El régimen cubano anunció esta semana un nuevo acuerdo con el gobierno de Italia y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) para la implementación de un proyecto de transición energética en la Isla de la Juventud, con especial énfasis en la instalación de parques fotovoltaicos, redes eléctricas modernas y electromovilidad.
Sin embargo, el anuncio publicitado por el Noticiero Nacional de Televisión (NTV) reabre una incómoda pregunta: ¿Qué ocurrió con los millones de dólares donados anteriormente por Japón y otros países para fines similares que nunca se ejecutaron o cuyos resultados siguen sin esclarecerse?
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El nuevo proyecto, respaldado por los ministerios cubanos de Energía y Minas, Ciencia y Medio Ambiente, y el Ministerio de Medio Ambiente y Seguridad Energética de Italia, fue presentado en La Habana durante un taller inicial.
Según el viceministro cubano de Energía y Minas, Juan Torres Naranjo, la iniciativa busca convertir a la Isla de la Juventud en un espacio "modelo" de transición hacia las energías renovables, con el objetivo de alcanzar un suministro eléctrico 100% basado en fuentes limpias.
Pero la historia reciente de la cooperación energética en Cuba está marcada por promesas incumplidas, opacidad financiera y una preocupante tendencia a reciclar proyectos, adjudicar múltiples donaciones para los mismos objetivos, y no rendir cuentas sobre su destino.
Millones donados por Japón… sin resultados visibles
En 2019, el gobierno de Japón donó 30 millones de dólares a Cuba para la mejora del sistema eléctrico nacional, incluyendo transformadores, cables de distribución y vehículos especializados.
En 2022, Tokio firmó un segundo convenio por 17 millones más, esta vez enfocado específicamente en la Isla de la Juventud. Ambos proyectos tenían objetivos similares al actual acuerdo con Italia: mejorar la eficiencia energética, modernizar redes, y fomentar el uso de fuentes renovables.
Pese a la magnitud de esos recursos, no existe evidencia pública, informes de avance, ni auditorías independientes que muestren qué se hizo realmente con ese dinero.
Más aún, en abril de 2024, el régimen informó que había concluido la instalación eléctrica de la Isla de la Juventud, lo que hace aún más confusa la necesidad de un nuevo proyecto de tres años con propósitos casi idénticos.
Una estrategia repetida: Captar fondos sin rendir cuentas
El caso del proyecto fotovoltaico italiano no es un hecho aislado. En octubre de 2024, una nota de CiberCuba volvió a preguntar por los más de 1,200 millones de euros en créditos y donaciones para infraestructura energética y alimentaria que el régimen había recibido de Rusia, sin que se conociera el destino real de esos fondos.
Este patrón pone en duda la legitimidad de las gestiones del régimen en materia de cooperación internacional. Donaciones duplicadas, promesas recicladas y ausencia de resultados medibles parecen ser la norma en lugar de la excepción. Mientras tanto, la población cubana continúa padeciendo apagones diarios, redes eléctricas colapsadas y precios inaccesibles para fuentes de energía alternativas.
¿Transición energética o lavado institucional?
Más allá del lenguaje técnico y diplomático empleado en el anuncio, lo que preocupa es la falta de transparencia sistémica.
Ningún organismo estatal cubano, ni siquiera el Ministerio de Energía y Minas, publica informes detallados sobre la ejecución de estos fondos. Las comunidades supuestamente beneficiadas rara vez tienen acceso a las tecnologías prometidas, y la prensa oficial repite una narrativa triunfalista sin ofrecer evidencia.
Convertir a la Isla de la Juventud en un laboratorio de transición energética ya fue una promesa en 2022 con la donación japonesa. Hoy se vuelve a anunciar como si fuera algo nuevo, sin responder a una pregunta esencial: ¿qué se hizo con los millones anteriores?
Propaganda solar en medio de apagones: La narrativa oficial frente a la realidad energética
En los últimos meses, el régimen cubano ha intensificado su campaña propagandística en torno a la instalación de parques solares, presentándolos como la solución definitiva a la profunda crisis energética que atraviesa el país.
Medios oficiales y altos funcionarios han anunciado con entusiasmo la conexión de nuevos parques fotovoltaicos al Sistema Eléctrico Nacional (SEN), prometiendo una generación adicional de hasta 1,200 megavatios antes de que finalice 2025.
El propio Miguel Díaz-Canel inauguró recientemente un parque solar en Remedios, asegurando que para julio se añadirían 560 megavatios de energía solar, lo que "casi nos vamos a llevar el pico del mediodía”.
Sin embargo, la población cubana permanece escéptica ante estas promesas, dado que los apagones prolongados e impredecibles continúan afectando su vida diaria.
Expertos y economistas han cuestionado la viabilidad del enfoque del gobierno en energías renovables, señalando que, sin cambios significativos en la gestión y financiación, es improbable que se resuelva la crisis energética actual.
Además, la falta de sistemas de almacenamiento adecuados, como baterías, limita la efectividad de los parques solares, ya que la energía generada no puede ser almacenada para su uso durante la noche o en días nublados.
A pesar de las inauguraciones y promesas, la realidad es que la sincronización de nuevos parques solares al SEN no ha traído consigo la mejoría esperada por los cubanos, quienes desde hace meses enfrentan apagones prolongados e impredecibles.
Esta desconexión entre la narrativa oficial y la experiencia cotidiana de la población sugiere que la propaganda en torno a la energía solar sirve más como una herramienta para desviar la atención de la ineficiencia y corrupción en la gestión energética del país que como una solución real a la crisis.
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