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¡Es difícil vivir con Sida en Cuba!

Testimonios de cubanos que padecen la enfermedad.

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Imagen referencial Foto © ACN

Este artículo es de hace 5 años

Rolando, vive con Sida desde hace 9 años, y cuenta que desde temprana edad tuvo que emigrar para La Habana, porque sus padres no lo aceptaban debido a su “retorcida orientación”, como muchas veces catalogó su padre a su homosexualidad.

Proveniente de Tumba Siete, en el municipio II Frente, donde queda ubicado el Memorial “Mártires del II Frente” y también la tumba de Vilma Espín y próximamente la de Raúl Castro. Este joven santiaguero, se crió bajo el yugo de un padre combatiente y homofóbico, que odiaba esas “degeneraciones”, calificativo otorgado por Fidel Castro, al inicio de la “Revolución”.

Hoy vive a sus 36 años de edad, en una casa en la capital que obtuvo, tras luchar 7 años de su vida con un señor, el cual le dejó la vivienda tras morir de cáncer, pero sin saber, años después que su vida cambiaría radicalmente.

“Cuando tenía 27 años, fue que llegó el Sida. Lo cogí con un mexicano que me quería joder, él lo sabía y no me dijo nada, pero recuerdo que esa noche me fui con los bolsillos llenos. Dedicarme a la prostitución me ha salvado la vida muchas veces porque me da dinero, pero también me llevó a convivir con esta terrible enfermedad”, lamentó.

Tiempo después, su estado de salud fue empeorando, hasta que aparecieron enfermedades oportunistas que lo confinaron a un largo ingreso. “Estuve por más de tres meses en el IPK”, dijo refiriéndose al Instituto Pedro Kouri (IPK), en el municipio La Lisa, hospital que ingresa a algunos pacientes en estado crítico de la enfermedad y otras patologías de reciente aparición en el país, “pero aún con mi enfermedad y casi al borde de la muerte, aun con mi padre fallecido y mi madre bien entrada en los 80 años, nunca más me abrieron las puertas de la casa que me vio nacer”, confesó más adelante.

“Me tocó a los pocos días de salir del hospital y aún sin recuperarme debidamente, salir a la calle y seguir en la lucha”, alegó. También recuerda que cuando lo diagnosticaron, su mundo se deshizo en pedazos, pero no tenía más opciones que “continuar adelante y sin mirar atrás”.

Al terminar la entrevista el joven santiaguero, criticó por otro lado, que de la misma manera ha tenido problemas con su dieta, incluso con los medicamentos antirretrovirales. “Varias veces mi dieta ha venido incompleta y no ha sido hasta el mes próximo que me la reponen, pero el mes que me toca y falla, me la veo gris y aparte de que aquí uno malcome, cuando viene así, es peor”.

“Lo otro son los medicamentos que a veces faltan y aunque soy bastante responsable con eso, ya me tuvieron que cambiar el esquema porque un mes no vino el que estaba tomando y mi bicho, le hizo resistencia”. Describe además que su miedo "es que si vuelve a faltar el que estoy usando, retorne a hacerle resistencia y vuelva a tener que cambiar los medicamentos y en Cuba solo hay cinco esquemas, cuando se terminan me quedo sin medicinas y solo me quedará esperar la muerte”, selló.

La falta de medicamentos antirretrovirales, incluso la venta por la izquierda, así como la inestabilidad en las dietas de las personas seropositivas, deja un mal sabor para estas personas que conviven con el VIH/Sida.

Mayolis, 8 años con VIH

Así lo refiere Mayolis, que tras 8 años de convivir con la enfermedad, su carga viral se mantiene indetectable, pero, “recién me diagnosticaron, tuve que esperar a que la carga viral estuviera lo suficientemente reproducida para que el sistema de salud aprobara mis medicamentos, pero una vez que me dieron la posibilidad, siempre en la farmacia había un brete con mis fármacos y el caso es que cuando me puse en tres y dos, descubrí que la boticaria los estaba vendiendo por la izquierda y dejando al menos tres pacientes sin los medicamentos”, denunció, aunque según sus palabras luego de aquello, a la farmacéutica no le quedaron ganas de seguir revendiendo los antirretrovirales.

Por otra parte, Antonio García, miembro del PNUD que atiende específicamente las Infecciones de Trasmisión Sexual (ITS), expuso que, “Cuba ha sido catalogada como país de ingreso medio-alto, y por la baja concentración que tiene la epidemia, se ha convertido en una nación no elegible para ser receptora de ayuda, provenientes del Fondo Mundial”.

García señaló que la decisión del Fondo obliga a Cuba a la búsqueda de sostenibilidad pues deberá “ir absorbiendo en los próximos tres años por parte del gobierno los gastos que ahora, de una forma u otra, son financiados por donantes extranjeros”.

Desde la aparición de la enfermedad en Cuba en 1985 hasta el año 2016, según informan medios oficialistas de la isla, más de 28.000 personas en Cuba viven con el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH). De ellos más de 80% son hombres que superan los 30 años y reciben de “manera controlada y gratuita” los retrovirales para su tratamiento.

Según María Isela Lantero, jefa del departamento que atiende la Patología en el Ministerio de Salud Pública, el país destina cuantiosos recursos para proveer a los pacientes de los medicamentos necesarios. "Cada vez es mayor el número de personas que viven con VIH y reciben tratamiento. Aunque hemos padecido dificultades con el abastecimiento en estos años, siempre hemos previsto alternativas para evitar que se interrumpa la terapia”, apuntó a la prensa nacional.

Con cinco antirretrovirales fabricados en el país y otros importados, certificados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), Lantero enfatizó en que Cuba tiene una estrategia combinada, “el objetivo de la terapia es mantener bajos los niveles del virus del Sida en sangre y controlar su multiplicación, lo que hace que el paciente no presente complicaciones y se mantenga estable”.

Lidia Hierrezuelo, 15 años con VIH

Lidia Hierrezuelo lleva con la enfermedad más de 15 años y recuerda con mucha tristeza, cuando las personas diagnosticadas eran sacadas de sus casas envueltas en nylon como si se tratara de la “peste negra”.

“Fueron momentos difíciles para nosotros, al principio vivíamos en los sanatorios que fueron construidos a las afueras de muchas ciudades. La gente nos temía y hasta nuestras amistades se apartaron, el rechazo era constante y nos perseguía. Vi cómo muchas personas se quitaban la vida porque cargaban con el prejuicio y la exclusión tanto familiar como social”. Dice que nunca olvidará cuando estas instalaciones de aislamiento llegaron a su fin. “Fue un momento inolvidable. Me despegaba de un lugar cargado de odio y terror. Más nunca he vuelto a poner un pie allí. Guardo tantos malos momentos que no quisiera recordar”.

Otros como Julio, que reside en el reparto Nuevo Vista Alegre, Santiago de Cuba, asegura que los “sanatorios” deberían de ser restaurados. “Allí teníamos segura buena alimentación, atención médica y tratamiento, de vez en cuando salíamos de pase con un acompañante a nuestra casa. Aunque al principio, era como estar presos y muchos anhelaban salir y compartir con la familia, otros no queríamos ni salir, porque cuando llegábamos a nuestras viviendas, el rechazo se agudizaba”.

Un joven seropositivo de la localidad de Vista Hermosa, una de las barriadas que más personas aporta a la epidemia en Santiago de Cuba, cuenta que para obtener sus medicamentos, primero tiene que tomar clases de relajación. “Llevo siete meses diagnosticado y si te digo que en tres ocasiones he comprado el medicamento te miento”, indica que tres veces a la semana, por seis meses tiene que ponerse unas inyecciones intramuscular para su sistema inmunológico. Sin embargo, “cada vez que voy a la farmacia, o ya se ha acabado o no entró. Así llevo dos meses sin poder alcanzar el factor de transferencia o el interferón”.

Una farmacéutica santiaguera aclaró a CiberCuba, que el déficit con los medicamentos es para todas las enfermedades. “Aunque estos fármacos se expenden controladamente, no dan abasto, semanalmente entra el pedido y en ocasiones no llega ningún antirretroviral, cuando no falta la zidovudina, falta la nevirapina o la lamivudina, y aunque los pacientes nos pelean, lo menos que podemos hacer es buscárselo en otras farmacias de la urbe, pero es imposible, no los hay”,dijo.

Tras las constantes críticas de las personas que viven con la enfermedad en la ciudad, este portal se puso en contacto con el Departamento de Prevención y Control de las ITS y el VIH/Sida de Santiago de Cuba, para conocer de estas limitantes y cómo avanza la epidemia en este año que concluye, pero especialistas refirieron que, al no conocer el diario, no podían “revelar datos confidenciales”.

En lo que va de año, en Santiago de Cuba ha crecido el número de muertes por Sida. Un caso muy resonado fue el de un enfermero, promotor voluntario de salud, y miembro de organizaciones del Cenesex, también la muerte de Eric Pico, joven psicólogo, profesor de la Universidad de Oriente y de una escuela católica, así como recientemente, el fallecimiento de Ramón Garbey, hijo del exboxeador cubano de igual nombre, quien falleció, según alegas sus familiares, por negligencia y desatención médica.

No obstante, pacientes como Rolando o Lidia, viven con el peso de ser abandonados, marcados por estereotipos y el rechazo de los demás, simplemente porque “te crucifican porque temen lo que no conocen”, como refirió Julio, al concluir la entrevista. La falta de medicamentos antirretrovirales, de consejerías para ayudar a los pacientes y a las familias de estos, son una problemática sin solución hasta el momento.

Varios pacientes que también fueron contactados por CiberCuba, ratifican que en la isla, “no se hace suficiente. A ellos (organizaciones partidistas) no les importa si nos morimos o vivimos. Lo de ellos es decir que todo está bien y que las organizaciones extranjeras sigan mandando plata, bajo la justificación de que está siendo usada en bien nuestro, pero ya ves, un día de estos caemos en el hospital y quién se acuerda. Nadie toma en cuenta que ¡es muy, pero muy difícil vivir con Sida!”

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Ezequiel Fuentes Morales

Natural de la provincia Artemisa. Graduado en Contabilidad y Finanzas. Se define como incansable luchador por los Derechos Humanos, y es activista por los Derechos LGBTI+.


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