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Elías Amor: Defiendo un modelo de economía de mercado para Cuba

Para generar consenso con mis colegas economistas, hablaría de economía "social" de mercado.

Elías Amor, Presidente Observatorio Cubano de Derechos Humanos y Economista © Cortesía del entrevistado
Elías Amor, Presidente Observatorio Cubano de Derechos Humanos y Economista Foto © Cortesía del entrevistado

Este artículo es de hace 4 años

Elías Amor Bravo (La Habana, 1958) es Presidente del Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH) y uno de los economistas más activos en el análisis de la crisis cubana y su posible solución con una receta de democracia y economía de mercado.

Acucioso en sus análisis, consigue despertar en el lector, incluso los no avisados, interés genuino en la economía cubana, que fue potencia hasta 1959 y hoy está arruinada, aunque los cubanos conservan aquella garra que los llevó a construir un modelo productivo exitoso.

De todo ello, hablamos en esta entrevista, donde -una vez más- muestra su magisterio, rehuyendo la descripción acrítica de la realidad cubana precastrista, doliéndose del desastre y proponiendo fórmulas para que Cuba deje atrás la noche de sin razón y monólogo castrista.

¿Qué crees falló en Cuba para que llegara el castrismo abrasador y se consolidara en el poder absoluto por 60 años y lo que resta?

En muchas ocasiones he intentado reflexionar sobre esta cuestión. Ya sé que volver atrás en el tiempo es imposible, pero al menos, este ejercicio debe servir para que en el futuro, las generaciones venideras, no cometan los mismos errores. En términos económicos, creo que Cuba, ante de la llegada del castrismo, había sido un éxito como modelo. Sin embargo, no cabe duda que algo falló para que llegase la pesadilla.

Sobran los indicadores económicos que confirman que aquella isla se había convertido en una nación que avanzaba, con paso firme, hacia un nivel de desarrollo y de vida superior al de otros muchos países occidentales. Tenía un modelo al que imitar, a tan solo 90 millas al norte, porque en aquel tiempo Europa se encontraba devastada, tratando de superar los desastres de la guerra. Además, Cuba contaba con recursos humanos, económicos e instituciones para hacer posible ese viaje a la prosperidad.

Los sectores dirigentes de la economía cubana fueron adelantados de su tiempo. No solo en el ámbito logístico y comercial, donde se produjeron nacimientos de éxito como los embriones del Corte Inglés o Galerías Preciados, sino en la creación de instrumentos para la regulación de mercados que no llegaron a Europa hasta la década de los años 80.

Las instituciones de política monetaria, con el destacado papel del Banco de Cuba, las normas de auditoria y gestión empresarial extendidas a todas las empresas, la publicidad y el marketing, e incluso, la legislación bancaria y fiduciaria. La modernización económica de Cuba era absoluta en 1959 y, de no haberse producido la llegada del castrismo, no resulta fácil proyectar al futuro aquellas tendencias y concluir que la economía cubana a comienzos de los años 70 podría encontrarse entre los países más avanzados del mundo.

Sin embargo, en aquel momento, los agentes económicos debieron percatarse de la necesidad de profundizar en las reformas que contenía la constitución de 1940, pero no reaccionaron. Hacerlo, habría significado un mayor nivel de redistribución económica y una mayor justicia social, al tiempo que se habrían sentado las bases para un nuevo modelo de crecimiento económico estable. La convulsión revolucionaria desde los años 30 tuvo mucho que ver con esa actitud.

Pero llegó el gran desastre del castrismo con su incapacidad, y yo diría que su deseo absolutamente reconocido, de destrozar el sistema institucional que, insisto funcionaba y muy bien, para sustituirlo por otro que no guardaba relación alguna con el sistema y modelo económico vigente.

La necesaria gradualidad de las reformas económicas fue sustituida por la voracidad revolucionaria. Los economistas hemos aprendido que las instituciones que regulan la vida económica de las gentes no aparecen de la nada, sino que surgen para dar respuesta a la complejidad creciente de las relaciones sociales y económicas.

El castrismo impuso una serie de instituciones que no guardaban relación alguna con la historia de la economía de la República, y ahí surgió el desastre. Han estado 61 años aplicando las mismas recetas absurdas que iban, y siguen yendo, en contra de lo poco que queda de aquella economía que, en cuanto se aflojan los mecanismos de control, reaparece.

Los valores del emprendimiento, la libertad económica, el deseo de construir un patrimonio con el trabajo y el esfuerzo, el ahorro, la dedicación y la calidad del trabajo, el compromiso, estos valores que observo en los cubanos que residen en España, Suecia, Hialeah o New Jersey, por desgracia, por la responsabilidad directa del régimen comunista, no se pueden llevar a la práctica en Cuba.

Pero están allí, y en cuanto se permite su puesta en práctica, aparecen de nuevo con viveza. Esa es la esperanza que tengo para el futuro. El alma económica de los cubanos no está muerta, después de 61 años de régimen castrista.

El PIB de Cuba en 1959 era superior al de Barbados, República Dominicana, y la propia España; ahora es al revés. ¿Cómo fue posible?

Evolución de los PIBs de España y Cuba en el siglo XX/ Elías Amor

La historia económica de la República, desde 1902, fue una historia de éxitos. Sin paliativos. La historiografía castrista ha querido cambiar ese pasado, del que podemos sentirnos orgullosos todos los nacidos en aquella isla, pero en cuanto se accede a las hemerotecas, las películas, los documentales, se puede comprobar que Cuba en 1959 era infinitamente mejor que en 2020, en el aspecto físico de las calles, las carreteras, los edificios, las industrias, la navegación terrestre y aérea, la gente.

Existían indicadores de analfabetismo o de salud distintos de los actuales, pero nada impide pensar que se habrían corregido, e incluso, superado, con aquel sistema económico que, insisto, iba evolucionando y transformándose.

Cuba es quizás de los pocos países del mundo que ha visto cómo su situación empeora con el paso del tiempo. La paridad dólar peso de 1959 comparada con la situación monetaria actual, es un buen ejemplo.

Si se compara España con Cuba el contraste es aún más visual. En 1959 el PIB per cápita de Cuba era alrededor del 60% del español. Sin embargo, en 2017 había descendido a poco más de un 20%. La tercera parte. No en vano, en la década de los años 50, miles de españoles emigraban a Cuba en busca de un futuro mejor.

España se encontraba en una situación relativa de pobreza, igual que Italia o Francia, mientras que Cuba presentaba unos indicadores económicos favorables en los foros internacionales, como el FMI, donde los economistas cubanos tuvieron un protagonismo histórico. En este punto es cuando unos países hacen los deberes y además, los hacen bien.

España desde 1959, cuando puso en marcha un plan de estabilización y, más tarde, los planes de desarrollo, no ha dejado de crecer, situándose en la actualidad entre las naciones más ricas, y su PIB per cápita es casi cinco veces mayor que el de Cuba.

Son historias de éxito y de fracaso. Otro tanto se podría afirmar respecto a Hong Kong que en 1959 tenía un PIB per cápita apenas superior en un 11% al cubano pero en 2017 la relación entre ambos se había disparado con un PIB superior en 6 veces al de Cuba, y otro tanto se puede afirmar de Barbados, y numerosos países de América Latina, como Chile.

Aquel resultado de 1959 fue posible por la conjunción de una serie de factores que permitieron a la isla progresar. En primer lugar, la población que aumentó, no solo internamente sino gracias a una masiva migración que no se detuvo en todo el siglo XX. En segundo, los capitales, primero masivos procedentes de EEUU apostando por todos los sectores económicos, no solo el azúcar, para ser sustituidos progresivamente por el capital nacional, cubano.

En los años 50, el capital cubano era mayoritario y se preparaba para el salto inversor internacional. En tercero, la tecnología, Cuba accedía sin dificultades porque tenía ingresos de exportaciones a los bienes de equipo y tecnologías más avanzados de aquel momento. Y esto no se producía como consecuencia de la “reversión tecnológica”que beneficia a países atrasados, sino porque Cuba era un mercado potente de 6 millones de consumidores con muy alto poder adquisitivo. Un mercado muy rentable a nivel internacional.

Población, capital y tecnología impulsaron reformas sociales e instituciones modernas para su tiempo, que, por desgracia, se quedaron a medio camino en su aplicación.

Cuba vive una bronca entre tecnócratas verde oliva y burócratas comunistas de guayabera y pensamiento único. ¿Cómo influye esta bronca en la economía?

Desde que Raúl Castro sucedió a su hermano se puede observar un pulso de poder entre estos dos sectores en liza, que condiciona el tipo de políticas y reformas económicas que se van implementando. Atrás quedaron los tiempos de Fidel Castro, cuando decidía unilateralmente cerrar la industria azucarera o construir una central nuclear en un claro de la manigua. Ahora se observa una especie de negociación en la cúspide del poder que tiene unos efectos muy negativos sobre la economía.

Por ejemplo, las reformas raulistas desde 2008 promovieron una pequeña liberalización de las fuerzas productivas de la economía, una apertura a la inversión extranjera, en suma, un destrabamiento, como dice ahora el ministro de Economía, que tuvo efectos positivos en la apertura de negocios y pequeñas empresas.

Todo aquello se frenó cuando Raúl fue relevado en el poder por los dirigentes de la burocracia comunista, y quedaron al margen del poder los principales representantes de la tecnocracia verde oliva, vinculados al conglomerado empresarial de la seguridad del estado y ejército.

Estos cambios en la cúpula política del país inciden negativamente en la economía porque no permiten vislumbrar un escenario estable y cierto para la toma de decisiones. No hace muchos días, el ministro de Economía anunciaba que iban a empezar a cesar directivos de empresas estatales mal gestionadas y cambiarlos por otros.

Se multiplican los mensajes en los que se cuestiona la dirección económica del país, sin aportar alternativas. Pero los problemas son de otra índole. La falta de divisas cierra la repatriación de beneficios de las empresas extranjeras a sus casas matrices y lo que es peor, se incumplen los compromisos de pago con proveedores o con los acreedores lo que afecta a las cadenas de suministro.

Este tipo de situaciones se achacan al embargo o bloqueo, pero tienen mucho que ver con la incertidumbre que existe en la gestión de la economía y la evidencia de que el modelo de los llamados “lineamientos” no está dando los resultados esperados. La economía cubana lleva dos años creciendo al 0,5%, de los más bajos de América Latina, y eso es solo la punta del iceberg.

Hagamos un ejercicio de política ficción. El gobierno cubano convoca en La Habana a Carmelo Mesa Lago, Jorge Sanguinetty, Pavel Vidal, Pedro Monreal, Omar Everleny Pérez, Juan Triana Cordoví y a Elías Amor. ¿Cuál sería el mensaje? ¿Yú que dirías?

Yo no participaría en ninguna convocatoria de estas características si previamente los presos políticos no dejan las cárceles, y no se anuncian cambios democráticos hacia la libertad y la defensa del pluralismo político y el respeto a todos los derechos humanos por igual. Es decir, tiene poco sentido sentarse a hablar con aquellos que se niegan a hacer cambios.

Pero en ese ejercicio de política ficción, supongamos que comienza la transición a la democracia en Cuba y quien llama a los economistas es el “Adolfo Suárez” cubano, en tal caso, mi mensaje sería muy claro.

Primero: Defensa de un marco jurídico estable para el ejercicio de los derechos de propiedad por todos los cubanos, esto es esencial porque no es posible empoderar a nadie sin la disponibilidad de recursos y patrimonio propio. Estos derechos se tienen que proteger con la máxima certidumbre y estabilidad. Hay que romper la dependencia absoluta que tienen los cubanos del estado.

Segundo: Privatización del capital en manos del estado por medio de subastas públicas transparentes y con la debida supervisión de organismos internacionales, de ese modo se intentaría evitar concentración de la propiedad en pocas manos, lo que igualmente se podría lograr con una legislación anti monopolios y una comisión de regulación de la competencia.

Tercero: Eliminación definitiva de la planificación central de la economía y su reemplazo por la planificación económica democrática. La política económica se debe basar en el enfoque instrumentos y objetivos, ha de ser democrática e incorporar a los representantes de las empresas y trabajadores en su diseño por medio de la concertación y el diálogo social.

Cuarto: Restauración de las instituciones mercantiles de la economía con la creación de mercados privados en todos los sectores y actividades económicas, en una clara apuesta por el mercado como institución fundamental de la economía. Es la lógica absoluta de destrabar la economía por la vía rápida.

Quinto: Consolidación de la libre elección como principio fundamental de la economía. Un principio que se debe aplicar a todos los bienes privados y públicos, los estudios, la carrera profesional, el empleo. A tal fin los subsidios permanecen solo para los colectivos necesitados.

Sexto: Solicitar de forma inmediata el consejo y ayuda de los organismos de supervisión monetaria internacional, FMI, Banco Mundial, OCDE para desplegar los instrumentos más adecuados para implementar los cambios estructurales que se necesitan para la economía cubana. De igual modo, la doble nacionalidad debe contribuir a atraer los capitales, el conocimiento y los contactos de la diáspora, así como su participación activa en todos los procesos de privatización y restitución de derechos incautados por el régimen comunista.

El estado democrático cubano se reserva las funciones clásicas de asignación de recursos, distribución de la renta y estabilidad económica, mediante el desarrollo de una política fiscal justa y democrática. Si alguien me pregunta qué modelo económico es el que defiendo, lo diré sin ambages, la economía de mercado. Me reservo, para el consenso con mis colegas, economía “social” de mercado.

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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