Aunque para los analistas políticos el tema Cuba no estará previsiblemente en la agenda de los 100 primeros días del nuevo presidente norteamericano, este no solo ha sido abordado en las campañas previas a los comicios sino que será sin dudas uno de los puntos de la política exterior del nuevo gobierno que estará bajo los focos, en particular, desde la mayor de las Antillas.
¿Asistiremos con la nueva administración norteamericana a una continuidad o un cambio en la política hacia Cuba?
Pese a que aún es muy pronto para pronunciarse sobre cuánto afectará la elección del nuevo presidente en el curso de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos impulsadas por Obama; algunos cubanos miran con recelo al nuevo inquilino de la Casa Blanca, no pocos aluden a la irreversibilidad del proceso de normalización de las relaciones o la necesidad de medidas que incidan de una vez en la mejoría de vida de los cubanos en la Isla, mientras que otros continúan aludiendo al respeto a la soberanía como condición innegociable para cualquier diálogo con los vecinos del norte.
Sin dudas, es muy pronto para aventurarse a establecer un pronóstico o predecir una tendencia en el curso de las relaciones entre ambos países.
Existen, además, muchos y muy complejos temas sobre la mesa debate, de difícil resolución y de amplio alcance: política migratoria (ley de ajustes, política pies secos-pies mojados), Base Navald e Guantánamo, pero sin dudas, quedan aún muchos capítulos por escribir en la historia de los nexos entre ambas naciones, cuyo signo está por ver si cambiará con la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump.
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