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Así fue el viaje de Winston Churchill a Cuba tras la 2ª Guerra Mundial

Churchill y su esposa Clementine llegaron el 1 de febrero de 1946 al Aeropuerto Internacional José Martí, de La Habana.


Este artículo es de hace 6 años

En el invierno de 1945-46, Winston Churchill había acabado de cumplir 71 años, era un hombre mayor, enfermo, y por recomendación médica había decidido tomarse dos meses de descanso.

El lugar elegido fue Miami, lugar al que lo invitó Frank Clarke, un oficial retirado del ejército canadiense que lo convidó a su casa. Finalmente, el exprimer ministro británico arribó a Florida a principios de enero de 1946 y allí consiguió relajarse y tomarse un descanso para pintar, que era una de sus pasiones.

Enterado el entonces presidente de Cuba, Ramón Grau San Martín, de la presencia de Churchill en Miami, lo invitó a que visitara La Habana.

El presidente Truman ofreció a Churchill un avión de EE.UU. para el viaje, y a la Isla partió el ex-primer ministro británico, junto a su esposa Clementine y al propio Clarke.

Llegaron el 1 de febrero de 1946 al Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana, justo 50 años, 1 mes y 24 días después de haber abandonado la Isla por primera vez. Y es que Churchill ya había estado en Cuba en 1895, siendo muy joven, cuando visitó la Isla como corresponsal, durante la guerra de independencia contra España.

Investigaciones realizadas por historiadores han calificado esa primera visita de Churchill a Cuba como clave en la "maduración" del futuro estadista, y no solo porque durante su estancia en la Isla cumplió 21 años, sino además porque era su primer viaje fuera del norte de Europa, su bautismo de fuego, su primera experiencia como corresponsal de guerra, su primera operación militar y su primera, y muy apreciada, medalla a la "valentía".

Sin embargo, 50 años después la visita de Churchill a la Isla fue mucho más relajada y la bienvenida en el aeropuerto de tal magnitud, que la policía tuvo dificultades para controlar el entusiasmo de los presentes.

Del Aeropuerto fue llevado al Hotel Nacional ―donde se acomodó― y luego fue llevado al Palacio Presidencial para ser recibido y tener una primera conversación de veinte minutos con el presidente Grau San Martín.

Aunque se suponía que Churchill no debía hablar en público durante su viaje, una gran cantidad de personas se había congregado espontáneamente fuera del Palacio Presidencial y convencieron a Winston de que saliera al balcón y diera un breve discurso al público, que terminó de una manera que deleitó a los habaneros allí reunidos, al decir: "¡Viva la Perla de las Antillas!"

Churchill se acabó de ganar el corazón de los cubanos cuando en otro momento de su visita, refiriéndose a su amor por los puros cubanos, dijo: “Cuba siempre estará en mis labios”.

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