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Entrevista al actor cubano Niu Ventura: “Soy una especie de Tom Sawyer criollo”

Para suerte suya, asegura, “he tenido la oportunidad de interpretar roles positivos y negativos y los he disfrutado muchísimo”. Para él, la actuación es cosa seria, y su voz, uno de sus atributos más distintivos.   

Actor y presentador cubano Niu Ventura © Facebook / Niu Ventura
Actor y presentador cubano Niu Ventura Foto © Facebook / Niu Ventura

Este artículo es de hace 3 años

Todavía lo tenemos en la retina como el marido infiel de El rostro de los días, pero hay quienes lo llaman Conrado (su personaje en la telenovela Cuando el amor no alcanza) o Hugo (el capitán de la serie LCB: la otra guerra). Definitivamente, Niusvel Ventura es un actor de disímiles facetas.

Más de una vez se declaró afortunado porque no le faltan propuestas de trabajo, especialmente dentro de la pequeña pantalla. Para suerte suya, asegura, “he tenido la oportunidad de interpretar roles positivos y negativos y los he disfrutado muchísimo”. Para él, la actuación es cosa seria, y su voz, uno de sus atributos más distintivos.

De acuerdo con lo que afirma a CiberCuba, es un lector voraz cuyo espíritu aventurero se alimentó de la cercanía con el campo en una finca alejada de Nueva Gerona. Aunque El maestro y Margarita, de Mijaíl Bulgakov, es su libro favorito, le fascina leer cualquier cosa que le parezca interesante.

Foto de Susan Leal / Cortesía Niu Ventura

La paternidad ha hecho de Niu, como casi todos lo conocen, un hombre “más pragmático”. Sus hijos Alessandro y Adam son su sentido de ser. “No hay pensamiento o decisión que tome donde no los tenga presentes. Los miro y sus sonrisas me inspiran a ser una mejor persona. Me brindan la motivación necesaria para lograr mis metas”.

¿Hay algo que añores de tu vida en el campo?

No siempre viví en el campo, pero de esa etapa lo añoro todo. El olor a frutas y sus sabores, el café con leche recién ordeñada en la mañana, el agua fría del pozo, la miel de abejas acabada de extraer del panal. Al igual que el trabajo duro y la prueba de fuego con los mosquitos. También las cosechas de ajonjolí y melón, entre otras cosas que jamás he podido volver a probar. Cada día era una experiencia única en contacto con la naturaleza. Extraño las tertulias familiares y el orgullo de mi abuela sentada a la mesa observando cómo engullíamos su sazón. La verdad, era muy similar a una cena de Lezama. No supe lo feliz que fui allí hasta que estuve lejos.

¿Qué fue lo más importante que te enseñó el trabajo en la tierra?

Aprendí el respeto por el trabajo, a esforzarme para lograr mis objetivos, a valorar las cosas realmente importantes. Me dio resistencia, paciencia y constancia. Aprendí a amar la naturaleza y a conocerla. Desarrolló mi espíritu aventurero y me convirtió en una especie de Tom Sawyer criollo. Sobre todas las cosas, me enseñó humildad y la importancia de la unión familiar.

Has declarado que lees como bibliotecario. ¿Qué importancia tiene para ti un libro?

Perdí a mi madre de pequeño, no pude conocerla. Junto al amor de mi abuela, la lectura fue llenando el vacío que dejó esa pérdida y se tornó pasión. Desde entonces nunca más me he sentido solo. A pesar de que a veces no cuento con el tiempo que desearía para leer, siempre ando con algún libro a mano, por si acaso. Parecerá un cliché, pero un libro sí puede llegar a ser un buen amigo, no importa el género. De hecho, la lectura me ha servido para construir, reforzar o esclarecer el camino de algunos de los personajes que he interpretado.

¿Por qué la actuación se convirtió en la pasión de tu vida?

Desde pequeño participé en las actividades culturales que casi siempre consistían en actuar. Era como si algo inexplicable se apoderara de mí. Cuando aprobé los exámenes de ingreso a la Escuela Nacional de Arte, mi vida dio un vuelco radical. Me di cuenta que al actuar todas las preocupaciones pasaban a un segundo plano. Disfrutaba el momento como si siempre lo hubiera hecho. Sentir esos nervios, la adrenalina, la emoción y el efecto que veía en el público, me hizo reafirmar que era en el escenario donde quería estar.

Foto de Susan Leal / Cortesía Niu Ventura

¿Cuál es tu mejor cualidad como actor?

Me cuesta hablar de mí en ese sentido. Creo que quienes mejor podrían responder a eso son los directores y mis colegas. Pero si algo me ha servido siempre ha sido la disciplina. Esa palabra abarca mucho para mí. Significa ser puntual, cuidar el cuerpo y la voz, respetar al colectivo de actores y de técnicos. Entender que, aunque existan momentos para relajarse y bromear un poco, el tiempo es preciado y se debe aprovechar para dejar la piel en lo que uno crea.

¿Qué te aportó la actuación como payaso? ¿Todavía lo haces?

El payaso ha sido toda una escuela. Agradeceré siempre a la vida por meterme en ese mundo durante 15 años. Aprendí a explorar mi vis cómica y a sacarle provecho. Me dio seguridad, intuición y un sentido de improvisación que siempre trato de aplicar en escena, e incluso fuera de ella. Me permitió conocer lugares increíbles con los públicos más disimiles. Sobre todo, me hizo darles alegrías y enseñanzas a miles de niños y a la vez aprender de ellos. Es una pena que ese trabajo tienda a ser subestimado. Desde hace algunos años los dramatizados no me han dejado tiempo para volverme a vestir con colores rimbombantes, pero siempre llevaré ese traje conmigo como un gran tesoro.

En las telenovelas has interpretado papeles muy queridos y otros bastante rechazados. ¿De qué lado prefieres estar?

Siempre que los personajes sean interesantes y tengan algo que decir, yo estaré ahí; no importa si son positivos, negativos o los llamados personajes “pequeños” (término que para mí no existe). Todo depende del guión y de lo bien estructurado que esté el personaje, porque puede suceder que a veces los positivos tiendan a aburrir por la forma estereotipada con que se les trata, y que los negativos o los antihéroes tengan un diapasón más amplio para sacarles provecho. Cualquiera que sea el caso, un actor debe defender la verdad de su personaje hasta en los detalles más descabellados que le quiera aportar. Se trata de lo que llamo echarle agua para que crezca, sacarle (como a un leño) toda la lasca que se pueda.

Foto de Roxana Broche/AMA_studiophoto / Cortesía Niu Ventura

Después de la experiencia de El rostro de los días, ¿hasta qué punto dirías que la cubana es una sociedad machista?

Es un fenómeno bien complejo y no creo que haya llegado a esa conclusión a partir de la telenovela. Desde mi niñez he vivido rodeado de un machismo aplastante en el que reafirmar la hombría se ha amparado en el alcoholismo, la violencia (física y verbal) y la infidelidad. El personaje de David es un reflejo de ese sector de la sociedad, una mirada a parte de ese problema, pero la realidad es muchísimo más cruda porque es un mal que se ha ido heredando por varias generaciones. En la actualidad se han visto avances sustanciales a partir de campañas y proyectos a favor de los derechos de la mujer, pero considero que aún queda muchísimo por hacer. Por eso apoyo cada idea surgida para enfrentar la violencia en toda su expresión y lo que ella arrastra. Esa es una responsabilidad que nos toca a todos, por el bien de nuestros hijos.

¿Cómo era el Niu profesor en la Escuela Nacional de Arte?

Uno de mis sueños de niño era ser maestro de Literatura, así que de alguna forma se cumplió. Impartí por tres años seguidos la asignatura de Voz y Dicción. Cada clase constituyó un regalo para mí y trataba de mostrárselo a los estudiantes con la misma ética que aprendí de mis maestros. Hoy ya son egresados y han tomado rumbos diversos. He tenido la oportunidad de compartir escena con algunos y me satisface sobremanera el hecho de haber aportado una pizca de luz en su andar, aunque confieso que yo fui quien más aprendió de ellos.

¿Cuál fue la mayor exigencia que tuviste con tu primer largometraje de ficción, Bailando con Margot?

El trabajo de época, que requirió de mucha investigación. El personaje transita por varios períodos de tiempo: 1918, 1928 y 1933. En cada uno de ellos, las peripecias que le ocurren le hacen tomar decisiones en dirección a una autodestrucción acelerada. Lograr esa transformación fue el mayor reto que tuve.

Se te ve cómodo en interpretaciones de época. ¿Es algo que disfrutas particularmente?

¡Sí, lo disfruto muchísimo, en cada uno de los medios! El hecho de recrear la idea del comportamiento de las personas en otras épocas, vivir sus costumbres, manejar el uso del vestuario y los elementos, el trabajo de caracterización con el cuerpo y la voz, así como explorar sus conflictos y poder hacerlos palpables, es una sensación indescriptible.

¿En qué estás trabajando actualmente?

Recientemente concluí la grabación de un telefilme. Ahora continúo en los espacios dramatizados habituales de la emisora Habana Radio y en una serie prevista para el año próximo. De forma paralela regresaré a las tablas con la nueva propuesta del Estudio Teatral Buendía: La señorita Julia, de Strindberg.

¿Cómo te definirías en una palabra?

Optimista.

Si pudieras salvar tres cosas de la extinción, ¿cuáles serían?

La familia, en primer lugar. Pero una vez salvada, que me dejen un bosque, un río y una biblioteca extensa.

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Katheryn Felipe

(La Habana, 1991) Licenciada en Periodismo por la Universidad de La Habana en 2014. Ha trabajado en diversos medios impresos, digitales y televisivos.


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