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17 instantes de una primavera en Miami y La Habana

La fiesta no ha hecho más que empezar y en días venideros vendrán más sobresaltos para La Habana y sus aliados.

Edificio del Ministerio del Interior de Cuba © Cubadebate
Edificio del Ministerio del Interior de Cuba Foto © Cubadebate

Este artículo es de hace 4 años

Hugo está sentado en un cajón de madera que salvó del penúltimo naufragio del agromercado próximo a su casa; casi siempre aparece encorvado en su largura, con los brazos cruzados, sombrero de guano, cuchillo a la cintura; y cambiando de posición para irse escondiendo del sol Caribe y manteniendo a la sombra los racimos de plátano burro que intenta vender cada día como complemento a su pensión del Ministerio del Interior.

Si llueve, algún vecino corre a ayudarlo en el desmantelamiento de su ventorillo, y él se mete en casa donde rumia la jubilación forzosa en 1989, cuando un ruidoso grupo de combatientes de la FAR se adueñó y lo expulsó de su reino: el Registro Secreto, quizá el más secreto de los departamentos de la Contrainteligencia cubana, convertido ahora en una espumadera por ignorancia operativa y desidia.

Al guajiro Hugo lo formaron los soviéticos, que vieron en él a un Nureyev del espionaje y cuando necesidades del servicio obligaban a operar en Londres, París o Nueva York; el KGB pedía que fuera Hugo, al que proveían de documentación falsa y apoyo logístico. El se limitaba a obedecer, a cumplir. Casi como hacer ahora en su improvisada tarima.

Quizá Hugo tarde días o un mes en enterarse de la exclusiva de CiberCuba sobre la mayor filtración de documentos secretos del MININT; pero cuando lo sepa se morderá los labios, se encogerá de hombros y se reirá para adentro porque se sabe vigilado, controlado, una veces más, otras menos; pero vigilado porque dejó de ser confiable, junto a otros muchos, para que Raúl Castro, que hoy cumple 88 junios, se apoderara del juguete que faltaba a su colección de poder.

No lejos de Hugo, la negra Haydée, que no fuma tabaco, pero sí toma café; se controlará la diabetes provocada por la persecución que sufrió a manos de los efectivos de la Contrainteligencia militar, tras ser despedida en 1989, como jefa del departamento de entrenamiento de agentes clandestinos de la DGI.

Haydée no mostrará emoción alguna cuando el coronel (R) Berto se asome a su verja para recoger la apuesta diaria a la Bolita, y le diga: mi negra, la cosa está mala, los de CiberCuba tienen los papeles que se llevaron del Registro Secreto. Tantos años entrenando a agentes que burlaron al FBI, la enseñaron a no mostrar emociones ante lo inesperado, sobre todo, cuando las malas nuevas puedan reinstalarle un experto en lectura de labios en las inmediaciones de su casa con Licencia para arrendar.

Cuando cierre la puerta, Haydée correrá la computadora para ver si puede leer la filtración, luego se irá al agromercado, donde coincidirá con otros ex combatientes del MININT y comentarán la jugada con un titular y emplazándose a mejor ocasión para comentar lo que vayan sabiendo sobre la escandalera porque las cámaras son indiscretas.

Ella y él son una muestra de la torpeza con que los jefes y oficiales de las FAR se apoderaron del MININT, como mezclaron la agentura y como comenzaron a cosechar fracaso tras fracaso operativos: ayer los 21 espías de la Red Avispa, luego los esposos Myers, y Ana Belén Montes, de la que ya nadie se acuerda o parece.

De lo empezado a contar este lunes por CiberCuba, anuncian que habrá más dulces para todos, y no únicamente referido al espionaje tardocastrista en el aeropuerto de Miami (MIA, por sus siglas en Inglés); surgen dos conclusiones evidentes: la maltrecha Inteligencia cubana estaba espiando a todo trapo el MIA en medio del buen clima de las negociaciones con Obama y lo más grave: el espíritu de cuerpo que fue santo y seña del MININT desde su fundación hasta el asalto farista de 1989, ha desaparecido.

Tronados y encabronados ha habido en todas las épocas, pero ninguno tenía la osadía de sustraer documentos y ventilarlos, aunque ganas no le faltaran; pero les podía su juramento y su certeza de que aireando expedientes solo ponían en riesgo a los agentes en suelo enemigo.

Tampoco faltarán las voces antiobamistas que se agarren como un clavo ardiendo a la serie de reportajes de CiberCuba para criticar al expresidente con rabia; aunque no sabemos si el FBI tenía monitoreado y controlado al “Gordo”, “Charles” y demás agentes cubanos; como hizo con la Red Avispa, tras el oportuno y valiente aviso de “Ariel” (Edgerton Levy), que junto con Enrique García, ex jefe de Centro de la DGI en Ecuador, han realizado las primeras valoraciones.

El gobierno cubano tratará de cubrir el expediente diciendo que actuaba en legitima defensa y buscando detectar actividad “terrorista” enemiga; aunque los datos indican que estaban buscando datos de Inteligencia para intercambio y venta con aliados permanentes y circunstanciales.

La contrainteligencia norteamericana trabaja con abundantes recursos y paciencia vietnamita, abriendo los jamos para que entren muchos pejes; la Inteligencia cubana carece de recursos abundantes y suele ser agresiva en sus aproches desde siempre; aunque no suicida como viene ocurriendo desde 1989.

La fiesta no ha hecho más que empezar y en días venideros vendrán más sobresaltos para La Habana y sus aliados, pues habría que ver el uso de venezolanos y nicaragüenses en misiones en Miami y adyacentes; que no sería una novedad, pues ya han usado a guatemaltecos y otros latinoamericanos en sus andanzas de espionaje y las reacciones de Caracas, Teherán, La Paz, Managua, Zimbabwe, Sudáfrica, Angola y Namibia, entre otros.

Haydée, Berto y Hugo pagarían por verse un ratico con Ramiro Valdés; pero saben que el espía que vino de Artemisa fue bodeguero antes que ministro y masón antes que comandante de la revolución y que es alérgico al aspaviento que alerte al almirante Gandarilla, ese rusófilo raulista que ha servido para llevar a los niños al colegio y regañarlos cuando se portan mal, como casi siempre; como se sabrá ahora.

De cara a la tropa, el Alto Mando ordenará que el dossier es viejo y que la jugada está controlada; pero a ver cómo hace ahora Bruno Rodríguez para dar la cara antes unos aliados que a estas horas se estarán preguntando cuánto sabe el malvado Trump de nosotros.

Y Alejandro Castro Espín, ya defenestrado, queda en muy mal lugar porque mientras pedía a los negociadores de Obama la cesión de la Base Naval de Guantánamo y su cárcel, alardeando de la experiencia castrista en manejo de cautivos; su entonces todopoderosa Comisión husmeaba por el MIA.

Entonces, los aliados quizá sepan que este lío aún por contar no empezó siquiera en 1989, sino antes, cuando Fidel y Raúl Castro decidieron convertir a una parte de los policías en ladrones para cooperar con actividades de narcotráfico que, previamente, habían diseñado algunos subordinados de Manuel Piñeiro en sus andanzas por Colombia, cuando la revolución continental parecía al alcance de la mano.

Pospuesta la revolución, solo quedaba saber Qué pasa en USA y ya empezamos a saberlo.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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