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Acierto parcial del gobierno cubano con la excarcelación de José Daniel Ferrer

Aún quedan 112 presos políticos en las cárceles cubanas

José Daniel Ferrer, opositor cubano recién excarcelado © Cortesía de UNPACU
José Daniel Ferrer, opositor cubano recién excarcelado Foto © Cortesía de UNPACU

Este artículo es de hace 4 años

El gobierno de Cuba ha tenido un acierto parcial excarcelando a José Daniel Ferrer y sus tres compañeros de causa, pero debe valorar su indulto y extender sus medidas paliativas de gracia, incluida la reclusión domiciliaria, al resto de los 112 presos políticos que tiene en sus prisiones, excepto los condenados por delitos de terrorismo.

Los casos del pastor evangélico Ramón Rigal -en la cárcel por querer educar a sus hijos al margen del lavado de cerebro de los colegios estatales- y del periodista Roberto Quiñones Haces, condenado a prisión por querer informar sobre el juicio a Rigal y su esposa Ayda Expósito, son ejemplos paradigmáticos en la obcecación tardocastrista.

La excarcelación e indulto a la mayoría de los 112 presos políticos, amparándose en el coronavirus, debe aprovecharla el gobierno cubano para apostar realmente por la puesta en marcha de un proceso de reconciliación nacional donde la pluralidad sustituya al monólogo totalitario y excluyente con un gran pacto que privilegie el goce de las diferencias con respeto mutuo.

Las autoridades deben cesar en su acoso a opositores, activistas civiles y periodistas independientes con citaciones regulares a estaciones de policía para meterles un frío y luego dejar que vayan a casa; pese a que el propio gobierno y la científica cubana Vivian Kourí han recomendado el aislamiento en los hogares. ¿Está el aparato represivo al margen de la estrategia sanitaria oficial?

Los moncadistas atacaron con armas los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes (Bayamo), los sobrevivientes fueron protegidos por la Iglesia Católica, con Monseñor Pérez Serantes a la cabeza, y fueron indultados por Fulgencio Batista Zaldívar, menos dos años después de sus delitos violentos, saliendo del Presidio Modelo de Isla de Pinos, el domingo 15 de mayo de 1955.

En paralelo, Cuba debe aplicar los beneficios legales que contemplan sus propias leyes y la Constitución, a aquellos reclusos por delitos comunes que cumplan los requisitos y tener un gesto hacia ellos, su familia y la dolorida sociedad cubana, saturada de lemas y consignas.

Una reducción de la población penal tendría réditos políticos y aligeraría las cargas de la anémica economía cubana, que ya solo cuenta con la venta de servicios médicos como su principal cuenta de resultados, pero que resulta insuficiente para pagar la factura social de una nación fallida.

La perseguida oposición política -empezando por José Daniel Ferrer y sus compañeros de UNPACU- deben reevaluar el escenario y decidir cómo posicionarse frente al gobierno y, especialmente, ante los cubanos que -azorados- temen por sus vidas y padecen del insomnio provocado por la incertidumbre sobre cómo van a alimentarse, lavarse y trabajar, una vez pase la pandemia.

La terrible coyuntura cubana es una ocasión de oro para que la oposición anticastrista, que no anticubana, exprese claramente su solidaridad con los enfermos, los pobres -que son mayoría- y haga un guiño a los tecnócratas verde oliva de disposición a dialogar por Cuba; si los militares-empresarios responden cerrando la puerta, será su irresponsabilidad, pero si la entreabren, puede ser el comienzo del fin.

Generosidad, amplitud de miras y poner a Cuba y los cubanos por encima de consideraciones tácticas deben ser los ingredientes de una propuesta opositora; los pueblos y la historia castigan con dureza a los talibanes que conforman su agenda política con la Ley del Talión.

Intelectuales, artistas y periodistas, habitualmente prestos a exigir el cese del embargo norteamericano y visados a Trump para seguir recolectando moneda dura que los mantenga a salvo de las inclemencias de la OFICODA, debían imitar a Silvio Rodríguez y a Kcho en su gesto solidario con el artista Luis Manuel Otero Alcántara, y pedir al gobierno una liberación ágil de presos políticos y comunes.

Además, los aguerridos combatientes del ejército ideológico-cultural deben seguir la estela de figuras norteamericanas y del mundo que han donado parte de su dinero a la lucha de sus países contra el coronavirus.

Los artistas cubanos exiliados y -aún cuando La Habana no los quiera ver ni oír- debían donar parte de su dinero para socorrer a las víctimas del coronavirus en la isla y a esa legión de pobres que el comunismo ha producido con gran eficacia Los gestos humanitarios con Miami y el resto de La Florida también serían bienvenidos, pero la economía norteamericana tiene recursos y fortalezas que no tiene la de Cuba.

Cada familia cubana con un hijo o pariente preso es un grupo afectivo agredido por el estado porque una madre rara vez asume la justeza del encarcelamiento de su ser más querido y el tardocastrismo padece una crisis de legitimidad y sigue paralizado por el miedo, como demuestran la desaparición de la escena pública del General de Ejército Raúl Castro Ruz y del presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, que se han diluido en sendos nasobucos.

El coronavirus -que es una emergencia sanitaria mundial- solapará temporalmente la intensidad y alcance de la verdadera crisis cubana, provocada por la incapacidad comunista de generar libertad y prosperidad con justicia social, el colapso de Venezuela y la caída de los precios del petróleo, el derrumbe del turismo que se arrastra desde 2019, a lo que se sumará una reducción del 32% del volumen de las remesas solidarias de la emigración en el año actual y aún sin saber cuál será la disminución en recargas telefónicas.

El impacto del coronavirus en el mundo y en Cuba está por verse, pero la isla tendrá más difícil una remontada porque ha tardado demasiado en aplicar las reformas estructurales ineludibles que exigen su economía abierta dependiente de un socio externo como proveedor energético; especialmente en un planeta abocado a un reordenamiento geopolítico y económico.

De hecho, la aparición del coronavirus ha congelado el paquete de reformas iniciales que los militares cubanos querían aplicar gradualmente, a partir de enero pasado, con un nuevo salario y pensiones mínimos, la eliminación de la Libreta de racionamiento, el establecimiento de una canasta básica familiar y la fijación de una nueva tasa de cambio del peso cubano frente al dólar, que elimine al CUC.

Los burócratas comunistas, el ala dura del tardocastrismo, han obtenido una victoria temporal por el coronavirus, y ahora juegan a su distracción favorita: Ganar tiempo, esta vez susurrando que Donald Trump puede perder las próximas elecciones de noviembre y que, entonces, se abrirá el sol demócrata para ellos.

Craso error, ya la cobardía política de Raúl Castro Ruz despreció el embullo Obama y -desde entonces- les ha ido de mal en peor y hasta en Venezuela se han quedado sin opciones de ser parte de la solución y no del problema, con ese raro mensaje a la Casa Blanca, vía Canadá, que unirían su suerte a la de Nicolás Maduro Moros, un fracasado multimillonario en la mirilla de la justicia norteamericana por sus retozos con el narcotráfico.

La postura cubana enfadó entonces a la Unión Europea (UE), pero sorprendió en Washington, que apreció el papel de La Habana en el diálogo para la paz en Colombia y guardan, como los aretes que le faltan a la Luna, los datos del ajedrez político que montó Fidel Castro Ruz durante el fallido golpe de estado contra Hugo Chávez, en 2002.

"Castro (Fidel) apostaba a los dos bandos, pero cuando vio que Carmona (Pedro) y su grupo vacilaban; llamó al general Baudel (Raúl Isaías) y organizó el rescate de Hugo Chávez, que quedó endeudado para siempre con el astuto comandante", susurran los sabuesos de Langley.

Los más veteranos en el establishment recuerdan la postura constructiva de Cuba en las conversaciones que -en 1991- condujeron al fin del apartheid en Sudáfrica y la colaboración de Fidel Castro Ruz en contar su versión de la Crisis de Octubre a Robert McNamara y abrir parte de los expedientes secretos a investigadores norteamericanos.

Las ideas no se matan, contaba el comandante en jefe de su encuentro con el teniente Pedro Sarría en los alrededores de Santiago de Cuba, no lejos de donde ahora duerme José Daniel Ferrer, vigilado por las once mil vírgenes de los departamentos KJ y KT, que ya tendrán nuevos indicativos.

Si las ideas no se matan, entonces que cada cubano ponga las suyas en el tablero y la casta verde oliva asuma, de una vez y para siempre, que no vale la pena seguir emborronando cuartillas, pese a que -a veces- sigan comportándose como muchachones inmaduros sin querer reconocer que el tiempo está a favor de los pequeños; mientras ellos juegan la prórroga con un árbitro endemoniado y persistente: Las infinitas pobreza y ausencia de libertad de los cubanos.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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