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Cuba: Presupuestos 2021-2023 deben apostar por una economía sostenible y solidaria

Reducir el gasto presupuestario no productivo, lograr mantener el déficit bajo control, y dirigir el modelo productivo de Cuba hacia el futuro, haciéndolo más sostenible y capaz de atender las necesidades de todos los cubanos. Un presupuesto a varios años por delante que contenga la regla a aplicar para la calidad presupuestaria y la urgente y necesaria reforma económica.

Cubano caminando por La Habana © CiberCuba
Cubano caminando por La Habana Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 3 años

En estos días, el gobierno social comunista de Cuba debe andar elaborando sus presupuestos para 2021, que se suelen presentar en el último tramo del año en la Asamblea Nacional; aunque este año no ha sesionado su cita ordinaria de verano, a causa del coronavirus, que ha rebrotado con fuerza.

Como en Cuba no existe democracia, ni libertad, estos presupuestos tal y como salen de la “cocina” ministerial se aprueban sin discusión, por lo que tiene mucho más interés prestar atención al proceso de elaboración que a su aprobación mecánica posterior.

El problema es que los presupuestos en Cuba se elaboran con falta de transparencia y lo cierto es que, hasta ahora, no ha trascendido una sola información que permita intuir qué es lo que quiere de verdad el gobierno para 2021 y qué márgenes tiene para conseguirlo.

En cualquier caso, con una economía al borde del colapso y pendiente de los eventuales efectos de los rebrotes de la pandemia tras el verano, se espera un presupuesto que, en general, no estará para grandes operaciones, si bien, los números acabarán reflejando las preferencias políticas social comunistas, sin atender otros intereses y demandas sociales en juego que, por fortuna, se van abriendo camino en Cuba, con no pocas dificultades.

El caso es que lo más probable es que no se ofrezca información alguna de las cuentas públicas de 2021 hasta finales de año, y los márgenes temporales se van a apurar al máximo. No cabe duda que estas van a ser las cuentas más complicadas de los últimos años no sólo para el Gobierno cubano, sino para todos los países del mundo.

Si el gobierno se plantea elaborar un diseño presupuestario adecuado para 2021, una sugerencia que debería considerar, por prudencia, debe ser anunciar en el mismo acto, cuáles van a ser las líneas de los presupuestos de 2022 y 2023, también. Al hacerlo así, podría ofrecer pistas para determinar qué tipo de salida de la grave crisis está planteando el gobierno cubano, y desde luego, podría ser un factor determinante para que los agentes económicos puedan adaptar sus comportamientos al escenario descrito.

Por ejemplo, si en 2007 cuando empezó a gobernar, Raúl Castro hubiera ofrecido una información sobre los planes presupuestarios de sus gobiernos, en los años transcurridos desde entonces habría tiempo suficiente para adoptar decisiones adecuadas, y no lo que realmente ha ocurrido, que ha llevado a la economía al actual caos próximo al colapso.

Informaciones relativas al incremento del gasto público y los impuestos; las pensiones y salarios; el importe de la deuda externa; las inversiones públicas; los subsidios a empresas estatales debidamente presentadas, pueden ayudar a los agentes económicos a tomar sus decisiones con información y aumentar la racionalidad de las mismas.¿Es mucho pedir?

No hacerlo, no actuar con transparencia con estas informaciones, traslada a todo el mundo que el gobierno social comunista cubano no apuesta por un escenario sostenible para las finanzas públicas, que esconde algo que no quiere que se conozca, y con ello aumenta la incertidumbre y las dudas sobre su credibilidad.

Los cubanos no quieren que su gobierno continúe cultivando un oscurantismo, como eje principal de sus políticas. Quieren luz y taquígrafos en las políticas públicas y la gobernanza. Un terreno en el que hay mucho que avanzar, porque una cosa es lo que se dice y otra bien distinta, lo que se acaba haciendo. El gobierno social comunista entiende que si actúa de ese modo, es para evitar que sus convicciones ideológicas se pueden ver contrarrestadas por otras posiciones políticas que surjan dentro del propio sistema.

Por ejemplo, en Cuba actualmente, los cuentapropistas, las asociaciones de agricultores independientes, las cooperativas de boteros, los think tanks independientes, la prensa ajena al régimen, los opositores y disidentes, son colectivos que sobreviven al margen del poder de control social del régimen, y que están en condiciones de levantar la voz y decir, “ese no es el camino”; como vienen haciendo periódicamente.

El asunto es importante, si se tiene en cuenta el tamaño alcanzado por el Estado cubano en términos de gasto público, y la influencia que ejercen los presupuestos en el PIB. Millones de cubanos dependen de lo que se consigne en los presupuestos, y por ello temen que se reduzcan sus pequeños espacios de influencia.

En números actuales, los impuestos estatales absorben más del 65% de la riqueza generada en la economía cubana (un 37% en países como España) y el gasto público que se dirige a la economía alcanza un porcentaje incluso superior.

Desde que los economistas apostaron por la intervención del Estado en la economía para resolver sus problemas de inestabilidad, el gasto público pasó a ser la palanca más poderosa de los gobiernos para influir sobre las principales variables económicas. Utilizar esta palanca con fines ideológicos equivale a conducir un automóvil sin luces, en una noche cerrada de luna nueva. Acto fallido del que los comunistas cubanos, no se quieren apear.

Pensar en el gasto público como algo que no se acaba y que siempre puede crecer más y mas, es un grave error que se termina pagando a un alto coste. Más aún cuando ese gasto continúa sin atender, de forma prioritaria, las necesidades de inversión pública para modernizar las infraestructuras y continua apostando por subsidios a empresas que están en quiebra, por ejemplo.

El diseño de las cuentas de 2021 debería tener muy en cuenta estos aspectos, que caen como una pesada losa sobre la economía e impiden el necesario equilibrio de las cuentas públicas a medio plazo. Lo cierto es que la magnitud de la dimensión de la deuda cubana quedó anclada en datos oficiales de 2016 y, desde entonces, poco o nada se sabe de la misma. La duda ofende, y además, resta credibilidad a los gobiernos.

Recomiendo al gobierno social comunista que tenga muy en cuenta estas consideraciones, al elaborar las cuentas de 2021 y que se oriente por criterios de moderación para evitar que el daño en la economía sea irreparable. Lograr un presupuesto expansivo y restrictivo a la vez, no tiene por qué ser complicado. Es el momento de apostar por ese diseño.

¿Cómo? Muy fácil, debe atender de forma inmediata a la inversión pública para lograr nuevos impulsos para el crecimiento económico, como la digitalización o la economía verde, que están realmente atrasados en Cuba. También debe prestar atención a la reconstrucción de un tejido productivo privado muy dañado por la crisis de la COVID-19, y atender al fortalecimiento de la cualificación profesional de las personas mayores y la formación de las nuevas generaciones.

Al mismo tiempo, las cuentas públicas deben tener mucho cuidado para que el gasto social, el gasto asociado a las organizaciones que sostienen el régimen, el gasto administrativo improductivo no se dispare, y luego resulte imposible su necesaria moderación.

Alcanzar estos objetivos no es fácil, y mucho menos, al mismo tiempo, y además, querer lograrlos en un solo ejercicio. Por eso la recomendación al Gobierno cubano de elaborar una senda para la evolución presupuestaria en los próximos tres años, que ofrezca claridad e información de rigor para que todos los agentes económicos, privados y estatales, puedan adoptar las decisiones correctas.

De un lado, ir reduciendo el gasto presupuestario no productivo, lograr mantener el déficit bajo control, y dirigir el modelo productivo de Cuba hacia el futuro. Más sostenible y capaz de atender las necesidades de todos los cubanos. Un presupuesto a varios años por delante que contenga la regla a aplicar para la calidad presupuestaria y la urgente y necesaria reforma económica.

En su momento, afirmé que la crisis de la COVID-19 daba oportunidades al régimen social comunista de Cuba para cerrar una etapa y comenzar otra. Reconociendo el fracaso y sentando las nuevas bases de futuro, Cuba no tendría problema para lograr una amplia aceptación mundial, lo que se podría traducir en apoyos financieros generosos para realizar la transición hacia las libertades.

No se trata de elaborar un proyecto de presupuesto de base cero, que elimine toda la morralla acumulada durante años de intervencionismo, planificación y control económico, sino de destrabar y apostar por un nuevo modelo de la economía, similar al que existe en el resto del mundo. La economía castrista no está para perder más tiempo; y en Cuba, muchos lo saben porque padecen las pérdidas acumuladas.

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Elías Amor

Economista, Miembro del Consejo del Centro España-Cuba Félix


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