Tras ver la forma en que la popular periodista cubana Cristina Escobar “despidió” a Barack Obama en el Noticiero Nacional de Televisión, en la noche del 11 de enero, quedan claras al menos un par de cosas:
-que la periodista de moda, que ya pasó el mal trago con Silvio Rodríguez y el polémico "Buenos Días" en la Plaza de la Revolución, no sabía nada de la que se avecinaba (entiéndase eliminación de “Pies secos, pies mojados”).
-que la tendencia a la autocompasión y al autovictimismo forman parte de la más asentada tradición informativa en la Isla.
Mal lo debió pasar la joven porque no está bien que, tras dejar a Obama en entredicho frente a toda la nación, apenas 24 horas después, el mismo presidente que días atrás fue retado en cánticos por las tropas de las Fuerzas Armadas, pase casi a convertirse en una suerte de Rey Baltasar, que concede un último e inesperado regalo al Gobierno cubano.
Y es que, todavía hoy (17 de enero), hay que reconocer que Obama dejó a boquiabierto a casi todo el mundo con esa jugada final, que ha repartido en distintas dosis, y según el receptor: alegría, desconcierto y también muchísima desesperanza.
En su intervención, Cristina Escobar utiliza el discurso de despedida que Obama pronunció el pasado 10 de enero, en Chicago, como leitmotiv y guía conclusiva del “¡¿legado?!” del presidente norteamericano tras 8 años de legislatura.
Con una ironía aquí y otra allá, la periodista resta importancia a los méritos de Obama en relación con Cuba, y lo justifica, ¿cómo si no?, con el dato de la “permanencia del bloqueo” sobre la Isla.
Cuentan que este fiasco informativo puede haber tenido que ver con que la joven, rostro habitual de la televisión cubana, no fuera la encargada, pese a ocuparse habitualmente de temas Cuba-EE.UU., de dar la noticia estrella del día siguiente a este: la eliminación de la política de "Pies secos, pies mojados".
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