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La soledad de quien discrepa del gobierno cubano

El Hombre Nuevo castrista es un relativista moral, pacotillero y cobarde ante el totalitarismo.


Este artículo es de hace 3 años

El médico cubano Alexander Pupo Casas (30 años) ha sido desalojado por empleados gubernamentales de una beca en Holguín, donde cursa la especialidad en Neurocirugía; como represalia por sus críticas a la dolarización de la economía cubana.

Los empleados encargados de cumplir la ingrata tarea del desalojo sintieron el aliento de la Seguridad del Estado en sus nucas, pues dieron solo una hora al doctor Pupo Casas para abandonar la beca, pese a usar el argumento de que el desalojo obedecía a unos "problemas en los papeles de tramitación".

La injusticia no es nueva, ha ocurrido periódicamente en estos 61 años de dictadura con profesionales y obreros críticos con las decisiones del gobierno y el partido comunistas, incluso con funcionarios que se opusieron o criticaron órdenes de Fidel y Raúl Castro Ruz.

Cada injusticia cometida contra un cubano es contemplada en silencio miedoso por la mayoría de los cubanos, habitualmente vocingleros, como ocurren con esos médicos, ahora silentes, cuando se ponen a mentir ante las cámaras y micrófonos de la prensa anticubana, pagada por el Buró Político del PCC, ensalzando las ocurrencias de los dirigentes, jurando lealtad eterna al vacío y fingiendo alegría por cumplir una misión, que no es más que forrajeo de pacotilla.

Un grupo de unos 200 médicos cubanos residentes alegalmente en España y sin opciones de revalidar sus títulos, montó una plataforma en Change.org para -aprovechando el avance del coronavirus- reivindicar su aspiración de regularizar su estatus migratorio y profesional, pero cuando CiberCuba los contactó para hacerse eco de su demanda y obtener su valoración del ofrecimiento de médicos desde La Habana al gobierno español, rehusaron hablar porque no querían "politizar" el asunto.

Otra plataforma, que se hace llamar "Por una jubilación digna" con la pretensión de que La Habana se adhiera al Convenio Multilateral Iberoamericano de Seguridad Social para materializar su derecho a cobrar en la pensión española la parte proporcional del tiempo trabajado en Cuba, padece la intromisión de algún coordinador avispado que advierte en sus reuniones que no es un tema político, pese a que se trata de involucrar a dos gobiernos y estados en una petición ciudadana.

Obviamente, al gobierno cubano no le interesa apoyar esa gestión por el desembolso económico en euros que supondría para sus anémicas arcas; pero ese animador de vacíos sigue repitiendo como un mantra que no es un asunto político; pese a que en el Defensor del Pueblo en España, asegura en su informe anual de gestión (página 565), correspondiente a 2018, que el Gobierno cubano se niega a firmar el Convenio Multilateral Iberoamericano de Seguridad Social, pese al reiterado interés del ejecutivo español en firmar dicho acuerdo con La Habana.

El Hombre Nuevo/Viejo castrista es un relativista moral, pacotillero y cobarde ante el totalitarismo; incluso cuando vive fuera de Cuba, como hacen miles de gusañeros siempre prestos a mansear frente a la dictadura, compartir vaselina con los consulados y embajadas, y expertos en falsear sus sentimientos con poses que mezclan el ideario martiano con el de Grau San Martín y una rara alergia a la política que contraen nada más salir de la isla, sabiendo que si se portan mal, se les complica conservar la casa y el paso por las aduanas.

La tragedia no es únicamente económica, como sugieren los numerosos exégetas del tardocastrismo; Cuba padece una grave indigencia moral porque la política totalitaria y exterminadora, durante seis décadas, extirpó la discrepancia, condenó la disidencia y, al privarse de adversarios, construyó un espacio único de monólogo reiterativo de letanías, que propició la cobardía y la simulación; pero también el aislamiento del poder que ya semeja un enfermo mental hablando solo.

En 1871, un capitán español, Federico de Capdevila, partió su espada como gesto de honor y repudio al tribunal que condenó a muerte a ocho estudiantes de Medicina; en 1989, cuando Fidel y Raúl Castro tramaron el fusilamiento de Arnaldo Ochoa, Tony de la Guardia y sus ayudantes, ni un solo militar ni dirigente cubanos levantaron su voz contra el crimen saturniano.

La soledad del doctor Alexander Pupo Casas es regla y no excepción en el desierto ético en que el castrismo convirtió a Cuba, donde nación y patria se mezclan con un partido, un ejército y una ideología; imposición que ya solo alumbra desencanto, miseria, cobardía y soliloquios.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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