Fue uno de los clubes nocturnos más famosos de Oriente a fines de los años '30. Hoy, es una pocilga.
Se llamó originalmente “El Baturro”, y lo mismo acogía a músicos del son oriental más puro, que transmitía por la radio (recién llegada a Cuba) noticias de la Segunda Guerra Mundial. Lo fundó en Jiguaní, a mitad de camino entre Santiago y Bayamo, un emprendedor llamado Emilio Gutiérrez.
Luego, tras cambiar de dueño, cambió también su nombre a “Totys Club”, como se hizo famoso en la antigua provincia de Oriente.
“Personas de Santiago de Cuba, Holguín, Bayamo y hasta Las Tunas venían al Totys Club por su confort y sus ofertas gastronómicas, bastante adelantadas para la época”, cuenta Hugo Armas, historiador de Jiguaní.
Todavía en los años '80 el “Totys Club” era orgullo de la zona. A pesar de ser Jiguaní un pequeño poblado, su creciente vida intelectual y artística, y la presencia de clubes como el “Tottys” atraían a la localidad a pobladores de otras zonas.
En la actualidad, el “Totys Club” es descrito por los propios pobladores e historiadores locales como un antro que revende bebidas, acoge delincuencia e indisciplina social, y ofrece alimentos en pobre estado de conservación.
Nada del pasado esplendoroso.
“A mí me duele hasta pasar por ahí”, comenta Caridad Gutiérrez, hija del fundador del club.
La decadencia del que fuera símbolo de emprendimiento y negocios privados de éxito, hoy a manos del estado cubano, es la metáfora perfecta del fracaso del socialismo cubano.
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