Evelyn Pineda Concepción, madre de un niño de nueve años portador del VIH, volvió a alzar su voz públicamente para denunciar el abandono institucional al que está sometido su hijo por parte del sistema de salud cubano.
“Me voy a tirar para la calle con mi niño para que un patrullero me lo lleve al hospital”, advirtió en una reciente entrevista concedida al medio independiente CubaNet.
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El menor, William Echevarría Pineda, enfrenta desde su nacimiento una compleja situación médica: vive con VIH, displasia cerebral, toxoplasmosis cerebral, hepatitis B, tuberculosis pulmonar y ha sufrido múltiples parálisis en el lado izquierdo.
A esto se suma su discapacidad motora: el niño no puede caminar y requiere atención médica especializada y constante.
Su madre denuncia que lleva nueve meses sin recibir ni una sola consulta médica, ni en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), ni en el Hospital Pediátrico de Centro Habana, donde debe ser atendido por un neurólogo.
El motivo, según le han informado desde la Dirección Municipal de Salud de Guanabacoa, es la falta de transporte sanitario. “Me dicen que me lo lleve yo por mis medios. ¿Cómo voy a hacerlo si no camina y no tengo recursos?”, cuestionó la mujer en su video de denuncia.
Un abandono prolongado y documentado
Esta no es la primera vez que Evelyn denuncia la situación de su hijo. Desde al menos 2021, ha protestado públicamente ante su vivienda con carteles en los que exige atención médica para ella y medicamentos para el niño.
En anteriores declaraciones, ha expuesto en varias ocasiones cómo las autoridades locales y sanitarias ignoran sus reclamos de atención médica para ella y su hijo, un menor con enfermedades crónicas y adquiridas por negligencia médica en el momento del parto.
Según denunció en febrero de 2021, William fue contagiado con VIH durante el nacimiento, cuando una cesárea mal practicada por un estudiante de Medicina provocó que se rompieran los protocolos sanitarios básicos.
“Me dijeron que me llevarían al hospital y que me harían la cesárea un profesional, pero me atendió un alumno. Ahí me contagiaron al niño”, declaró en su momento.
Posteriormente, las autoridades del hospital, en lugar de reconocer el error, ocultaron durante meses los resultados de las pruebas de VIH al menor, bajo pretextos como “el frasco se rompió” o “la muestra se coaguló”.
Una madre bajo presión y al borde del colapso
El caso de Evelyn también refleja el deterioro emocional y social que sufren muchas madres cuidadoras en Cuba.
En marzo de 2024, la propia Pineda intentó suicidarse ante la desesperación provocada por la falta de alimentos y atención médica para su hijo. Fue hospitalizada tras ingerir medicamentos en un intento de quitarse la vida.
En esa ocasión, denunció que su hijo se encontraba completamente desamparado mientras ella era trasladada a un centro de salud.
“No puedo más. Yo sola tengo que buscarle comida, medicamentos, atención médica… y nada funciona. Ni el Gobierno ni Salud Pública me dan soluciones”, expresó en una de sus declaraciones recogidas por este medio.
Reacción oficial y propaganda tras otra denuncia infantil
Las denuncias como la de Evelyn se producen en un contexto de fuerte tensión social y crítica hacia el colapsado sistema sanitario cubano.
Hace apenas unas semanas, el caso del niño Geobel Damir Ortiz, diagnosticado con neurofibromatosis tipo 1 y leucemia aguda, generó una oleada de indignación popular tras conocerse que debía ser trasladado a Estados Unidos para recibir tratamiento.
Su situación provocó una reacción oficial en forma de campaña propagandística, donde el régimen intentó contrarrestar las críticas con mensajes de “logros de la salud pública”, exaltando la labor médica en medios estatales y redes institucionales.
En paralelo, varios funcionarios admitieron escasez en hospitales, otros acudieron a las redes sociales para rebatir las versiones oficialistas, y el primer ministro Manuel Marrero Cruz intentó contener el daño político elogiando la entrega de los profesionales de la salud.
No obstante, el contraste entre la propaganda y la realidad es cada vez más insostenible. Casos como el de William Echevarría —un niño enfermo, inmovilizado, sin atención durante meses— revelan la crudeza de una crisis que no se puede maquillar con discursos oficiales.
Peticiones internacionales y visa humanitaria
En 2023, la madre de William incluso gestionó una solicitud de visa humanitaria para su hijo con la esperanza de obtener tratamiento en el extranjero. Sin embargo, hasta la fecha, ninguna organización ha asumido el caso, y el niño sigue a la espera, en un hogar sin condiciones, sin medicamentos y sin garantías mínimas para su salud.
El patrón de desatención a personas con VIH tampoco es nuevo. En febrero de ese mismo año, CiberCuba reportó que el régimen negó una cirugía urgente a Evelyn Pineda Concepción, también paciente de VIH, quien denunció que llevaba más de 18 días esperando por una operación de unos ganglios sin que las autoridades médicas le diesen una respuesta.
“A mi hijo me lo están dejando morir”
Pineda ha insistido en que no se trata de un caso aislado. “Hay varios niños que se están muriendo porque no los atienden. En Cuba no hay medicamentos, no hay nada. Te los dejan morir”, afirmó durante la entrevista con CubaNet.
Ella teme que, si no hace algo drástico, como protestar públicamente o lanzar una denuncia más fuerte, su hijo simplemente se desvanezca entre el olvido burocrático y la desidia estatal.
La historia de William Echevarría no solo resume la situación de miles de cubanos desatendidos, sino que retrata el drama de una madre que ya lo ha intentado todo: protestar, denunciar, resistir… y aun así sigue esperando.
Mientras tanto, el régimen insiste en repetir sus eslóganes de salud “gratuita y universal”, sin asumir el drama real de quienes no entran en sus estadísticas oficiales.
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