La jornada
Era el partido de más difícil pronóstico en los cuartos de final de Rusia 2018. El único que enfrentaría a dos campeones del mundo, ambos con suficiente solidez en cada línea y aptos para rutilar lo mismo en el tablero táctico que en el combate físico.
Cada uno llegaba a Nizhni Nóvgorod con bajas importantes. Blaise Matuidi, una máquina del medio campo, no alinearía con Les Bleus debido a una sanción. Mientras, en la línea de ataque uruguaya faltaría el Caníbal Cavani, lesionado en el gemelo izquierdo el mismo día que le abrió un par de boquetes al arco portugués en los octavos.
Los monarcas de 1998 salían con ventaja en las apuestas pese a no haber mostrado autoridad real en todo el campeonato. En la trinchera opuesta, los charrúas querían su quinta victoria en sucesión, avalados por haber permitido un solo gol en más de 360 minutos de contienda.
Desde el mismo comienzo quedó claro que no habría paños tibios. No importaba que Griezmann, Lucas Hernández, Godín y Giménez fueran compañeros en las filas del Atlético, o que el ausente Cavani y Mbappé se pasaran el año enyuntados en el glamoroso PSG. Se trata del Mundial, y aquí hay licencias para todo o casi todo.
De manera que fue un juego trabado donde los haya. Ni Francia ni Uruguay han dudado jamás a la hora de meter la pierna fuerte, y por eso en todo el primer tiempo solo hubo dos ocasiones de real peligro, en ambos casos a pelota detenida: una, la que Varane cabeceó magistralmente para gloria de los Laboratorios Deschamps; la otra, salida de la testa de Cáceres y despejada in extremis por el incombustible Hugo Lloris.
Así, con mínima diferencia en la pizarra, se llegó al complementario. La celeste apretaba a pesar de que la Telstar no podía llegarle a Luis Suárez -rota la conexión con Bentancur por el trabajo de Kanté y Pogba-, y fue entonces que el meta Muslera aportó su granito de anticlímax con una ‘cantada’ vergonzosa frente al fácil disparo de Griezmann.
El dos a cero ya era lapidario. La faena de marca y recuperación de los franceses se encargaría de hacer el resto, y el equipo saldría feliz de la cancha, sabedor de que acababa de presentar –¡ahora sí!- sus cartas credenciales como aspirante al trono.
El gol
El de Varane, con un exquisito redireccionamiento de la trayectoria del balón.
El equipo
Francia, todo fierro.
La individualidad
Mejor no puede ser el torneo que está haciendo Kanté.
El fiasco
Para mí, Fernando Muslera siempre ha sido un portero de escasas (muy escasas) garantías.
Cada cual entiende el fútbol –y el Mundial- como le viene en ganas. Es un derecho que nos asiste a todos. Esta columna sintetiza mis impresiones de cada jornada en la fiesta mayor del deporte más hermoso del mundo.
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