Sandro Castro, nieto del dictador Fidel Castro, volvió a provocar la indignación de los cubanos en redes sociales al publicar una imagen en sus historias de Instagram donde apareció flanqueado por dos hombres con aspecto de seguridad privada.
“Con los power ranger”, escribió el “joven revolucionario” en tono burlón, acompañado de emojis de un ninja y una bandera cubana. Vestidos de negro, con mochilas tácticas y actitud desafiante, los dos personajes que aparecen con Sandrito parecen lanzar una advertencia a quienes se atrevan a afrontar al tarambana de la familia Castro.
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La fotografía, tomada de noche y frente a lo que parece un edificio institucional, mostró al “rey de la noche habanera” posando de brazos cruzados, mientras sus dos acompañantes adoptan posturas rígidas, propias de fuerzas paramilitares o escoltas entrenados.
Aunque Sandrito es dado a las provocaciones y bromas de mal gusto, todo indica que sus acompañantes pertenecen cuando menos a una empresa de seguridad privada, o quizás a fuerzas especiales de la maquinaria represora de la dictadura instaurada por su abuelo.
Acosados por la violencia estatal, sin garantías jurídicas y sobreviviendo en la indefensión, millones de cubanos consideran esta nueva payasada de Sandrito como una reafirmación de su voluntad de seguir ofendiendo y burlándose de ellos.
Este nuevo despliegue de arrogancia no es un caso aislado. Sandro Castro se ha convertido en uno de los personajes más repudiados en el ecosistema digital cubano.
Sus antecedentes son numerosos: desde alardear de manejar autos deportivos a gran velocidad mientras el país se hunde de forma acelerada en la crisis económica, hasta grabarse bebiendo licores exclusivos y fumando puros de lujo, mofándose de las carencias del pueblo cubano. Cada aparición pública suya refuerza su imagen de niño mimado de la “familia real” del castrismo.
En un país donde los ciudadanos no pueden protestar libremente ni exigir sus derechos sin temor a la represión, resulta chocante y doloroso ver al nieto del dictador rodeado de guardaespaldas como si fuera una celebridad internacional, blindado por los mismos privilegios que oprimen a la mayoría.
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