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Herencia gastronómica en Cuba: Del fricandel a la tripa y otros demonios

Sobran los motivos para la desconfianza en la generación del cerelac, el picadillo de gofio o el bistec de cáscara de toronja o de plátano.


Este artículo es de hace 3 años

De poco ha servido la influencia de la cultura española en la gastronomía cubana. Han tenido que pasar 61 años para que los comunistas de la Isla se lancen a alabar en público la utilidad de las tripas naturales de cerdos y vacas en la elaboración de embutidos.

En cuanto lo anunció el ministro de la Industria Alimentaria, Santiago Sobrino Martínez, la buena nueva se convirtió inmediatamente en carne de memes. Los cubanos, en masa, se quedaron de piedra con lo que el alto cargo soltó sin anestesia en la Mesa Redonda. Dijo, con una tranquilidad que invita a preocuparse, que van a recuperar 2 millones de metros de tripa sin aclarar el "para qué" y sin mencionar la palabra clave: embutidos. En su lugar, hizo una asociación indebida entre las tripas y las croquetas. Vamos, que al compañero le ofreces pasto y rebuzna.

Inmediatamente, el subconsciente de los cubanos nos remitió a la terrible herencia gastronómica que nos dejará el Gobierno del Partido Comunista de Cuba.

Sobran los motivos para la desconfianza en la generación del fricandel, las clarias, el cerelac, el picadillo, el yogurt y el aceite de soya; el picadillo de gofio; el bistec de cáscara de toronja o de plátano, la masa cárnica en todas sus variedades (ahora también de gallinas decrépitas), la pasta de oca y el arroz amarillo con un toque de Polivit a modo de colorante; el pan de boniato, el jugo de pepino, el helado de yuca, el huevo frito en agua o el café con chícharos.

Nos han prometido que rozaríamos la gloria bendita con la moringa y el avestruz, que decía el general Guillermo García Frías que estábamos criando en granjas, en una isla rodeada de mar por los cuatro costados, donde el pescado no es, ni por asomo, plato fijo en la dieta diaria de los cubanos.

Encima, va el mismo ministro-listo de turno y nos dice que si nos comemos las langostas y camarones que están satos en nuestro litoral, nuestros niños no podrán tomar leche. O lo uno o lo otro. En Cuba siempre hay que elegir. Siempre estamos entre la espada y la pared.

Para contrarrestar las escasas dotes de Comunicación de Sobrino Martínez le ha faltado tiempo al portal Cubadebate para compartir este miércoles la receta de la morcilla y el mondongo, hechos con tripas naturales de cerdo y res. La sugerencia va acompañada de fotografías que, en medio del desabastecimiento que sufre el país resultan, como mínimo, insultantes. Debería ser delito jugar así con la gente. A quién se le ocurre compartir una receta de este tipo con la que está cayendo en Cuba. No hay ni para subsistir, como para que encima nos sugieran que nos pongamos creativos.

Pasan las décadas y continúa sin despegar en Cuba un sector que es prioritario en cualquier país del mundo: la alimentación. Los representantes del Partido Comunista siguen sin caer en la cuenta de que, para producir, no podemos tener un campesino trabajando la tierra y cinco funcionarios vigilándolo. El sentido común apuesta, como es natural, por tener, en su lugar, seis personas labrando la tierra baldía que se muere de asco por todas partes.

Lejos de entender que nuestro país necesita deshacerse de toneladas de prohibiciones, limitaciones, vetos y advertencias que nos mantienen como una de las tres economías más restrictivas del mundo (sólo superada por Venezuela y Corea del Norte), el Gobierno sigue improvisando como si tuviera larga vida por delante.

Que a estas alturas del siglo sea noticia que una provincia de Cuba puede garantizar la producción de helado en verano no es ridículo sino triste. Mientras los países desarrollados encuentran vías, a través del debate y el consenso, para fortalecer sus democracias, los cubanos tenemos que escuchar a un ministro descubrir las bondades de la tripa de cerdo y de la vaca en prime time. No podemos debatir porque nuestra prioridad es rompernos la cabeza pensado qué vamos a comer hoy.

La gente está harta de cuentos chinos, pero no tiene tiempo de pensar en otra cosa que no sea el pan nuestro de cada día. Lo que debería ser una jornada laboral y productiva se nos va de pie en una cola en Cuba. Como comentaba una lectora de nuestro periódico, en estos momentos estamos condenados a morir de coronavirus o de necesidad, amontonados a las puertas de tiendas en las que se vende miseria.

Siento pena. Los que conseguimos salir de Cuba, pero quedamos marcados por el Período Especial, miramos con un dolor infinito lo que ocurre hoy en un país dirigido por gentuza inculta, incapaz y dispuesta a hundir todo lo que intente salir a flote. Ellos no nos van a dar mangos bajitos. Defenderán sus prebendas con uñas, dientes y lengua.

Da vergüenza que a estas alturas de la historia nos descubran las tripas de cerdo y res. El problema ahora es saber con qué rayos van a elaborar los embutidos si las producciones porcinas y avícolas han sido golpeadas por la escasez de alimentos. Falta comida también para nuestros animales. Si sólo le meten sangre a las morcillas, terminaremos como los vampiros. Mejor no darles ideas.

Al Gobierno de Cuba le queda grande gestionar el país. Vive en una improvisación eterna. Han construido un Estado en el que los dirigentes tienen el colesterol por las nubes y cosen los botones de sus guayaberas con hilo de pescar para que aguanten la tocineta que amenaza con desbordarse. Afuera, en las colas, al cubano de a pie se le va pegando el pellejo a los huesos. Ese es el orden natural de las cosas.

En medio del desabastecimiento y el hambre, tienen la osadía de reconocer que van a levantar la restricción que impedía llevar comida a La Habana después de las siete de la tarde. ¿Sabemos quién dictó ese veto? ¿Lo han multado con 2000 o 3000 pesos? No. Los comunistas sí pueden equivocarse y sólo les aguarda, con suerte, una cesión de autocrítica o una amonestación frente a sus compinches.

Los demás no. El pueblo no puede resbalar. El propio Estado ha convertido al cubano en un sujeto al que ha atribuido la categoría de "no ser". Por no tener, no tenemos ni derecho a réplica. Si grabas lo que da de sí la gestión económica del PCC, te cosen a multas con el Decreto 370. Si protestas, te encierran; si quieres irte, te regulan; si quieres entrar, no te dejan; si los enfrentas, eres un gusano; si los sigues, te machacan a prohibiciones. Ése es su relato. Lo asumes o te vas.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Tania Costa

(La Habana, 1973) vive en España. Ha dirigido el periódico español El Faro de Melilla y FaroTV Melilla. Fue jefa de la edición murciana de 20 minutos y asesora de Comunicación de la Vicepresidencia del Gobierno de Murcia (España)


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