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Carta al pueblo cubano: "¿Nos aplastan o nos dejamos aplastar?"

"Si bien ha sido y es grande lo que nos aplasta es hora de ponernos a pensar cuál ha sido nuestra responsabilidad y hasta nuestra contribución. ¿Nos aplastan o nos dejamos aplastar?", agrega un cubano en la Isla.

Carros en La Habana, imagen de referencia © CiberCuba
Carros en La Habana, imagen de referencia Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 4 años

Un cubano en la Isla, que prefiere mantener el anonimato, opina sobre la crisis en Cuba y la continuidad de la dictadura. Reproducimos esta opinión enviada a la redacción de CiberCuba.

Nos invaden cada día tesis y formulaciones que explican, algunas minuciosamente, las miles y nefastas fórmulas que utiliza el poder para aplastarnos, deshacernos y hasta ponernos a aplaudir nuestro propio infortunio. Sabemos, casi con lujo de detalles, cuáles son los hilos que mueven un aparato represivo magistralmente engranado.

A nadie asalta la duda de lo variopinto de los métodos, las elucubraciones, el estilo eficiente y arcaico de quienes tienen a bien ponernos cada día la mordaza.

El pueblo cubano conoce de sobra a sus victimarios, forman parte del día a día, de cada barrio y hasta de cada familia. No pretendo restar interés a la denuncia, a la verdad bien dicha o al menos dicha, pero es fase superada: el lamento y la queja no puede convertirse en estrategia.

Si bien ha sido y es grande lo que nos aplasta es hora de ponernos a pensar cuál ha sido nuestra responsabilidad y hasta nuestra contribución. ¿Nos aplastan o nos dejamos aplastar?

Sí, porque el papel de víctima convoca también reflexión.

Las victorias del régimen, muchas por cierto, son pifias de nosotros mismos, de la nación. Cada cubano tiene una dosis de responsabilidad en lo que nos ocurre a todos, somos a veces sin quererlo, y otras queriéndolo, parte de esta noche de 60 años que nos acontece.

Colaboramos de forma velada o abierta con nuestros opresores llegando esto a formar parte de la anormalidad en que se ha convertido nuestra “normalidad”. Cada cosa que dejamos de hacer, cada verdad que dejamos de decir, es un granito de arena en la muralla del castrismo que nos aprisiona.

Vivimos mirándonos el ombligo… más bien el bolsillo, sin tiempo para señalar a los 40 ladrones. Pensamos con el estómago ya no con la cabeza, confundimos Patria con familia, Isla con casa.

El miedo, sentimiento nacional, ha dado paso a la peor epidemia, la que padecemos (...), esa que no necesita de agente transmisor y pareciera inoculada en nuestro genoma: el oportunismo.

Dios mediante hay excepciones. Actitudes que merecen todos los respetos y quedarse sin sombreros, almas por las cuales sigue valiendo la pena llamarse cubano pero no son suficientes.

La norma, gran fortuna para el partido, somos los timoratos, los sumisos, los mendigos de mentirosos asilos, émulos de Sandokan por cuanta selva aparece y con muchas más de 20 mil leguas de viajes submarino o marino… da igual. Todo mejor que ayudar a cambiar la realidad nacional.

Hemos exigido derechos en cualquier frontera, México, Estados Unidos, El Congo, Madagascar, en todas partes menos en nuestra parte, en nuestra isla.

No hemos llegado a la Luna porque no tenemos cómo y el cómo cambiar nuestro país, seamos honestos: No nos interesa.

Millones salieron corriendo en esa carrera eterna que no demuestra más que cobardía. Otros no menos cobardes nos quedamos tratando de respirar por nuestras narices aunque el resto se ahogue con nuestra bocanada.

Rayando la yuca sin preguntarnos por qué la rayamos, no nos convienen las interrogantes y mucho menos las conclusiones, nos conviene callar, alabar, marchar pues con suerte un día nos marchamos y el que queda atrás que se arregle.

Regalamos nuestro país sin chistar, sin la mínima resistencia.

Como pedir ayuda al mundo si el mundo lleva 60 años viéndonos boca abajo.

Todo es culpa del "bloqueo", es verdad, pero del bloqueo de la conciencia nacional, del bloqueo de ese sentimiento que tuvimos quizás siglos atrás.

Pareciera que con (Antonio) Maceo murió el último valiente, que en esta “la tierra más hermosa que...” se extinguió el decoro, se sepultó la dignidad.

Nadie quiere perder una uña por ver una Cuba prospera, preferimos seguir pintándonosla con el mejor color que podamos conseguir.

La libertad nos parece cosa de locos, un concepto abstracto, algo que no se come ni se luce, algo por lo que nadie da un centavo, preferimos comer hoy para mañana despertarnos buscando qué comer y así sucesivamente.

Como las leyes se aplican selectivamente –y lo sabemos– muchos han optado por una plaza de chivato desde la cual robar mejor o por lo menos más tranquilo. Aquí no es lo mismo ser un ladrón freelance que un ladrón militante.

Un ladrón militante con poca suerte o talento deviene como mínimo emprendedor, esa palabrita de moda que usamos para referirnos a mercachifles que luego de una vasta carrera de ladrón estatal acumula los méritos suficientes, léase “lame las botas suficientes”, como para merecer un próspero emprendimiento.

El centro histórico es el zoológico perfecto para disfrutar de estas especies.

Desaparecida la corporación Habaguanex que tuvo a Alí Baba como fundador y principal gestor (sino que explique la fortuna en España) todos sus antiguos gerentes de medios para abajo maravillosamente terminaron dueños de las más importante paladares, 'puticlubes', casas de fiestas y casas rentas que adornan la ciudad.

¿De donde salió el dinero para esas magnas inversiones? “Ábrete sésamo”.

A esos nuevos capitalistas del socialismo acostumbrados a tener más de mil caras en sus inescrupulosas carreras les importa un reverendo comino lo que a su alrededor pase (...) esos parásitos han vivido siempre esperando su oportunidad y algunos por el momento ya la tienen.

No son ellos los culpables, es solo un ejemplo de los miles de recursos para enajenarse de la nación, los culpables, somos todos, muchos dieran más de un ojo por estar en sus zapatos porque el bien común dejo de interesarnos.

Nos han atomizado, disgregado, casi evaporado (...)

Es hora de que aprendamos, de nuevo, que la libertad no la regalan, que los derechos se exigen, que esta inercia de cada día es lo que ha acumulado 60 años y que si seguimos como vamos serán 60 más.

Pensemos en qué contribuye cada uno a que nos sigan pasando gato por liebre, pollo por pescado. Bailemos menos y pensemos más. Si el problema es nuestro, la solución también.

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