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El "sacrificio" de una abuela cubana de 80 años: fue espía de EE.UU. en Cuba en los 60

Sara McCal, una abuela cubana residente en Oklahoma, fue espía para la Base Naval de Guantánamo en Cuba antes y durante la Crisis de los Misiles.

Sara, en Cuba. © NPR Nashville / Cortesía de Sara McCall
Sara, en Cuba. Foto © NPR Nashville / Cortesía de Sara McCall

Este artículo es de hace 5 años

Una abuela cubana de 80 años residente en Oklahoma, Estados Unidos, ha revelado a su familia que fue espía para la Base Naval de Guantánamo antes y durante la Crisis de los Misiles, según un podcast de la radio pública NPR Nashville.

"Ella dijo que había trabajado para el gobierno de EE.UU. en la Bahía de Guantánamo y que había sido espía", dijo su hija Leslie a NPR. Hace cinco años, Sara McCall contó su historia y sus raíces cubanas a su familia tras el fallecimiento de otro de sus hijos. "Siempre recordaremos su sacrificio y gracias a eso estamos aquí", afirmó su nieto.

"Yo soy cubana 100%, amo (mi país), pero estoy feliz en Estados Unidos también", dice esta abuela cubana. Aunque nació en Manzanillo, su familia se mudó a Guantánamo cuando ella era pequeña. Sara fue contratada en la Base Naval de Guantánamo y terminó llevando mensajes a los contactos en Cuba.

Sara recuerda que al principio creyeron en los cambios de Fidel Castro. Pero, un día su propio padre –quien era dueño de una carnicería–, recibió amenazas. "'No puede haber nadie rico, todo el mundo tiene que compartir lo que tiene con los demás y el negocio de mi papá se entregó al gobierno", agrega.

"Esto va a ser muy secreto y cuidadadoso, me dijeron. Yo tenía que esconder los mensajes en mis zapatos o entre mi ropa", recuerda Sara la primera reunión con el comandante R (nombre en clave, según la NPR), junto a otros cuatro militares. "Yo solo me dije: ''OMG, ¿dónde me estoy mitiendo?", apunta.

Ella entregaba las cartas y recibía a veces alguna a cambio. "Si no me sentía a salvo, podía renunciar sin problemas", especifica.

"Si ellos (el gobierno cubano) me cogían, eso era todo. No volvería más a la base, o van y me matan, o me meten en la cárcel como una amiga que tengo, que vive en Florida", dice esta abuela cubana de 80 años.

Unos días antes de que estallara la Crisis de los Misiles, que mantuvo en vilo al mundo en octubre de 1962, Sara tuvo que ir a La Habana y llevar un mensaje a unas personas que volarían a Estados Unidos. Nadie sabe lo que decía aquella carta.

"Compré una cajetilla de cigarros en la base", señala Sara. Ella tenía dos cajas en su bolso y según las leyes solo podía trasladar una. "Te vamos a dejar ir esta vez, pero sabes cuál es la regulación", le dijeron en el punto de control. Entonces se prometió que nunca volvería a fumar.

Ese día un grupo de soldados cubanos se llevaron a Sara en una patrulla. "Estaba temblando", confiesa, pero llegó a salvo a su casa porque había un conocido en el carro. Una amiga no tuvo la misma suerte. "Ella desapareció y encontraron su cuerpo días después", afirma.

Sara se fue a La Habana, en el aeropuerto entregó el mensaje y visitó a su hermana. Nadie de su familia sabía su secreto.

Al regresar a Guantánamo encontró algo distinto cerca de la base. "Había muchos barcos americanos ", recuerda Sara.

Unos días después había una calma tensa que fue rota por un mensaje a través de los altavoces. "Atención pueblo de Cuba, pongan sus vidas a salvo", repetían.

Sara decidió ir a la base, pese a que su madre le rogó que no lo hiciera. Ella fue y pese a que le dijeron que no podía regresar a Cuba, ella volvió a su casa.

"Tenía que volver una vez más porque tenía que ver a mi familia. No podía irme sin ver a mi mamá, a mi papá y a mi hermana que habían sido tan buenos. Así que fui", afirma entre lágrimas esta octagenaria cubana.

"Has sido tan buena hija. Si vas a estar aquí infeliz, preferimos que hagas lo que quieras y sigas tu destino", le dijeron sus padres. No los volvió a ver hasta unos años después junto a su hermana Lidia en Atlanta.

Sara trabajó durante tres meses en la base, recibió unos 5.000 dólares y papeles de trabajo para empezar su vida en Carolina del Norte, EE.UU.

Sin embargo, terminó viviendo en Oklahoma donde conoció a su esposo Jack y juntos hicieron una familia que ahora está orgullosa de sus raíces cubanas.

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