mayor, así que mi otro hermano y yo estamos en trámites para que venga definitivamente por reunificación o por parole humanitario.
¿Ningún hijo siguió tus pasos?
Mi hijo Chris fue gimnasta en Brasil, varias veces campeón del estado; es cubano, pero fue para Brasil cuando tenía dos años. Cuando llegamos a Estados Unidos fue bastante difícil, porque toda mi familia vive en Tampa, pero yo resolví trabajo en Weston, Miami. Durante un año daba viajes, trabajaba toda la semana y el fin de semana iba a Tampa a ver a mis hijos y a mi esposa; fue así que el niño no pudo continuar con el entrenamiento.
Luego, cuando pude traerlos para Miami, Chris, que actualmente tiene 24 años, volvió al deporte y participó en varias competencias. Llegó al nivel 10, pero luego decidió parar, no quiso seguir el entrenamiento. Ahora él es preparador como yo, aquí en Weston, y estudia programación. Tengo además una niña, Cecilia, de 19 años, que estudia arte y tecnología (animación) en la universidad. Ambos son mi vida.
Echemos una mirada hacia atrás, a ese niño que dio sus primeros pasos en un tapiz y se adueñó de las anillas al máximo nivel.
Mi decisión de escoger la gimnasia y no otro deporte fue a partir de ver por televisión los Juegos Olímpicos de Moscú 80. Yo tenía ocho años y me llamó la atención la gimnástica. Estábamos todos en la sala de mi casa y empecé a querer imitar lo que veía; mi mamá me preguntó si me gustaba y le dije que sí, que me encantaba, y me llevó a un centro de gimnasia en Santiago de Cuba, el “Antonio Maceo”.
Me hicieron pruebas y me dijeron que me avisaban. Estando en la esquina de mi casa con otros muchachos queriendo imitar lo que vimos en las Olimpíadas, hacíamos saltos. En uno de esos momentos pasó quien fue mi primer entrenador, ya fallecido, y me pidió que lo llevara con mis padres, y ahí ya fui directo a la EIDE.
Yo comencé a los ocho años la gimnasia en la EIDE en Santiago de Cuba; participé en Juegos Escolares y cuando cumplí 10 años me captaron para la Escuela Nacional de Gimnasia, donde estuve entre 1983 y 1990. De ahí pasé al equipo juvenil y luego, salté a la Selección Nacional en 1991. Competí en los Juegos Panamericanos de La Habana; aunque el certamen de mi deporte se desarrolló en la sala polivalente “Alejandro Urgellés”, de Santiago.
Aquello fue emocionante. Yo, un jovencito santiaguero, en mi patio. ¿Recuerdas aquello Julita? En una escuadra en la que aún estaba Casimiro Suárez y en la que dio pasos triunfales Erick López, yo gané las anillas y los ejercicios en el suelo. ¡Aquello se venía abajo tras mis ejecuciones! No he vivido emoción mayor en mi vida porque además Cuba ganó por equipos.
Cuatro años después, en los Panamericanos de Mar del Plata, reedité mis medallas individuales en los mismos aparatos, aunque como colectivo quedamos segundos. Me mantuve en el equipo Cuba hasta 1996, cuando me retiré como atleta.
Ídolos a lo largo de tu carrera
En ese tiempo, mi ídolo era Dmitri Bilozérchev, gimnasta de la antigua Unión Soviética, con excelentes ejecuciones, muy virtuosas, muy limpio, muy exacto. Daba gusto verlo en todos los aparatos. Era un atleta all around. Bilozérchev es hoy día un gran entrenador en Estados Unidos y su hija fue medallista olímpica. A otro que me encantaba ver era al kasajo que representaba a la URSS, Valeri Liukin, doble campeón olímpico en Seúl 88 y doble titular mundial en 1987 y 1991.
De Cuba, me gustaba Casimiro Suárez, sin dudas el mejor gimnasta cubano de aquel momento y en general, junto a Manrique Larduet y Erick López, los cubanos más sobresalientes en toda la historia. Además de a Casimiro, admiraba a Mario Castro y a Israel Sánchez, que eran de una generación mayor que yo.
Bilozérchev y Casimiro fueron mis grandes ídolos.
En el deporte un buen entrenador es muy necesario. ¿Cuántos técnicos recuerdas que te hayan guiado sabiamente?
Tuve el privilegio de tener varios entrenadores muy buenos, como personas y técnicamente hablando. Primero, en La Habana, Antonio Vázquez, más conocido como El Tony. Lamentablemente falleció hace dos años en México, donde desarrolló un excelente trabajo. Después me dirigió Emilio Sagré, excelente persona también y que hoy vive en México y ha formado a muchos atletas del equipo nacional de ese país. Otro grande que me entrenó fue Héctor Ramírez, que también preparaba a Casimiro Suárez. En 1993, se quedó en Puerto Rico, y me regresaron a entrenar con Sagré. Hoy día, Héctor está radicado en España.
Quien dirigía la parte técnica era Ángel Franco, un excelente entrenador, muy buena persona. Siempre lo respeté muchísimo. Falleció aquí en Estados Unidos; me llevo muy bien con su hijo. También había otros técnicos como Ernesto Izaguirre y Agustín Barcea. Sagré, junto a Miguel Calle y Antonio Vázquez, eran los formadores juveniles que tenían la responsabilidad de pasar a los jóvenes de nivel.
Matriculé en el Cerro Pelado cuando me subieron a la selección de mayores en 1988, después de la decisión de no asistir a Seúl; pues, a pesar de yo haber ganado un evento nacional en el que todos participaron, no me habían tenido en cuenta para la cita olímpica. Erick López y yo hicimos el grado juntos. ¿Te acuerdas de aquello?, porque tú fuiste una de las protagonistas.
¿Yo?
Sí, año 1988, yo siendo juvenil no formaba parte de la Selección Nacional aún junto con Erick. Pero ese año eran los Juegos Olímpicos en Seúl y los cubanos nos vimos privados de ir porque se le ocurrió al gobierno hacerles un boicot a esos juegos, boicot unilateral porque todos los atletas del campo socialista asistieron.
¡Algo que nadie entendió! Casimiro Suárez podía haber realizado la mejor actuación de un gimnasta cubano en Juegos Olímpicos, podía haber ganado una medalla... ¡y todo se lo arrebataron, como a muchos otros!
Entonces, como pretendido paliativo, se crean ese año las Olimpíadas cubanas, que yo gano, aún como juvenil y frente a los 21 atletas de le selección de mayores. Además, me coroné en el Torneo Nacional Juvenil.
¡Fíjate la cantidad de gimnastas buenos que había: 21 en la selección de mayores con posibilidades de haber hecho el equipo a Seúl y además otra selección juvenil! Y ahí vino aquella situación que tú protestaste en el Noticiero, cuestionando cómo tras yo ganar y de la forma en que lo hice, no estaba entre los 21. Además, yo me impongo como juvenil en las competencias para la selección, gano el torneo Moncada. Imagínate tú la problemática.
Total, todo para nada porque nadie fue a Seúl por el capricho de Fidel Castro.
Se hicieron las olimpiadas cubanas, participé y tuve muy buen desempeño al igual que José Tejada. Siempre recuerdo ese momento como uno de los grandes de mi vida profesional, porque siendo yo juvenil estaba entre los siete primeros de la escuadra mayor. Si tenemos en cuenta que la Selección Nacional la integraban 21 atletas: siete regulares y 14 reservas, y además estaba en el elenco juvenil con su reserva. Y yo, tan jovencito entre los primeros siete de los grandes. ¿Te das cuenta?
Y para concluir esa etapa, siendo juvenil participé en los Juegos Juveniles de la Amistad, a los que asistían atletas del campo socialista, con sede en Hungría, un año y otro en Checoslovaquia. Mis mejores resultados fueron oro en suelo y segundo en anillas, y Cuba, plata por equipos.
Voy a hacer un paréntesis. Qué pena que después de tantos años en un deporte elitista en el planeta como la gimnástica, en el cual Cuba haya podido abrirse un espacio, haya podido hacerse respetar, y que en la actualidad no ganen ni participen en los Juegos Centroamericanos. Esto sólo muestra la paupérrima situación del deporte en la isla.
Cuéntame sobre tu vida como gimnasta de la Selección Nacional. Eventos, anécdotas, resultados.
Estuve en el equipo nacional desde 1989 hasta 1996. Competí en todos los torneos Moncada de esos años que, como recuerdas, eran muy fuertes porque asistían grandes gimnastas del entonces campo socialista. En ese tiempo, había afición por la gimnástica en todo el país, pues se veía muy buen deporte.
Venían atletas de la élite mundial de la gimnasia; los “Moncada” gozaban de gran prestigio y ahora ni se realizan, ¿qué gimnástica va a haber? A nosotros nos ayudó mucho, nos desarrollamos viendo y compitiendo con aquellos monstruos de la URSS, la RDA, Hungría, Bulgaria… que venían a entrenar a Cuba. Teníamos una buena visión de cómo se estaba trabajando la gimnasia en el mundo.
Ya te narré mis experiencias en los dos Juegos Panamericanos en los que competí: La Habana y Mar del Plata, de los cuales guardo muy buenos recuerdos. Además, las largas giras por Europa: torneos de excelente nivel, el Moscú Riga, el de Berlín, el de Budapest y Sofía. ¡Así te conocían los árbitros!, algo importante pues nuestro deporte es de apreciación. Nada parecido a la angustiosa situación que viven los gimnastas cubanos en la actualidad. Por eso, se van para el circo o emigran hacia otros países.
Además de las justas continentales, participé en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Ponce 93 en Puerto Rico, donde también gané piso y anillas además del oro por equipos. En 1991, además de los Panamericanos, competimos en el Mundial de Indianápolis, Estados Unidos. En 1993, estuve en el pre Mundial clasificatorio para Alemania 1994, y clasificamos para la cita germana.
Después competí en el Mundial de Japón en 1995 y en el Mundial de Especialidades, que se hacía por primera vez, en 1996 en Puerto Rico, y allí fui el quinto mejor del mundo en anillas. Yo iba segundo detrás del italiano Jury Chechi, después según la estructura empleada en cuanto a los concursos se refiere, bajé al tercero y, en las finales, cometí un error en la salida para quedar empatado en quinto lugar con Iván Ivankov.
Aunque ya adelantaste un tanto tu opinión sobre el estado actual de la gimnasia en Cuba, te reitero la pregunta.
Bueno, sobre la gimnasia cubana, como te dije, salí de Cuba en 1999 y no la he seguido mucho, pero sé que hay mucha deficiencia en cuanto a materiales deportivos, entre otros renglones básicos como no tener competencias, por ejemplo. La dirección de la gimnasia ha tomado un camino desgraciadamente político, como todo en Cuba, lo que afecta muchísimo. Sabes que en Cuba no avanzas por méritos, sino por el color político que tengas.
Además, en la isla no hay recursos de ningún tipo. Nuestro deporte es muy caro: los aparatos son costosos y siempre hay que estar al tanto de lo último que se inventó porque siempre es en beneficio de un resultado mayor.
Las competencias son tan necesarias como el entrenamiento. Si no te ven los jueces, si no te conocen, siempre vas con las de perder y en Cuba los gimnastas van directo a Juegos Centroamericanos, clasificaciones. No tienen horizonte.
Mira lo que pasó con el talentoso Diorges Escobar, gimnasta de talla mundial que hubiera podido asistir a París 2024. Lo llevan en el último tren a las paradas de Copa del Mundo para que pudiera sumar los puntos necesarios para obtener una plaza olímpica y, en lugar de ahorrar, para que el muchacho y su entrenador asistieran a las cuatro competencias, van acompañados por el comisionado o presidente, no sé, del deporte... ¡Un gasto totalmente innecesario! y luego... ¡no pudieron ir a Doha y Diorges no pudo sumar los puntos requeridos! Ahora, dime, qué incentivo puede tener ese atleta que no sea irse para el circo o mudarse de país.
¿Y qué me dices de lo que les hicieron a los jefes de entrenadores de las escuadras nacionales, Carlos Rafael Gil y Yareimi Vázquez, expulsados de la gimnástica cubana y que ahora han engrandecido a la panameña en muy breve tiempo? Todo, por querer hacer bien las cosas y poner en su lugar al atleta y al equipo.
La gimnasia cubana se ha silenciado, no la vemos competir en el mundo, no participan. Y aun así, hay gimnastas que a pesar de toda la dificultad consiguen alcanzar o acercarse al nivel actual del deporte, como Diorges. Pero son uno o dos, no se puede hacer un equipo. Por lo que he indagado, la cosa ya no funciona en Cuba.
Hay un déficit de entrenadores y hasta de atletas porque todos se van del país. Y es que la situación es insostenible, es de supervivencia y hay que estar sustituyendo todo el tiempo a los entrenadores. Así, imposible que nuestros tiempos y otros mejores puedan materializarse en la isla.
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