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Los flamencos, con su plumaje rosado y elegante silueta, se han convertido en un emblema inseparable de Miami. Aunque hoy adornan desde murales hasta souvenirs, su vínculo con la ciudad tiene raíces profundas y una historia de resiliencia.
A principios del siglo XX, los flamencos eran comunes en los humedales del sur de Florida. Sin embargo, acorde a la cuenta de Instagram Only in Dade, la caza indiscriminada por sus plumas y la pérdida de hábitat casi los erradicaron.
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Durante décadas, su presencia fue tan escasa que muchos los consideraban especies exóticas escapadas de cautiverio. No fue sino hasta investigaciones recientes que se confirmó su estatus como aves nativas en proceso de recuperación.
Un punto de inflexión en su simbolismo ocurrió en 1992, cuando el huracán Andrew azotó Miami. Ron Magill, entonces curador asistente del Miami Metrozoo, trasladó a 38 flamencos a un baño del zoológico para protegerlos de la tormenta.
La imagen de las aves acurrucadas en ese espacio inusual se volvió viral, capturando la atención mundial y consolidando al flamenco como símbolo de resistencia y esperanza.
Desde entonces, los flamencos han sido adoptados como ícono cultural de Miami. Su imagen aparece en logotipos, arte urbano y eventos como el Miami Beach Gay Pride, donde representan la diversidad y el espíritu vibrante de la ciudad.
Además, lugares emblemáticos como el Hialeah Park Race Track han mantenido colonias de flamencos desde la década de 1930, reforzando su presencia en el imaginario colectivo.
Hoy, los flamencos no solo embellecen el paisaje urbano, sino que también simbolizan la capacidad de Miami para reinventarse y celebrar su rica biodiversidad y cultura.
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