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Partido Comunista es el principal responsable del desastre de Cuba

La Tarea Ordenamiento ha creado en estos seis meses pobreza, miseria, falta de todo tipo de alimentos y productos básicos, descontrol fiscal y monetario e incumplimiento de compromisos con el exterior. Una receta fatal que estalló.

Raúl Castro y Díaz-Canel © Presidencia de Cuba
Raúl Castro y Díaz-Canel Foto © Presidencia de Cuba

Este artículo es de hace 2 años

La explosión social que ha sacudido al régimen comunista cubano se veía venir. Posiblemente con no tanta nitidez, pero algo apuntaba en esta dirección desde que el 1 de enero, el régimen se empeñó en aplicar, contra viento y marea, una política de ajuste duro para unificar las monedas en circulación en la isla, el tipo de cambio, aumentar salarios y pensiones sin respaldo de productividad, promover la fijación de precios por las empresas y rebajar subsidios y gratuidades. Decían que era una responsabilidad del partido.

La Tarea Ordenamiento ha creado en estos seis meses pobreza, miseria, falta de todo tipo de alimentos y productos básicos, descontrol fiscal y monetario e incumplimiento de compromisos con el exterior. Una receta fatal que estalló en San Antonio de los Baños y de ahí al resto de la Isla. La gente pide medicinas, y también ayudas, pero hay un clamor general que dice “Abajo la dictadura” “No al comunismo” y estas frases unen a centenares de miles de cubanos que se lanzan a las calles sin miedo a la represión del gobierno, que se mantiene intacta. La Tarea Ordenamiento, sus efectos nefastos sobre la economía y la población, han acabado dando un golpe en la línea de flotación del régimen comunista, que se tambalea en momentos críticos.

Pese a lo fácil que es entender el cabreo de un pueblo con sus dirigentes por aplicar una política inadecuada, mal diseñada y peor implementada en el momento menos oportuno, hay analistas y observadores que se apuntan a diversos factores, incluso los más disímiles, para continuar manteniendo a los comunistas cubanos fuera del foco de la máxima responsabilidad de lo que ocurre en el país. El colmo ha sido, como ha señalado algún medio, que la única solución está en manos del gobierno. Increíble. O que todo es debido al auge de las redes sociales en Cuba. Inaudito. Estos analistas siguen pensando que Díaz Canel, heredero los hermanos Castro, tiene algún futuro en Cuba. Se equivocan.

El origen de las protestas sociales se encuentra el domingo 12 de julio en la villa histórica junto al Ariguanabo, de San Antonio de los Baños, cerca de La Habana, y del lugar que me vio nacer, Santiago de las Vegas. Después, hubo otro brote de protesta en Palma Soriano, en Santiago de Cuba y de ahí al resto del país. Al principio se pensaba que el malestar venía provocado por los apagones (pero si siempre ha habido apagones en Cuba y la gente nada podía decir) o porque la gente quería vacunarse contra el COVID-19, cuando en realidad los cubanos sienten una gran desconfianza hacia las dos vacunas creadas por el régimen, de nombres tan sorprendentes como Abdala y Soberana. Poco después, los gritos cambiaron y la gente empezó a demandar “libertad” y, sobre todo, cambios políticos.

Las redes sociales se llenaron de imágenes tomadas en live de los móviles por los participantes en las protestas y el mundo descubrió, con sorpresa, que en Cuba se estaba produciendo una “primavera árabe”, unas protestas espontáneas con gran volumen de gente en las calles, coreando “Abajo la dictadura”, “No tenemos miedo al comunismo”.

No tardó mucho el régimen en reprimir las protestas con el lenguaje más rancio de Díaz Canel, mostrando en la televisión una comunicación no verbal que acreditaba su temor y miedo. Los revolucionarios, menos de los que se esperaba, acudieron a reprimir a los ciudadanos pacíficos y pronto se pudo comprobar que había una desigualdad evidente en el número. Los manifestantes gritaban “Somos más” y, sobre todo, “Si se puede”.

Los defensores europeos del régimen comunista cubano no sabían al día siguiente cómo reaccionar. La nueva ministra de comunicación del gobierno Sánchez en España llegaba a negar hasta 4 veces seguidas a preguntas de periodistas que Cuba fuese una dictadura. De forma inmediata, las embajadas cubanas en el exterior movilizaron sus asociaciones de apoyo para cambiar el estado de la opinión pública. Lo tienen difícil.

Cuando se trata de explicar lo que hay detrás de las protestas la mayoría de los analistas lo atribuyen a la larga crisis económica y, recientemente sanitaria, en un país que hace alarde justo de ser una potencia médica. Incluso ha habido quien, de forma errónea, trata de establecer un paralelismo entre los sucesos actuales y el maleconazo de 1994. Pero en realidad no tienen nada en común.

En aquel año, la crisis vino por la caída de la URSS y del socialismo real en Europa del Este, mientras que, en 2021, se produce por la caída del régimen castrista y obedece solo a factores internos, en concreto, la pésima gestión de la Tarea Ordenamiento. La diferencia más importante es que si en 1994 hubo una salida masiva de cubanos rumbo a Estados Unidos, esta vez, nadie podrá dejar la Isla. Las autoridades se tendrán que enfrentar a una crisis sistémica que ellos mismos han provocado con su incompetencia.

Porque en realidad sacar a la economía cubana del colapso, al que la han llevado aplicando la Tarea Ordenamiento, no será posible sin cambio estructural en el régimen jurídico de derechos de propiedad y en los fundamentos de la economía, algo a lo que el régimen se opone de forma firme. El cuadro macroeconómico real que tienen los cubanos presencia un país sin divisas, con el dólar en máximos lo que impide acceder a los bienes y servicios que la libreta no suministra, con inflación de tres dígitos, apagones cada vez más frecuentes, escasez de alimentos y de productos básicos. Las autoridades decidieron implantar la Tarea Ordenamiento a pesar de que la economía había caído en 2020 un 11%, el peor dato en tres décadas. El riesgo era máximo, pero Díaz Canel antepuso el bienestar de la mayoría al cumplimiento del mandato comunista para el séptimo congreso, y el resto, ya es bien conocido.

Entonces, ¿cuál ha sido la reacción de Díaz-Canel además de mandar a sus matones a eliminar las protestas? Pues lo mismo de siempre. La culpa de todo es de Estados Unidos. La propaganda continua en la radio y televisión cubanas le ha salido por la culata, porque los cubanos que protestan ni mencionan a Estados Unidos, ni dicen nada en su contra. Díaz Canel se ha planteado este asunto como una pelea de matón de barrio, cuando la única posibilidad que tiene de sobrevivir es negociar. Los comunistas cubanos, desde tiempos de Fidel Castro, se acostumbraron a “enfrentarse y vencer”, pero han descubierto que Díaz Canel no es Fidel Castro, y tal vez ese descubrimiento ha sido muy tarde. Atacando y reprimiendo a los manifestantes, sacando a los suyos a las calles, al ejército, la policía, a los paramilitares de la seguridad del estado a ejercer la violencia, Díaz Canel agota todas las posibilidades para salir indemne de algo que ya está muy por encima de sus posibilidades. En realidad, se ve solo y eso acaba siendo una pesada carga.

Desde esta perspectiva, algún analista ha pensado que estas protestas sociales tienen que ver con la incapacidad del poscastrismo para estabilizar el poder político. La persona elegida por Raúl Castro para ser su sucesor ha fracasado totalmente en la conducción de los asuntos públicos, pero también fracasó Raúl y no digamos de Fidel. Todos ellos han sido nefastos para Cuba y los cubanos. Lo peor es que Díaz-Canel, ni se cree el fracaso, ni está dispuesto a aceptarlo, todavía resuenan los ecos de su intervención en la televisión cuando se preguntaba en abierto, “¿de qué dictadura hablan? “Cuba no es una dictadura”. Y seguía en sus trece.

Visto en esta perspectiva, la inmadurez política de Díaz-Canel y de su entorno es culpa de Fidel Castro y de Raúl Castro, que nunca se preocuparon de crear una clase política capaz de dirigir con amplio consenso social y respetando los derechos de la mayoría, los asuntos públicos. Los han creado como obedientes y fieles al partido, y aquí es donde está el fracaso. Implantar la Tarea Ordenamiento a toda costa porque lo dice el partido, tiene un coste y ahora se tiene que pagar. Estoy convencido que los funcionarios técnicos cubanos sabían que este desastre se iba a producir. Otra cosa es que les hicieran caso. La cuestión es si el partido está detrás de la exigencia de la adopción de esta política de fracaso social y económico, ¿Dónde está el partido para que responda del fracaso? Al final los hemos pillado con mentiras. Esto del partido no se lo cree nadie. Un coco vacío sin agua. Es el final.

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Elías Amor

Economista, Miembro del Consejo del Centro España-Cuba Félix


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